El destino de los ¨¢ngeles
T¨¢nger: un lugar donde tirarse al mar y permanecer all¨ª para siempre. Su costa: una puerta abierta a dos aguas, atl¨¢nticas o mediterr¨¢neas. El autor habla en este texto de la ciudad del norte de Marruecos m¨¢s cosmopolita, llena de contrastes y de injusticias, destino so?ado por escritores y artistas atra¨ªdos por su luz y sus gentes. Y las im¨¢genes muestran otros lugares costeros del pa¨ªs magreb¨ª.
Esta vez, de verdad, T¨¢nger va a cambiar de piel. Se transforma. Se reorganiza. Reluce. Retoma su verdadero lugar (?cu¨¢l?) en Marruecos. La "casada del norte" va a brillar de nuevo. De verdad. Durante mucho tiempo.
El alma inslente de T¨¢nger puede a¨²n encontrarse en sus calles, sus mercados, sus rincones
Genete quiso ser enterrado en Larache, en un acantilado sobre el mar
Hay que prestar atenci¨®n a los j¨®venes de Marruecos, que sue?an mirando a Espa?a
Es el discurso (oficial) que desde hace alg¨²n tiempo se oye en Marruecos. Despu¨¦s de haber sido, durante el reinado de Hassan II, la mal querida, la desatendida, incluso la apestada, vuelve a la luz. Dicen que es la hora del perd¨®n. ?Estaba previsto? Al contrario que a su padre, al rey Mohamed VI le encanta y va all¨ª con regularidad. A pocos kil¨®metros de la ciudad est¨¢n a punto de inaugurar T¨¢nger-Med, uno de los puertos m¨¢s grandes de ?frica, que se espera cambie completamente la situaci¨®n econ¨®mica del norte marroqu¨ª. El que fuera alcalde de Marraquech, y despu¨¦s de haber transformado, para bien o para mal, la ciudad (por excelencia, la ciudad de la jet set), es ahora alcalde de T¨¢nger, y pretende llevar a cabo la misma proeza (?despojar a la ciudad de su alma y entreg¨¢rsela a los turistas?).
La realidad es que, al igual que otras ciudades de Marruecos, T¨¢nger se mueve, aunque, por el momento, no se sabe hacia d¨®nde se dirige ni a qui¨¦n benefician estos cambios. La realidad es que en esta ciudad at¨ªpica, fascinante y herida suceden cosas, pero no todav¨ªa las suficientes como para eclipsar a los mitos que la rodean, que son leyenda y que, al mismo tiempo, la ciegan y la ahogan. La realidad es que los contrastes inveros¨ªmiles y las flagrantes injusticias que han inspirado a tantos artistas y a tantos escritores (tanto occidentales como marroqu¨ªes) est¨¢n todav¨ªa presentes como llagas que nunca se cerrar¨¢n por completo.
Todo aquel que busca el alma insolente de T¨¢nger puede a¨²n encontrarla en sus calles y callejuelas, en sus rincones sombr¨ªos. Las huellas literarias de los grandes nombres que durante mucho o poco tiempo han residido en esta ciudad que se asoma al mar no se han borrado del todo. Para muchos, T¨¢nger sigue siendo una ciudad fuera de la geograf¨ªa, suspendida entre la tierra y el mar. Una novela libertina. Un poema escandaloso, m¨ªstico. Una prisi¨®n sin barrotes a la que van a parar los decepcionados, los traidores, los desgraciados. La ¨²ltima frontera. El ¨²ltimo sue?o. El quif supremo, el genio del Rif. Un pe?¨®n desde donde tirarse al mar y permanecer all¨ª para siempre. El destino de los ¨¢ngeles.
La lista de visitantes ilustres es larga, demasiado larga. A menudo se habla de ellos, de sus aventuras, y desde el punto de vista ¨¢rabe, bereber, marroqu¨ª, se olvida la huella de T¨¢nger. El T¨¢nger de los rechazados, de los condenados, de los que buscan salir, escapar de Marruecos, es hoy el foco de la actualidad en la ciudad. A T¨¢nger se la ha encerrado, se la ha sometido. Durante mucho tiempo, s¨®lo se ha visto su lado in. Y este aspecto es forzosamente injusto, ilusorio.
