Hechizo antillano en Peralada con Ainhoa Arteta
Alguien ten¨ªa que hacerlo. El repertorio de canciones latinoamericanas est¨¢ lleno de aut¨¦nticas joyas que rara vez se escuchan con el protagonismo que merecen en auditorios y festivales. Para paliar ese vac¨ªo, la soprano vasca Ainhoa Arteta, la Orquesta de Cadaqu¨¦s y el director asturiano Pablo Gonz¨¢lez han unido esfuerzos y sensibilidad en una aventura concert¨ªstica de aromas antillanos que hechizaron al p¨²blico anteayer en el Festival de Peralada (Girona). Una sofisticada amplificaci¨®n permiti¨® saborear con detalle el lirismo, el vigor r¨ªtmico, el refinamiento orquestal y la inequ¨ªvoca ra¨ªz popular de un repertorio lleno de encantos. Los mismos int¨¦rpretes llevan hoy al Festival de Cadaqu¨¦s obras de Isaac Alb¨¦niz, Enric Granados, Xavier Montsalvatge y F¨¦lix Mendelssohn.
El sensual Danz¨®n cubano n¨²m. 2, del compositor mexicano Arturo M¨¢rquez, abri¨® un fascinante viaje por varios pa¨ªses de Am¨¦rica Latina oportunamente enriquecido con hermosas muestras del cat¨¢logo l¨ªrico de dos compositores espa?oles que supieron incorporar a su lenguaje melod¨ªas, giros y acentos de inspiraci¨®n americana, Ernesto Halffter y Xavier Montsalvatge, cuya magia l¨ªrica y orquestal brill¨® con luz cegadora.
Relajada y sonriente
En muy buena forma vocal, relajada y sonriente, Arteta destap¨® sus mejores esencias l¨ªricas en un repertorio donde tan importante es saber decir cada canci¨®n, con su justa intenci¨®n po¨¦tica, como hacerlo con musicalidad y sensibilidad. La soprano vasca tuvo dos aliados de excepci¨®n, Pablo Gonz¨¢lez, que firm¨® una sutil e inspirada direcci¨®n musical, rica en matices y colores, y la Orquesta de Cadaqu¨¦s, perfectamente engrasada, que respondi¨® con finura y plenitud sonora, en especial sus c¨¢lidas cuerdas.
La Canci¨®n al ¨¢rbol del olvido, del argentino Alberto Ginastera, con arreglos de Guillo Espel, abri¨® un evocador paseo l¨ªrico, ba?ado por la nostalgia, en el que cautivaron cuatro hermosas canciones orquestadas con sutil encanto por Albert Guinovart: la c¨¦lebre Alfonsina y el mar, del argentino Ariel Ram¨ªrez; Azulao, del brasile?o Jaime Ovalle; A ti, del colombiano Jaime Le¨®n, y Ai que linda mo?a, de Ernesto Halffter.
En el coraz¨®n del concierto, Arteta brind¨® una elocuente y bien matizada versi¨®n de las famosas Cinco canciones negras, de Mont-salvatge, con una orquestaci¨®n reducida, autorizada en su d¨ªa por el compositor. Su arte orquestal deslumbr¨® en la pieza A la indiana, perteneciente a Calidoscopi simf¨°nic. Otras dos deliciosas p¨¢ginas orquestales, Tango, de Alb¨¦niz, arreglado por Guinovart, y el rutilante Huapango, del mexicano Jos¨¦ Pablo Moncayo, y dos canciones del peruano Theodoro Valc¨¢rcel y el brasile?o Oswaldo Lacerda completaron una velada que el p¨²blico acogi¨® con entusiasmo. A pesar de los aplausos, Arteta s¨®lo concedi¨® dos propinas, pero muy hermosas, La rosa y el sauce, del argentino Carlos Guastavino, y Modinha, de Ovalle.
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