Enarcas rusos
Comprender (no comprender) a Putin como fen¨®meno ayuda a comprender Rusia. Para empezar, en la Rusia sovi¨¦tica no hubo ninguna revoluci¨®n ni de terciopelo ni de ning¨²n color. La ca¨ªda del comunismo vino desde arriba. Gorbachov puso en marcha un movimiento que acab¨® con el Estado sovi¨¦tico y, con ayuda de Yeltsin y otros, con el imperio sovi¨¦tico. En lo que qued¨® en Rusia, una federaci¨®n sumamente compleja, se hab¨ªa roto la espina dorsal del Estado que hab¨ªa sido el Partido Comunista. Ni siquiera val¨ªa el Ej¨¦rcito que, aunque con muchas armas, nunca tuvo demasiado poder interno en la URSS. S¨®lo permaneci¨® en pie el antiguo y todopoderoso servicio secreto interno y exterior, la KGB (la FSB desde 1995). En t¨¦rminos de vertebraci¨®n de Rusia se puede considerar la KGB como una ENA (?cole Nationale d'Administration, creada en Francia por Napole¨®n). Putin es un enarca a la rusa.
"En la KGB est¨¢n los mejores analistas", dijo ya en los noventa en Mosc¨² un oligarca que los hab¨ªa contratado y ofrecido sus servicios a Espa?a. De ella surgi¨® Vlad¨ªmir Putin. No fue algo improvisado sino un movimiento del poder. Putin, que hab¨ªa sido el jefe de la FSB y que sigui¨® una carrera pol¨ªtica, fue nombrado primer ministro para prepararlo como presidente tras el ca¨®tico (pero m¨¢s dem¨®crata) Yeltsin. Putin signific¨® no ya la llegada al poder de la KGB, que nunca lo hab¨ªa dejado, sino la oficializaci¨®n de sus m¨¦todos y su cultura. Con Putin, Mosc¨² y San Petersburgo han vuelto a ser ciudades seguras. Nada importante se hace sin su consentimiento. Es un autoritarismo sin ideolog¨ªa. O si se prefiere, el puro poder como ideolog¨ªa. Lo que le ha llevado a silenciar toda cr¨ªtica. Tambi¨¦n a introducir orden y previsibilidad. ?A qu¨¦ precio!, a juzgar por el caso Litvinenko y otros. Ha ganado elecciones, aunque no quepa decir que Rusia sea una democracia. En Rusia falta adem¨¢s una clase media sobre la que asentarla, que est¨¢ creciendo. De 10 a 20 millones, que es lo que se calcula constituye hoy esa clase media, son insuficientes en un pa¨ªs de casi 140 millones.
Putin ha afirmado por activa o por pasiva que no forzar¨¢ un cambio constitucional que le permita presentarse a un tercer mandato en 2008. Se va, aunque despu¨¦s puede volver. Dinero, no le falta. Es posible que se refugie en alg¨²n centro de poder, como la presidencia de Gazprom, del Consejo Nacional de Seguridad, o de la CIS (Confederaci¨®n de Estados Independientes). ?Avanza Rusia hacia un liderazgo rotatorio? Si el sucesor designado, a votar, es Sergu¨¦i Ivanov, su amigo desde sus tiempos de estudiante en San Petersburgo, significar¨¢ la continuidad de la KGB en el poder.
Putin comprendi¨® enseguida que el poder de Rusia hacia afuera estaba en las armas (aunque obsoletas) pero sobre todo en el gas y el petr¨®leo (y la energ¨ªa nuclear). Y lo que ha hecho desde el Kremlin es recuperar el control pol¨ªtico, del Estado, sobre estos bienes naturales expoliados por precipitadas privatizaciones de Gazprom o Rosneft. Pues desde sus tiempos de San Petersburgo, Putin ha mezclado negocios y pol¨ªtica. Eso s¨ª, ahora trata con los oligarcas siempre que no se metan en pol¨ªtica. Hoy Rusia puede ser vista en gran parte como Estado petrolero, adem¨¢s de policial. No exporta ni industria ni servicios. Ivanov a?ade una visi¨®n para crear un imperio industrial desde el Estado (aeron¨¢utica, naval, nanotecnolog¨ªa), pues Putin poco ha invertido en el pa¨ªs.
Est¨¢ tambi¨¦n su visi¨®n del mundo, tambi¨¦n muy formada en la cultura de la KGB. Pero no es volver a la guerra fr¨ªa. Pese a sus diferencias con Occidente o su suspensi¨®n del Tratado sobre Armas Convencionales, Rusia colabora con EE UU y la OTAN por ejemplo en Afganist¨¢n, aportando armas y log¨ªstica, pues ve ah¨ª un rebrote del islamismo armado que podr¨ªa acabar amenazando a la propia Rusia. Putin ha querido recuperar una cierta grandeur para Rusia. Se trata de quitarle a Rusia la sensaci¨®n de haber perdido la guerra fr¨ªa. Como comentan occidentales, Rusia "ten¨ªa un complejo y se lo est¨¢ quitando". aortega@elpais.es
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