El hombre pantalla
Ya s¨¦ que est¨¢ prohibido hablar de utop¨ªas despu¨¦s del Gran Escarmiento ideol¨®gico, pero desde que se decret¨® el derrumbe de las utop¨ªas no hago m¨¢s que encontrarme con el famoso g¨¦nero muerto y en todas sus variantes posibles. Dos ejemplos de verano, de cursos de verano, pescados a izquierda y derecha. La extendida utop¨ªa negativa en el mejor estilo del Apocalipsis de san Juan, versi¨®n Al Gore, que est¨¢ causando estragos en el discurso progresista hasta el punto de contaminarlo todo con su famoso CO2; y la utop¨ªa en plan Un mundo feliz como la que el gur¨² Negroponte les acaba de contar a los chicos de FAES (un ni?o: un ordenador) en esos cursillos acelerados para hacerse neocom en siete lecciones y a ver si se olvidan de una vez de la salmodia del apocalipsis seg¨²n Zapatero, lo cual empieza a ser un s¨ªntoma de sensatez en nuestra derecha ultramontana o s¨®lo un s¨ªntoma de que se acerca Rato.
Pero no s¨®lo es que nuestras izquierda y derecha se est¨¦n reciclando a toda leche para el evangelio agorero seg¨²n Al Gore o para el mundo feliz de los ordenadores personales del beato Negroponte, lo cual ya es mucho en un pa¨ªs con tanto horror al futuro; es que el desacreditado g¨¦nero ut¨®pico empieza a ser de nuevo (?c¨®mo lo dir¨ªa yo?) el discurso dominante. Lo que est¨¢ claro es que sin profetizar el futuro no vamos a ninguna parte y que, pong¨¢monos como nos pongamos, ese futuro ser¨¢ tecnol¨®gico y transversal, y de ninguna manera ideol¨®gico y maniqueo, como hasta ahora.
Basta darse una vuelta por los suplementos y las revistas juveniles, las bit¨¢coras modernas, las webs conectadas con el mundo exterior, los conciertos universales o las exposiciones vanguardistas de nuestros centros de arte para comprobar que all¨ª, en esas m¨¢quinas que van por libre pero que nos globalizan, s¨®lo se habla de utop¨ªas, como en los viejos tiempos y sin importar si son utop¨ªas positivas o negativas. El caso, ya era hora, es volver a utopizar sin censuras despu¨¦s del black-out ideol¨®gico de los ¨²ltimos a?os.
El problema, como siempre, est¨¢ en saber qu¨¦ tipo de utop¨ªa de las muchas que diariamente se emiten resistir¨¢ el paso del tiempo y no se convertir¨¢ en profec¨ªa klee-nex. Y elijo dos en el mercado nacional, dejando para otro d¨ªa el comentario b¨ªblico sobre esa nueva plaga de Egipto que es el CO2 y que tanto nos seduce por su catastrofismo radical. Elijo precisamente la utop¨ªa que Negroponte les cont¨® en el cursillo neocom a los chicos de la FAES (un ni?o: un ordenador) y la profec¨ªa reciente que narra Jos¨¦ Luis Brea en su ¨²ltimo libro (Cultura RAM, Gedisa) sobre el fin de la muy dominante y apabullante memoria de archivo, o memoria ROM de disco duro, y su acelerada mutaci¨®n en memoria y cultura de tipo RAM, es decir, comunitaria, relacional, sincronizada, interactiva y en continuo proceso o movimiento.
Y es que basta imaginar las consecuencias de estas dos profec¨ªas tan plausibles y relacionarlas como se relacionan en Matrix para que surja esa potente utop¨ªa en la que todo el mundo, y no s¨®lo los ni?os, tendr¨¢ un ordenador personal y, por tanto, estar¨¢ dotado de una fabulosa memoria RAM que ir¨¢ liquidando poco a poco esa vieja memoria de archivo o de disco duro en la que actualmente se basa nuestra tradicional cultura de acumulaci¨®n (de erudici¨®n ROM) e impide la llegada de esos nuevos conocimientos que, ay, son todos hijos del proceso, la relaci¨®n comunitaria, la interactividad y del vivir (en el globo) conectados en red.
En realidad, estas dos utop¨ªas se resumen en la misma idea de futuro que estos momentos trabaja full time la vanguardia art¨ªstica y los laboratorios de la electr¨®nica de consumo, aunque cada uno por su lado. Una pantalla por individuo y cada ciudadano transformado en medio de comunicaci¨®n de masas. O sea, el nacimiento del hombre pantalla; como en su d¨ªa Bradbury pari¨® en Fahrenheit a aquellos hombres libro de exclusiva memoria ROM para resistir contra la tiran¨ªa de la Gran Pantalla ?nica que iba a liquidar la memoria libresca (esencialmente novelera) y que, por cierto, era una idea plagiada de la caverna de Plat¨®n, como en los casos no menos c¨¦lebres de las pantallas ¨²nicas de Huxley, Orwell y tantos otros ilustres futurismos que no dieron una.
Liquidado felizmente el arraigado mito de la Gran Pantalla ?nica, cuando la realidad se ha transformado en todo lo contrario, en una infinita multiplicaci¨®n de pantallas, este hombre pantalla de las nuevas utop¨ªas de Negroponte y Brea no ser¨ªa un resistente, un acumulador de memoria vieja, sino todo lo contrario: un sincronizador del presente. Recibir¨ªa en tiempo real todas las se?ales del mundo exterior y al mismo tiempo podr¨ªa emitir on line sus propias se?ales o mensajes personales a todo el globo. Una utop¨ªa jam¨¢s imaginada, aunque t¨¦cnicamente posible (adem¨¢s de rentable), no muy diferente de aquellos pelmazos hombres libro de Bradbury y que acabar¨ªa de una vez con la antigua mandanga prehist¨®rica de esa maldita comunicaci¨®n asim¨¦trica y maniquea que un d¨ªa del siglo pasado nos pari¨® y de la que seguimos quej¨¢ndonos. Ya digo, basta imaginar la existencia del nuevo hombre pantalla, con su fabuloso cruce de memorias ROM y RAM, y su prodigiosa capacidad de recibir y emitir se?ales en todos los sentidos, para jubilar definitivamente tanto futurismo d¨¦bil extraviado de siglo, de literatura y de tecnolog¨ªas, y que nos hizo perder tanto tiempo.
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