El rey del mambo
Hace 70 a?os, Cachao cre¨® este ritmo junto a su hermano Orestes. Hoy es una enciclopedia de an¨¦cdotas y un mito de la m¨²sica cubana que sigue exprimiendo el contrabajo a los 89 a?os. Este viernes act¨²a en Madrid
?El se?or Cachao? "El que le habla", contesta por tel¨¦fono desde su casa en Miami. Tiene 88 a?os y es una leyenda: invent¨® el mambo con su hermano Orestes y grab¨® las primeras descargas (improvisaciones afrocubanas). Farewell Tour. 80 Years of Music se anuncia como su gira de despedida. Se piensa un poco la respuesta: "No, todav¨ªa no, la verdad es que no. Me siento bien y no puedo dejar de ser m¨²sico".
Como apunta Fernando Trueba, Cachao es una enciclopedia de chistes y an¨¦cdotas. Se acuerda de la pensi¨®n de la calle del Arenal, en el centro de Madrid, en la que se aloj¨® a principios de los a?os sesenta. Reci¨¦n llegado de Cuba. La menci¨®n del nombre provoca una sonora risa al otro lado del tel¨¦fono. "Hombre, ?fig¨²rese! Hab¨ªa un cura que me dec¨ªa 'usted tiene que ir a misa'. No me dejaba tranquilo. Yo iba el domingo para complacerlo porque si no le hago caso me busco un problema con ¨¦l". Eran tiempos en los que una sotana mandaba mucho. "Aquellos d¨ªas fueron de los mejores que yo pas¨¦ en la m¨²sica, chico", dice con un ligero tono de nostalgia.
Tocaba con Ernesto Duarte y la orquesta Sabor Cubano en Radio Madrid y en locales como El Biombo Chino o El Gallo Rojo, de Alicante.
Probablemente nadie hablar¨ªa hoy de Cachao de no haber sido por Andy Garc¨ªa. Cuando el actor se le acerc¨®, Cachao compaginaba un trabajo en la Filarm¨®nica con actuaciones en restaurantes de lujo. Toc¨® en bodas y bautizos, fiestas griegas y jud¨ªas. Hasta en un divorcio. La m¨²sica cubana no estaba de moda y hab¨ªa que conformarse. En Cuba, all¨¢ por los a?os cincuenta, hab¨ªa llegado a formar parte de un mariachi. "Con un sombrero que me dieron... Las piedras eran de la calle ?fig¨²rese! Aquello pesaba. Yo cre¨ªa que ten¨ªa un edificio arriba. Y me dec¨ªan, 'r¨ªe, r¨ªe'. Y yo, 's¨ª, ?c¨®mo no!".
En 1993 Andy Garc¨ªa lo rescat¨® del olvido grab¨¢ndole el disco Master Sessions y rodando el documental Como su ritmo no hay dos. "?l estaba haciendo El padrino en Los ?ngeles y fue a verme tocar en San Francisco. Yo no sab¨ªa que era hijo de un gran amigo m¨ªo", dice Cachao. Tampoco Andy Garc¨ªa sab¨ªa entonces que Cachao conoc¨ªa a su padre. "Cuando ¨¦l le dice a Ren¨¦... 'Papi, quisiera hacerle un homenaje a un m¨²sico que aprecio mucho, Cachao'. '?Y d¨®nde est¨¢ el sinverg¨¹enza ¨¦se?'. 'Ah, ?pero usted lo conoce?'. 'Muchacho, yo lo conozco desde el a?o cuarenta".
Lleva tocando desde 1926. Como dir¨ªa Bebo, una tonga de a?os. "?sa es la palabra". El 22 de septiembre, en el Carnival Center For The Performing Arts de Miami, se le rendir¨¢ un merecido homenaje.
Una curiosidad: Israel L¨®pez Cachao naci¨® en 1918 en la que fuera la casa de Jos¨¦ Mart¨ª, h¨¦roe de Cuba, en La Habana. En la calle de Paula, n¨²mero 102, barrio de Bel¨¦n. "Ah¨ª nacimos todos los hermanos. Los d¨ªas 28 de enero [conmemoraci¨®n del nacimiento de Mart¨ª] ten¨ªamos que abandonar la casa porque todas las escuelas desfilaban por all¨ª. Nosotros volv¨ªamos al d¨ªa siguiente. As¨ª todos los a?os, hasta que en 1919 el Gobierno nos mand¨® mudar declarando la casa monumento nacional".