Soy de Sal¨¦, una ciudad que se encuentra a orillas del r¨ªo Bou Regreg, frente a la capital, Rabat. De familia tradicional y pobre. En mi casa, nunca se viajaba, nunca nos alej¨¢bamos de nuestro infierno y nuestro para¨ªso cotidianos. Pero un d¨ªa de 1985 sucedi¨® un milagro. En verano, mi hermano mayor nos llev¨® a mi hermano peque?o y a m¨ª dos semanas de vacaciones a T¨¢nger. Por primera vez en mi vida abandonaba mi mundo. En aquel tiempo, esta ciudad representaba lo desconocido. No sab¨ªa nada, por as¨ª decirlo, de su historia, de sus mitos, de su peculiar situaci¨®n en Marruecos. T¨¢nger se me present¨®, apenas me atrevo a decirlo hoy, como si no fuera una ciudad marroqu¨ª. Nada en ella me era familiar. Nada me pertenec¨ªa, pero todo me seduc¨ªa, me cautivaba. Era un extranjero en una ciudad extranjera. Un adolescente lleno de sue?os er¨®ticos en un mundo en el que la literatura parec¨ªa haber encontrado un lugar para reinventarse, para cambiar las palabras, el esp¨ªritu, entrar en el caos original, amar nuevamente como en la ¨¦poca de los hombres primitivos. No sab¨ªa nada, pero, en lo m¨¢s rec¨®ndito de m¨ª, capt¨¦ todo, comprend¨ª todo, respir¨¦ todo, y, sin saberlo, la literatura y la escritura entraron en un peque?o rinc¨®n de mi mente, de mi coraz¨®n, para vivirla y para crecer con ella. Y para obligarme despu¨¦s a pasar a la acci¨®n, a transformarme con los libros.
Al final de ese breve y decisivo viaje, mi hermano mayor me regal¨® una novela en franc¨¦s. El pan desnudo, de Mohamed Choukri. Por segunda vez, y sin saberlo, me introduc¨ªa en la senda de los libros y me convert¨ªa en escritor.
Hab¨ªa descubierto El pan desnudo en T¨¢nger en agosto, unos d¨ªas despu¨¦s de mi cumplea?os. Lo hab¨ªa le¨ªdo por primera vez en ¨¢rabe, cuando ten¨ªa 10 a?os, a escondidas, pero lo hab¨ªa olvidado. Aqu¨ª, en este lugar de Marruecos, lo redescubr¨ª en otra lengua; no la m¨ªa, sino una lengua casi enemiga, la lengua de los ricos de Marruecos, el franc¨¦s. No me gustaba esa lengua, pero gracias a ella entr¨¦ nuevamente en el universo de Choukri y por segunda vez me reencontr¨¦ con un ni?o de la calle, de pies desnudos; con el ni?o rife?o hambriento. Un ni?o que asiste, al principio de ese relato, a una escena alucinante: el padre que mata al hermano peque?o de Choukri estrangul¨¢ndole. Violencia extrema. Violencia y sexo. Sexo y violencia. El escritor describ¨ªa Marruecos sin contemplaciones, sin deseos de seducir, de pretender que guste. Contaba la realidad. Su realidad. Su autobiograf¨ªa. En Marruecos, la mayor¨ªa de las personas recurre a la ficci¨®n, a la opini¨®n general para protegerse, para dar una buena imagen de s¨ª mismos acorde con los dictados de la sociedad. Choukri, no. ?l dec¨ªa "yo" con descaro; un "yo" desnudo, miserable, escandaloso y en ¨¢rabe. Un "yo" que no quieren o¨ªr, un "yo" sometido al silencio durante mucho tiempo. Un "yo" que ha podido salir de la pobreza, reencontrarse en la c¨¢rcel con las palabras, con la escritura, y que, en vez de renegar del pasado, ha dedicado su esfuerzo a revelarlo a un Marruecos hip¨®crita en una lengua sagrada, la del Cor¨¢n.
