5.000 madrile?os viven en chabolas
Santa Catalina, en Vallecas, es el mayor poblado de la regi¨®n tras los derribos en El Salobral
Luc¨ªa Pardo, una mujer de 20 a?os con los ojos oscuros llenos de tristeza, no sab¨ªa d¨®nde iba a dormir. Una enorme excavadora cumpli¨® a primera hora de la ma?ana del mi¨¦rcoles una orden judicial y derrib¨® la chabola que ten¨ªa con su marido y su hijo de 16 meses en el poblado de El Salobral, en el distrito de Villaverde. "?Por qu¨¦ nos hacen esto? No tenemos familia y nos tocar¨¢ dormir en la furgoneta. No hay derecho a esto", protestaba Luc¨ªa, mientras su marido cargaba el aparato de aire acondicionado que hab¨ªa en la infravivienda.
Una mujer que vive en una infravivienda dice que "de noche salen ratas como gatos"
La jornada del mi¨¦rcoles fue "tranquila", seg¨²n reconocieron los t¨¦cnicos de la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo (EMVS) y agentes de polic¨ªa. Algunos mi¨¦rcoles (d¨ªa en el que se hacen los derribos) han llegado a tirar hasta 14 chabolas. El pasado, s¨®lo tres. Dos por orden judicial y la tercera, por el realojo de la familia en un piso de Legan¨¦s, tras recibir un curso de c¨®mo integrarse en una comunidad de vecinos. Este colectivo cumpl¨ªa los requisitos del Instituto de Realojo e Inserci¨®n Social (IRIS, dependiente de la Comunidad de Madrid) de residir en El Salobral en enero de 2005, cuando se hizo el censo de poblaci¨®n de esta zona marginal de la capital, situada a escasos 10 metros de la autov¨ªa de Andaluc¨ªa (A-4) y de la M-45.
Luc¨ªa se dedica junto con su marido a la recogida de chatarra por la regi¨®n. Vive en el poblado chabolista de Villaverde desde julio de 2004. Ayer no paraba de quejarse. "Hemos puesto muchos recursos pero nadie nos ha hecho caso. No sab¨ªa que era necesario empadronarse. Por eso no me tienen en cuenta esos meses. Si lo hubiera hecho, ahora me habr¨ªan dado una casa", a?ad¨ªa molesta.
La excavadora entra en la parcela de Luc¨ªa y empieza a destrozar la chabola. Las paredes de madera caen a la vez como las piezas de un domin¨®. Se levanta una gran polvareda. En las proximidades seis agentes de la comisar¨ªa de Villaverde y otros cuatro de la Polic¨ªa Municipal vigilan junto a responsables de la EMVS el derribo. El operario de la excavadora no escatima trabajo. Tras caer el mecano de madera, la emprende con el dep¨®sito de agua. Despu¨¦s, derriba las verjas y construye zanjas en medio del terreno. "Es la ¨²nica manera de que la gente no vuelva a levantar m¨¢s chabolas", concluye un t¨¦cnico municipal.
La visi¨®n de El Salobral llama la atenci¨®n, sobre todo, para los que lo conocieron hace un lustro. Ya no existe el trasiego intermitente de toxic¨®manos en busca de su dosis diaria. Antes era frecuente que la polic¨ªa montara vigilancia continua. Ped¨ªa la documentaci¨®n a todos los transe¨²ntes y comprobaba las matr¨ªculas de los veh¨ªculos que intentaban acceder a esta zona marginal. "Como ahora va mucha menos gente, la delincuencia en el distrito ha bajado. Tambi¨¦n se pueden dedicar m¨¢s agentes a otras tareas", explica un responsable policial.
Y es que hasta hace un par de a?os El Salobral era el poblado chabolista m¨¢s grande de Europa. Un t¨ªtulo de dudoso honor. Lo formaban cerca de 500 chabolas que aumentaban continuamente. La parte m¨¢s cercana a las v¨ªas y a la avenida de Andaluc¨ªa estaba poblada por familias que se dedicaban al trapicheo de droga. Sobre todo, coca¨ªna. En la parte baja, m¨¢s pegada a la autov¨ªa de Andaluc¨ªa, resid¨ªan inmigrantes rumanos que fueron expulsados de otras zonas de la capital, como en Malmea, en el norte de Madrid.
