Intensidad cl¨¢sica
Un par de a?os separan el estreno de la ¨®pera Armida, de Haydn, del de Las bodas de F¨ªgaro, de Mozart. No tienen pr¨¢cticamente nada que ver la una con la otra. El paso del tiempo ha consagrado a Haydn como referencia indiscutible del campo sinf¨®nico y camer¨ªstico del siglo XVIII, y a Mozart como el gran compositor de ¨®pera del Siglo de las Luces. En el juego de las preferencias y comparaciones, las ¨®peras de Haydn siempre han quedado en segundo plano frente a las de Mozart. Y, sin embargo, tienen mucho inter¨¦s. Su construcci¨®n es impecable y su desarrollo formal o su intensidad expresiva tambi¨¦n. Es por tanto una buena idea reivindicar a Haydn en casa de Mozart, con la representaci¨®n de Armida, un drama heroico u ¨®pera seria, y m¨¢s si eso se hace en la apertura de una nueva ¨¦poca del Festival de Salzburgo. Encaja, adem¨¢s, con ese "lado nocturno de la raz¨®n", que se utiliza como motivo conductor del primer a?o de J¨¹rgen Flimm al frente de la nave salzburguesa. Que la representaci¨®n se viese coronada por el ¨¦xito es una noticia que hace justicia al gesto.
Lully, H?ndel o Gluck ya hab¨ªan tratado el tema de Armida con anterioridad. Para Haydn es la ¨²ltima ¨®pera que compone para Esterhazy. El lado m¨¢gico de la historia inspirada en la Jerusal¨¦n liberada, de Torcuato Tasso, queda relegado en la ¨®pera de Haydn ante la intensidad de los sentimientos de los personajes. As¨ª lo ve el director de escena alem¨¢n Christof Loy, con su planteamiento de teatro-teatro en funci¨®n de los amores o separaciones de los personajes protagonistas.
Arrebatada de clasicismo
Las guerras est¨¢n siempre presentes, como fondo de la acci¨®n y los figurantes-combatientes corren a toda mecha y suben por una rampa inclinada, rompiendo con esta concepci¨®n f¨ªsica y esta est¨¦tica del movimiento el estatismo de la obra. Otorgan dinamismo pl¨¢stico a una acci¨®n interior. Y en la vulnerabilidad de los sentimientos, y en su capacidad para comunicar las fluctuaciones del alma, es donde se mueven a sus anchas Annette Dasch, como Armida, o Michael Schade, como Rinaldo. Sus amores son espirituales, pero tambi¨¦n carnales. Y ello se ilustra con el tratamiento esc¨¦nico, pero sale fundamentalmente del canto y se potencia con la direcci¨®n orquestal del brit¨¢nico Ivor Bolton, curtido en mil batallas barrocas en M¨²nich, y ahora en una madurez expresiva que contagia a la orquesta del Mozarteum de Salzburgo, que suena arrebatada de clasicismo no por equilibrado menos emocional.
El reparto es homog¨¦neo y supone la revelaci¨®n de Mojca Erdmann, como Zelmira, que comparte el triunfo con Vito Priante, Richard Croft o Bernard Richter. Haydn convenci¨® en casa de Mozart. El Festival de Salzburgo 2007 y la era J¨¹rgen Flimm han comenzado con buen pie.
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