Cuando El pan desnudo se public¨®, a principios de los setenta, fue un esc¨¢ndalo e inmediatamente fue prohibido. Pero hasta ese momento, el libro se pod¨ªa encontrar bajo cuerda en Marruecos y en varios pa¨ªses ¨¢rabes. Marc¨® nuestro esp¨ªritu y contin¨²a haci¨¦ndolo. Para mi generaci¨®n se convirti¨® en el libro de la literatura marroqu¨ª. Y aunque muchos intelectuales fr¨ªvolos de mi pa¨ªs insisten en denigrarlo y en verlo s¨®lo como "un libro autobiogr¨¢fico", es decir, simple y sin ning¨²n inter¨¦s literario, El pan desnudo es, innegablemente, una obra maestra. Y para muchos escritores de la nueva generaci¨®n, Mohamed Choukri es como un padre. Un literato, no como los dem¨¢s. En cierto modo, es el padre-T¨¢nger, que a lo largo de su vida conoci¨® a varios escritores europeos y estadounidenses atra¨ªdos por su ciudad. Tennessee Williams, Truman Capote, Allen Ginsberg, John Hopkins, Samuel Beckett, William Burroughs y tantos otros. Su encuentro con Paul Bowles, otro de los escritores a los que siempre se asocia con T¨¢nger, fue decisivo. Su notoriedad en los pa¨ªses anglosajones la debe a este autor estadounidense. Fue Bowles el primero que le tradujo al ingl¨¦s en 1973. La amistad que durante tiempo les uni¨® era fuerte y tormentosa. Choukri habla largo y tendido de ¨¦l en su libro sobre el escritor estadounidense, Paul Bowles, el recluso de T¨¢nger.
Si tuviera que hablar de uno s¨®lo de los visitantes de T¨¢nger ser¨ªa sin duda de Paul Bowles. Descubr¨ª su obra a trav¨¦s del cine, en la adaptaci¨®n que hizo en 1990 Bernardo Bertolucci de su novela El cielo protector (John Malkovich y Debra Winger interpretaban a una pareja neoyorquina que llega a T¨¢nger y descubre Marruecos poco a poco, hasta diluirse en ¨¦l, volverse locos y morir). M¨¢s tarde, la lectura del libro supuso para m¨ª un momento muy intenso. Fue Gertrude Stein quien anim¨® a Bowles, un m¨²sico estadounidense que vivi¨® durante veinte a?os en Par¨ªs, a conocer T¨¢nger. En Memorias de un n¨®mada, su autobiograf¨ªa, publicada en 1972, describe lo que sinti¨® la primera vez que lleg¨® a la ciudad, en 1931: "Si digo que T¨¢nger me atrap¨® como si fuera una ciudad de ensue?o, hay que interpretar la expresi¨®n en su sentido literal. Su orograf¨ªa llena de escenas t¨ªpicamente on¨ªricas: calles cubiertas como si fueran pasillos y, a cada lado, las puertas de las casas abiertas; terrazas escondidas que miran al mar, calles que parecen escaleras, callejones sombr¨ªos sin salida, peque?as plazas edificadas sobre pendientes..., se podr¨ªa decir que es el decorado de un teatro dise?ado sin tener en cuenta las leyes de la perspectiva, con calles que salen en todas direcciones". Este laberinto le hizo abandonar poco a poco la m¨²sica para dedicarse cada vez m¨¢s a la literatura. Este pa¨ªs de gente llena de vida, como a ¨¦l le gustaba decir, ser¨¢ definitivamente el suyo a partir de los a?os cuarenta. En ¨¦l se instalar¨¢ -en compa?¨ªa de su mujer, la extraordinaria escritora Jane Auer Bowles, que se volvi¨® loca por la ciudad y sus habitantes, en el sentido estricto de la palabra- y all¨ª muri¨® en 1999.
Al contrario que otros, Paul Bowles se interesar¨¢ intensa y profundamente por la cultura popular marroqu¨ª, hasta el punto de integrarla en su obra. Se sent¨ªa especialmente fascinado por los genios, la brujer¨ªa y las noches en trance. En muchas ocasiones podemos encontrar estas escenas en sus libros. Adem¨¢s era un gran apasionado de la m¨²sica tradicional de algunas cofrad¨ªas religiosas, como las Jillala y las Gnawa. Incluso fue uno de los primeros que grabaron esta rica, embriagadora y ancestral m¨²sica. Durante su vida marroqu¨ª organizaba con regularidad las lila, esas largas noches en las que los marroqu¨ªes endemoniados entran en trance para satisfacer a los esp¨ªritus que viven en ellos. De este modo se volvi¨® un "loco entre los locos".
