Desmintiendo a Risco
En el verano escapamos de nuestras vidas, que secretamente tanto nos ahogan. As¨ª como el Antroido nos permite disfrazarnos, el verano nos ofrece el viaje. A veces simplemente una playa cercana, otras veces una playa peor, pero lejana, y otras veces viajamos sin m¨¢s a T¨²nez, Turqu¨ªa, Canc¨²n. O recorremos nuestro pa¨ªs. Esta Galicia de los mil valles, iglesias y pistas nos recuerda la tan repetida expresi¨®n de Vicente Risco: "Non digas tampouco: Galicia ¨¦ ben pequena; pequeno es ti, que endexamais poder¨¢s concebir nada grande". En ella vemos en primer plano una expresi¨®n de valoraci¨®n y ligaz¨®n con un pa¨ªs, tambi¨¦n est¨¢ impl¨ªcita aqu¨ª otra expresi¨®n suya, "Galicia como c¨¦lula de universalidade". Y lo es. Y lo es cualquier lugar para quien viva descolonizadamente, para quien no interiorice las relaciones de dominaci¨®n y la mirada del colonizador.
Tambi¨¦n nos hace pensar en el cl¨¢sico desmentido de los pa¨ªses con complejo de inferioridad ("excusatio non petita..."). Pero si la releemos literalmente vemos tambi¨¦n que en ella Risco, que era de poca estatura y volumen, llama peque?o a quien crea que Galicia lo es. Risco intelectualmente pudo ser gigante, sus trabajos sobre religi¨®n y mito merecen admiraci¨®n y reconocimiento; si hubiese emigrado a Par¨ªs, como s¨ª hizo el rumano Mircea Eliade, hoy ser¨ªa reconocido en todo el mundo como una gran autoridad en ese campo. No lo hizo, quiz¨¢ por patriotismo o quiz¨¢ por no atreverse. Al fin y al cabo en la posguerra intent¨® hacer carrera en Madrid. ?Y si esa frase famosa encubr¨ªa o justificaba su miedo? Cuando viaj¨® por Europa volvi¨® asustado de aquel hervidero conflictivo. Quiz¨¢ ah¨ª expres¨® su miedo al mundo, a salir fuera. Risco fue dominado por la cobard¨ªa, que encogi¨® y encerr¨® su pensamiento reduci¨¦ndolo al enanismo, a un reaccionarismo ontol¨®gico.
El galleguismo es una creaci¨®n fecunda, fruto del pensamiento y las energ¨ªas de muchas personas a lo largo de generaciones, es la mente colectiva que pens¨® y piensa a Galicia. En su debate interno hay posturas, l¨ªneas y ¨¦pocas. Quienes desde rapaces hemos cre¨ªdo y querido a Galicia hemos venerado el galleguismo, pero es momento de ponerlo en su sitio. Revisarlo para actualizarlo. La Galicia estancada ped¨ªa la resistencia, pero ahora todo se mueve aunque no lo percibamos. En un par de a?os probablemente podremos ofrecer trabajo aqu¨ª a los conciudadanos, familiares, que tenemos por el mundo: urge revisar las ideas heredadas sobre nuestra realidad. Y apartar la autocomplacencia enfermiza de los vencidos. Autocomplacencia en sentirnos v¨ªctimas, en autojustificarnos, en mirarnos el ombligo. Aqu¨ª este a?o habr¨¢ la tortilla, la empanada, la pulpada m¨¢s grande del mundo, se escribir¨¢ un nuevo Quijote, beberemos el mejor vino blanco del mundo, disfrutaremos de la playa m¨¢s grande y del paisaje m¨¢s hermoso... ?Y el mundo sin saberlo! El mundo no lo sabe porque seguimos viviendo encerrados mentalmente.
Quiz¨¢ Galicia sea realmente peque?a. Quiz¨¢ Risco debiera haber permanecido en Berl¨ªn y as¨ª no buscar¨ªa in¨²tilmente en el provinciano Madrid de la posguerra el reconocimiento que no le dar¨ªan. Quiz¨¢ nos hubiera beneficiado mucho que los galleguistas del interior hubiesen tenido bajo el franquismo la oportunidad de viajar m¨¢s. Quiz¨¢ la esencia o mejor, la sustancia de Galicia no estuviese aqu¨ª encerrada en este pa¨ªs castrado y tutelado por guardias civiles, curas y militares. Quiz¨¢ la base para la Galicia futura estuviese en el monte, con el ej¨¦rcito guerrillero, y en la emigraci¨®n y el exilio con el Consello da Galiza. Siempre hemos visto a la emigraci¨®n como una condena. Es cierto que en gran parte lo es, pero ?y si nos hubi¨¦semos marchado todos a buscarnos la vida, la vida libre y digna? A lo mejor ¨¦ramos un pueblo errante por el mundo, es cierto, pero har¨ªamos un pa¨ªs de ciudadanos libres. Qui¨¦n sabe.
Puede que el mejor alumno del medroso Risco sea el presidente de la diputaci¨®n orensana, el se?or Baltar. Las tierras de Ourense tienen riqueza y potencialidades enormes, pero en la figura, tan enxebre, de Baltar vemos a d¨®nde lleva el encogimiento, a c¨®mo las potencialidades necesitan aire, espacio o, si no, se reducen a la m¨¢xima miseria: ese ayuntamiento y diputaci¨®n de enchufados que parasitan y destruyen los lugares mismos de donde nacen.
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