Cuando empez¨® a tocar el contrabajo casi no llegaba. "Me ten¨ªa que subir a un cajoncito, imag¨ªnese usted", explica. "Cuando crec¨ª me dije 'pero miren en qu¨¦ problema me he metido con este instrumento, que tengo que estar carg¨¢ndolo de aqu¨ª para all¨¢", dice riendo. "Lo que pasa es que en la familia m¨ªa todo el mundo es contrabajista. Mi hermana, mi hermano, mi madre, mi padre y yo. Los cinco. Y ahora me entero de que en estos 40 a?os que yo llevo ac¨¢ en Miami hay como 35 bajistas en la familia".
Hace 70 a?os que Cachao y su hermano mayor Orestes inventaron el mambo. Orestes, bebedor y mujeriego, era su ¨ªdolo musical. Y los dos -Orestes tocaba el chelo y Cachao el contrabajo- eran miembros de la orquesta de Arca?o y sus Maravillas. "El danz¨®n era muy sencillo y le hicimos un viraje de 180 grados. Cuando se hizo el mambo, en la parte final del danz¨®n, se hizo con una velocidad incre¨ªble y la gente no pod¨ªa bailarlo. Entonces acordamos reducir la velocidad. Luego D¨¢maso P¨¦rez Prado le aument¨® la velocidad a la que ten¨ªamos nosotros anteriormente porque ya era otra ¨¦poca y se bailaba diferente", explica.
Orestes e Israel pod¨ªan llegar a escribir cada semana 28 danzones para la orquesta de Arca?o. Entre los dos calcula que crearon alrededor de tres mil. Un d¨ªa en casa, escuchando la radio, programaron un danz¨®n y a Cachao le pareci¨® muy bueno. Al terminar, el locutor dijo el nombre de su autor: Israel L¨®pez Cachao. ?No lo hab¨ªa reconocido! Cuando compon¨ªa con Orestes fumaba sin parar. "Cinco paquetes diarios", asegura. "Una vez me confund¨ª y me puse el cigarrillo en la oreja y el l¨¢piz en la boca. Era un fumador compulsivo". Se quit¨® de fumar en 1964 -una noche que se qued¨® sin cigarrillos en un barrio caliente de Nueva York y no se atrevi¨® a salir a comprar tabaco- y tambi¨¦n dej¨® el juego. En los hoteles de Las Vegas trabaj¨® durante nueve a?os con artistas como Paul Anka o Sammy Davis Jr. Le pagaban bien, pero la ciudad era una tentaci¨®n.
En 1957 hab¨ªa organizado unas hist¨®ricas descargas. "Las cosas de uno. Siempre con ideas nuevas. Cit¨¦ a los m¨²sicos despues del trabajo en los night clubs. A las cuatro de la madrugada. Y ah¨ª empezamos a grabar hasta las nueve de la ma?ana. En cinco horas hicimos los n¨²meros de la primera descarga. Entonces les recomend¨¦ que se pusieran trajes medievales, de hierro y eso, porque despu¨¦s de que la gente oyera esa locura nos iban a matar" . Pero aquello gust¨®. "Y empez¨® todo el mundo a hacer lo mismo. Yo lo hice como un experimento, pensando que no iba a pasar nada, y pas¨®".
"Un m¨²sico de atril no sirve para eso. Porque nada m¨¢s que toca lo que le ponen, no es capaz de inventar algo", afirma. Curiosamente hay m¨²sicos de la cl¨¢sica que miran con suficiencia a los de la m¨²sica popular: "Yo estaba en la Filarm¨®nica y me dec¨ªan '?por qu¨¦ t¨² tocas esa porquer¨ªa?'. Y yo les dec¨ªa 'porque de eso estoy comiendo tambi¨¦n". "?Usted sabe lo que es salir de una ¨®pera o un concierto vestido de frac y disfrazarse de guarachero en el ba?o del lugar para tocar en un baile? Me dec¨ªan 'ah¨ª viene el ping¨¹ino'. Era tremendo eso. Toc¨¢bamos hasta las tres o las cuatro de la madrugada. Los muchachos se quer¨ªan liar a trompadas y a veces hab¨ªa que tirarse al piso porque las balas pasaban arriba de uno. Hab¨ªa que rezar y todo", recuerda riendo.