Despu¨¦s de su muerte se alzaron algunas voces que le criticaban y que le acusaban de haberse aprovechado de Marruecos y de los marroqu¨ªes. Comentarios absurdos que no quer¨ªan ver el papel que desempe?¨® Bowles en la aparici¨®n de algunos talentos tangerinos. Los dos casos m¨¢s sorprendentes son Ahmed Yacoubi, importante pintor hoy d¨ªa mundialmente reconocido, y el escritor Mohamed Mrabet, su amigo y autor de cuentos (todav¨ªa vive y el pr¨®ximo oto?o publicar¨¢ una autobiograf¨ªa en espa?ol), a quien transcribi¨® sus historias y las tradujo al ingl¨¦s para publicarlas en varios libros. A Bowles se le reprocha su sequedad, la permanente iron¨ªa de sus libros y de sus art¨ªculos sobre los marroqu¨ªes. En el fondo, esto no tiene mucho sentido, ya que es como si se le reprochara tener temperamento y estilo. Puede que detr¨¢s de esas cr¨ªticas se esconda otro reproche, desde mi punto de vista absurdo tambi¨¦n: el de la homosexualidad. Bowles s¨®lo se qued¨® en T¨¢nger porque ten¨ªa todos los chicos que quer¨ªa. Una manera estrecha de ver las cosas, simple, hip¨®crita, la de diferenciar entre el deseo y el acto creativo (acto meramente sexual o acto por amor). A nadie se le puede reprochar conocer a un marroqu¨ª (o a un franc¨¦s, o a un egipcio...) que le guste. Lo que ¨¦l hac¨ªa con su vida era un asunto totalmente privado. El problema se plantea cuando el marroqu¨ª se convierte en un objeto sexual y nada m¨¢s, a quien se le niega su trascendencia psicol¨®gica, a quien se trata con condescendencia y a quien no se le permite hablar. Me parece que la vida y la obra de Paul Bowles fueron todo lo contrario. Con el tiempo, ¨¦l se hizo marroqu¨ª.
Otro de los escritores que personalmente me gustan y que en varias ocasiones vivi¨® en T¨¢nger es Jean Genet (1910-1986). La ciudad fue para ¨¦l como una prolongaci¨®n natural de su obra, de su historia e incluso de su cuerpo. Quiso ser enterrado cerca, en Larache, en el precioso cementerio de los soldados espa?oles que se encuentra en un acantilado que da directamente al mar. Su tumba, con forma musulmana, es muy popular, vienen a visitarla de muchos lugares. Juan Goytisolo, que conoci¨® bien a Genet, piensa que ¨¦ste acabar¨¢ por convertirse en santo. Algo que es posible, teniendo en cuenta la cantidad de santos no musulmanes que son venerados en Marruecos.
Por as¨ª decirlo, T¨¢nger resume todos los temas preferidos de Jean Genet: la c¨¢rcel, la traici¨®n, el mal, el trapicheo, el asesinato y el erotismo. En Diario del ladr¨®n escribe: "Esta ciudad representaba tan bien y tan magn¨ªficamente la Traici¨®n que me parec¨ªa que no podr¨ªa ni escribir sobre ella". Llegar a T¨¢nger y vagar por las callejuelas de esta ciudad fraudulenta, de este horrible lugar, en busca de aventuras extremas en las que la realidad se une peligrosamente con los fantasmas. Y qui¨¦n sabe, incluso para aprender algunas palabras de ¨¢rabe.
Cuando Juan Goytisolo lleg¨® a esta ciudad en los a?os setenta, lo que quer¨ªa era aprender ¨¢rabe. Pero enseguida comprendi¨® que no era el lugar ideal porque aqu¨ª casi todo el mundo habla espa?ol. Para conseguir su proyecto tuvo que ir m¨¢s al sur, a Marraquech concretamente, donde vive desde los ochenta (y habla ¨¢rabe). Sin embargo, T¨¢nger le impresion¨® tanto que situ¨® all¨ª su c¨¦lebre novela Don Juli¨¢n, que trata sobre el lento recorrido por las calles de la ciudad de un personaje an¨®nimo a quien se identifica con don Juli¨¢n, el conde espa?ol que en el siglo VIII traicion¨® a su pa¨ªs y lo entreg¨® a las tropas ¨¢rabes.