El panorama de ahora es muy distinto. Las casi 500 chabolas han dado paso a poco m¨¢s de un centenar. Las previsiones del IRIS son que este poblado haya desaparecido en marzo de 2008. Los realojos deber¨ªan de estar concluidos en noviembre de este a?o. El resto de chabolas ir¨¢ poco a poco en funci¨®n de las ¨®rdenes judiciales de derribo. "El compromiso es que en esa fecha haya concluido el proceso y est¨¦ todo terminado", se?ala un portavoz del IRIS.
Los habitantes que a¨²n quedan en El Salobral tienen bastante miedo. A principios de la semana pasada se desencaden¨® un incendio por la noche y fueron necesarias cinco dotaciones de bomberos para extinguir el fuego de los pastos y evitar que las llamas llegaran a las chabolas. Como se quemaron los cables de la electricidad, llevan varios d¨ªas sin luz. "Ahora estamos como en la mili. Todas las noches se tiene que quedar alguien despierto para ver si hay algo. Como somos tan pocos, tenemos miedo de que nos despertemos ya con un incendio muy avanzado", explica Bel¨¦n, una de las residentes de esta zona marginal que ha presentado varios recursos para evitar que derriben su chabola sin una vivienda donde meterse.
"Las ratas son aqu¨ª como gatos. Son enormes y salen por la noche a buscar todo lo que hay. Da mucho miedo, sobre todo, cuando hay ni?os peque?os", a?ade.
El ¨²ltimo censo del IRIS regional, cerrado a 31 de diciembre de 2006, recoge que hay 1.084 familias en la Comunidad de Madrid que viven en chabolas, lo que supone unas 5.000 personas. Est¨¢n repartidos en 11 n¨²cleos de infraviviendas y nueve asentamientos. La tipolog¨ªa del residente siempre es la misma. Familia de bajo sustrato social, generalmente de etnia gitana. Son grupos con varios hijos (cuatro o cinco) que no acuden a centros escolares. Se dedican a la recogida de chatarra y a la venta ambulante en mercadillos de la regi¨®n. Esa es al menos la versi¨®n oficial, ya que tambi¨¦n los hay que trapichean con drogas. Muchos de ¨¦stos se han trasladado al nuevo hipermercado de la droga, la Ca?ada Real Galiana, en el distrito de Villa de Vallecas. Se trata de una enorme calle de m¨¢s de tres kil¨®metros de longitud a cuyos lados hay casas que carecen de licencia municipal. Flamantes coches aparcados en las puertas son el signo de este narcotr¨¢fico.
Las condiciones de salubridad en todos los poblados son nefastas. Carecen de alcantarillado, aceras, siquiera asfalto en las calles... Eso hace que cada vez que llueva se conviertan en un barrizal y que sea imposible entrar y salir salvo en todoterrenos. ?stos son los veh¨ªculos que abundan en estas zonas, pese a la supuesta falta de recursos de sus habitantes.
Las infraviviendas tambi¨¦n disponen de los electrodom¨¦sticos de ¨²ltima generaci¨®n. No les falta el aire acondicionado en la mayor¨ªa de los casos y muchos chabolistas han enlosado la zona con modernas plaquetas. Sin embargo, la miseria es patente. Coches robados abandonados, escombros por doquier y basura hacinada en cualquier lugar del recorrido es la estampa habitual en estas infraviviendas.
El Salobral ya ha dejado heredero. Seg¨²n el censo del IRIS, el poblado de Santa Catalina, en Puente de Vallecas, es el m¨¢s grande de la regi¨®n, con 182 chabolas. Le siguen El Ca?averal (Vic¨¢lvaro), con 148, y Las Mimbreras (Latina), con 132.
Uno de los poblados que tambi¨¦n han pasado a la historia, o casi, es el de La Quinta, en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Ahora s¨®lo quedan 10 infraviviendas. Lejos quedan ya el centenar de las casas que alcanz¨® esta zona marginal en el verano de 1992, poco despu¨¦s de su formaci¨®n. El entonces Consorcio para el Realojamiento de la Poblaci¨®n Marginada (el actual IRIS) lo levant¨® para alojar a las 83 familias chabolistas procedentes de los poblados de la Cruz del Cura y Ricote, en Fuencarral, y de la avenida de Aster, en Chamart¨ªn.
Las previsiones municipales ya recog¨ªan en 2006 que este poblado estuviera derruido antes del final del verano de ese a?o, es decir, hace 12 meses. Pero fallaron. Y a¨²n quedan nueve familias en esa zona marginal a la que acuden decenas de yonquis para comprar sus dosis. Es de hecho donde m¨¢s se trafica con hero¨ªna de toda la regi¨®n.
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