Desde el 14 de marzo de 2003, en el 6.554 de Hollywood Boulevard hay una estrella con el nombre de Cachao. Asegura no tener intenci¨®n de escribir sus memorias. Aunque una vez se puso a repasar las orquestas en las que hab¨ªa tocado y perdi¨® la cuenta en la 248. Evoca los d¨ªas con Bola de Nieve en el cine de Guanabacoa poniendo sonido a las pel¨ªculas mudas: "El bater¨ªa se emborrach¨® y, en una pel¨ªcula del oeste, en lugar de tirar seis tiros con las baquetas tir¨® noventa. El p¨²blico le dec¨ªa, 'Chico, ?qu¨¦ te pasa? ?Que el revolver s¨®lo tiene seis balas!". En Cuba, con el cuarteto de Mach¨ªn, anunciaba una funeraria: "No se muera usted, pero si alg¨²n d¨ªa se le ocurre morirse venga a Fuentes". Hasta acompa?¨® en ¨®peras a Renata Tebaldi y Mario del M¨®naco. Y en zarzuelas como Luisa Fernanda a Pepita Embil, la madre de Pl¨¢cido Domingo. A un periodista colombiano le cont¨® que una soprano que sent¨ªa al bajista sin el ritmo adecuado le dijo "Maestro, 6 - 8". Y que ¨¦l contest¨®: "48".
Ni la muerte de su mujer le ha quitado el buen humor. R¨ªe con la facilidad de un ni?o feliz. "Eso es lo que soy. Ahora tengo 38 a?os porque los 50 que viv¨ª antes no se cuentan. Estoy empezando otra vez. Mi padre era as¨ª y mi abuelo tambi¨¦n. Gente de mucha paciencia. Siempre he sido un hombre muy tranquilo. Cuando vienen los malos momentos tambi¨¦n. A todo le doy buena salida. Si estamos de paso. Ya cuando venga el descanso definitivo. Por m¨¢s que me dicen que all¨¢ arriba hay muchas orquestas. Lo ¨²nico que estoy pensando es si habr¨¢ trabajo".
Israel Cachao L¨®pez & The Mambo Masters act¨²an el viernes 3 de agosto en Madrid (Jardines de Sabatini).
?Qui¨¦n invent¨® esa cosa loca?
El mambo era la gran sensaci¨®n. Un hurac¨¢n que recorri¨® el mundo entero a partir de los a?os cincuenta. Ni las amenazas de los curas, asustados por una danza considerada diab¨®lica por el Papa, pod¨ªan con la fascinaci¨®n que aquel ritmo epil¨¦ptico ejerc¨ªa sobre la gente. Y la orquesta del cubano D¨¢maso P¨¦rez Prado (Matanzas, 1916-Ciudad de M¨¦xico, 1989) reinaba sin discusi¨®n en las salas de baile.
Dif¨ªcil permanecer sentado. Su grito gutural (?aaaagh!) se hizo tremendamente popular, y n¨²meros tan irresistibles como Mambo n¨²mero 5, Mambo n¨²mero 8 o el m¨¢s lento Patricia, con el que se contoneaba Anita Ekberg en La dolce vita, de Fellini, a¨²n suenan en muchas fiestas. "?Qui¨¦n invent¨® el mambo / que a las mujeres las vuelve locas? / ?Qui¨¦n invent¨® esa cosa loca?", cantaba el gran Beny Mor¨¦ antes de contestar -estaba entonces en la orquesta de P¨¦rez Prado- que fue "un chaparrito con cara de foca".
El chaparrito, o sea, D¨¢maso P¨¦rez Prado, se llev¨® toda la gloria. A Cachao no parece importarle, no le ha importado nunca. Admite que P¨¦rez Prado modific¨® su mambo al agregarle metales -trompeta, tromb¨®n, saxofones- y lo hizo famoso. ?scar Hijuelos, autor de la novela Los reyes del mambo tocan canciones de amor, lo recuerda en el escenario como un cicl¨®n, "doblando el cuerpo como si fuera de goma, dando vueltas como un perro de presa, en cuclillas como un gato, abriendo los brazos como un ¨¢rbol, elev¨¢ndose como un biplano, corriendo raudo y veloz como un tren, avanzando a saltos como una piedra, dando brincos como un canguro". "Nos llev¨¢bamos muy bien", asegura Cachao. "Lleg¨® una vez de gira a Madrid y se le enferm¨® el contrabajista. Pregunt¨® si hab¨ªa alguno que pudiera tocar esa m¨²sica, y le dijeron: 'Aqu¨ª, el que est¨¢ es Cachao'. '?Ave Mar¨ªa!', dijo, y me llam¨® enseguida. Fui y grab¨¦ con ¨¦l".
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