Antes de continuar con este deambular literario y tangerino me gustar¨ªa detenerme un instante y recordar algo extraordinario que hizo Juan Goytisolo a mediados de los noventa. Las autoridades de Marraquech ten¨ªan la intenci¨®n de transformar la famosa plaza Yemaa el Fna, el coraz¨®n de Marruecos y de la cultura popular, en un supermercado y en un aparcamiento. Afortunadamente, Goytisolo, at¨®nito ante la locura del proyecto, escribi¨® un extenso art¨ªculo en la revista francesa Le Monde Diplomatique en el que resaltaba la enorme importancia que tiene para los marroqu¨ªes este m¨¢gico y ¨²nico lugar del mundo. Con este motivo tambi¨¦n cre¨® una asociaci¨®n para salvar la plaza. La movilizaci¨®n atrajo la atenci¨®n de la Unesco, que se apresur¨® a declarar patrimonio de la humanidad la famosa plaza. Este gesto, que muestra el apego de Juan Goytisolo por las se?as de identidad, es pr¨¢cticamente desconocido en Marruecos, pero conocido por los escritores y los enamorados de la literatura que vienen con regularidad a T¨¢nger a respirar su peculiar aire y encontrarse en el formidable y bonito Hafa, el ¨²nico caf¨¦ literario del reino.
Hafa (acantilado, en ¨¢rabe), un nombre sobre el que podr¨ªan construirse miles de sue?os, como hizo Marcel Proust. Acordarse de todos los que han pasado por all¨ª, desempolvarlo, reinventarlo, prestar atenci¨®n a todas esas personas que viven en este lugar; los j¨®venes de Marruecos, que no tienen futuro, que sue?an y matan el tiempo mirando a Espa?a, candidatos a la inmigraci¨®n clandestina que est¨¢n a punto de convertirse en los aut¨¦nticos h¨¦roes de la literatura y del cine marroqu¨ª.
Hay otros nombres en T¨¢nger que llaman la atenci¨®n y que merecen un recuerdo en esta banalizaci¨®n galopante. El elegante hotel El Minzah, que, a pesar de todo, conserva el esp¨ªritu de anta?o. Les Colonnes, la m¨ªtica librer¨ªa de la ciudad, que vive un nuevo e intenso periodo de esplendor gracias a su director Simon-Pierre Hamelin, que acaba de crear la revista literaria Nejma, cuya ambici¨®n es "escribir, que se escriban palabras en la tierra, en T¨¢nger (...); o¨ªr, que se escuchen las voces perdidas en los vientos de estos dos mares, las tenazas de una leyenda que deja sin aliento, realidad turbulenta y seductora". El Zoco Chico, el Gran Teatro Cervantes, el hotel Ville de France, la sublime iglesia de San Andr¨¦s (construida en 1905) y su cementerio, el cine Mauritania, que el fot¨®grafo Yto Barrada acaba de reformar para convertirlo en filmoteca.
En mayo pasado estuve en Madrid con el escritor espa?ol Javier Montes (30 a?os), que me estuvo hablando durante un buen rato sobre la fascinaci¨®n que ¨¦l y otros j¨®venes de su generaci¨®n sienten por T¨¢nger. Me hablaba emocionado de la novela de ?ngel V¨¢zquez La vida perra de Juanita Narboni (que trata sobre el destino de uno de los ¨²ltimos supervivientes de la colonia burguesa del T¨¢nger espa?ol), y que su lectura le anim¨®, por primera vez en su vida, a escribir un art¨ªculo literario. Cuando por fin pudo visitar T¨¢nger, se resisti¨® a "caer en una especie de mitoman¨ªa o en un peregrinaje sentimental forzoso". Conoc¨ªa de sobra los fantasmas de la ciudad, y, en el fondo, se dijo a s¨ª mismo que a partir de ahora deber¨ªamos ser nosotros los "resucitados" de T¨¢nger.
Volver a T¨¢nger y escribir un nuevo cap¨ªtulo de su historia que hable sobre los barrios de gente sencilla, pobre y olvidada; sobre los r¨ªgidos islamistas que controlan la forma de pensar; sobre los se?ores de la droga que est¨¢n por todas partes. Un gran cap¨ªtulo, audaz, aut¨¦ntico, que de buen grado titular¨ªa 'T¨¢nger, atrapado por la realidad'.
Volver a T¨¢nger e imaginar que se parece a ese cuadro premonitorio de Francis Bacon, Paisaje cerca de Malabata (T¨¢nger, 1963). Negra. Extra?a. Amenazada por borrascas que parecen fantasmas. Iluminada por rel¨¢mpagos. Un crisol del que saldr¨¢ un nuevo mundo, lejos, muy lejos del t¨®pico orientalista y de la imagen pict¨®rica.
Traducci¨®n de Virginia Solans.
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