Memoria evanescente
Con frecuencia, el paso de los a?os desvirt¨²a nuestros recuerdos. Hace de la memoria algo evanescente. Las im¨¢genes del pasado van perdiendo sus contornos primitivos. Archivadas en nuestro armario intelectual, el tiempo les resta nitidez. Se convierten en algo difuso donde mandan m¨¢s las emociones que las figuras. En afortunado intento, Roberto Botija (Bilbao, 1953) viene de plasmar esta ambivalencia que se conforma en el recuerdo y el olvido no siempre deseado en una colecci¨®n de fotograf¨ªas expuestas en el Photomuseum de Zarautz. Se titula El rastro de la memoria.
Es un ensayo que surge a ra¨ªz de la muerte de personas muy queridas por el autor, un momento en que reflexiona sobre la fragilidad de la vida. Este redescubrir lo ef¨ªmero de la existencia es el punto de partida para su trabajo actual. Con anterioridad, su c¨¢mara de placas se deten¨ªa en paisajes y retazos del territorio m¨¢s pr¨®ximo al fot¨®grafo. Los bordes de la r¨ªa de Bilbao y los alrededores m¨¢s pr¨®ximos eran sus escenarios preferidos en su captura de im¨¢genes. Ahora estas parece que llegan de dentro. Se ven marcadas por un proceso de introspecci¨®n donde la figuraci¨®n deja paso a la expresi¨®n de los sentimientos m¨¢s ¨ªntimos. Quiz¨¢s en un primer impacto prevalezca el dolor, pero cohabita con la ternura y el cari?o profundo.
Si bien el significado concedido por el autor a su trabajo llega desde su intimidad, para los visitantes adquiere un sentido m¨¢s universal. Cuando se observan los retratos desdibujados surge la necesidad de recordar a los amigos y familiares perdidos, y cuando queremos perfilar su fisonom¨ªa, nos damos cuenta que ocurre un proceso similar al que la fotograf¨ªa permite con su desenfoque intencionado. Los vemos envueltos por una ligera niebla.
El duelo, la muerte, lo ef¨ªmero del cuerpo humano se contrasta en la muestra con la permanencia de la piedra. Para ello, las fotos en flou se vienen a comparar con otras que representan una serie de esbeltas esculturas propias de panteones y cementerios. Las fotos se reparten en distintos formatos. Predominan las de tama?o mural. Con todo, bajo la escalera de la sala, como queriendo pasar desapercibidas, hay que detenerse a observar seis peque?as joyas de las que mana gran parte de la esencia del contenido que se ofrece.
En definitiva, supone una interesante reflexi¨®n autobiogr¨¢fica, seria y profunda en la que un espectador sensible no puede dejar de implicarse.
El rastro de la memoria. Roberto Botija. Photomuseum. San Ignacio, 11; Zarautz. Hasta el 26 de agosto. Horarios: de martes a domingo, de 10.00 a 13.00 y de 16.00 a 20.00; lunes, cerrado.
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