Notas para la esperanza
La lluvia no desluce el concierto de Barenboim y su orquesta de palestinos e israel¨ªes
Concentrado como estaba dando ¨®rdenes a la orquesta, Daniel Barenboim no se hab¨ªa dado cuenta de que la temida tormenta de verano hab¨ªa hecho su aparici¨®n. Llevaba dirigidos seis minutos de La Pat¨¦tica, de Chaikovski, cuando no pudo menos que esbozar una sonrisa al volverse hacia el p¨²blico y ver la Plaza Mayor cubierta de paraguas.
Hasta ese momento, casi una hora despu¨¦s de iniciarse el concierto, no hab¨ªa ca¨ªdo ni una gota. La adversidad atmosf¨¦rica, sin embargo, no sorprendi¨® a casi nadie, ni fue capaz de ensombrecer la majestuosidad de la m¨²sica y la grandiosidad de La West-Eastern Divan, esa orquesta ya famosa por contar en sus filas, b¨¢sicamente, con j¨®venes palestinos e israel¨ªes.
M¨¢s de 6.000 personas llenaron la plaza Mayor pese a la amenaza de tormenta
Alicia Moreno, la concejal de las no hab¨ªa dejado de mirar al cielo en toda la tarde. La humedad que deja en el ambiente una lluvia repentina, puede alterar la afinaci¨®n y los sonidos de los delicados instrumentos. Hab¨ªa preocupaci¨®n por si las precipitaciones anunciadas resultaban excesivas y obligaban a suspender el concierto. A las diez de la noche, Moreno respir¨® tranquila. Aunque el alcalde hab¨ªa anunciado que se retrasar¨ªa unos minutos, el buen tiempo reinaba.
Leonora III, de Beethoven fue la primera pieza que son¨®. Ver al argentino israel¨ª dirigir es parte del espect¨¢culo. Sin partitura, parece que la m¨²sica le emana del cuerpo. No s¨®lo es su batuta la que indica a los m¨²sicos el tempo, el ritmo y el ¨ªmpetu que han de poner. Todos sus gestos, ademanes, miradas y gui?os tambi¨¦n les marcan el camino.
Como hab¨ªa anticipado a mediod¨ªa de ayer, Barenboim a?adi¨® al repertorio previsto Las variaciones, de Sch?nberg, que ¨¦l defini¨® mejor, ya ante el p¨²blico instantes antes de abordarlas, como transformaciones. Revel¨® que para interpretar esas piezas tan complicadas, es necesario que "cada m¨²sico no solo conozca su parte a interpretar, sino la parte completa de los dem¨¢s m¨²sicos". De alguna manera, hac¨ªa alusi¨®n a la idea que le ronda en la cabeza ¨²ltimamente para abordar el conflicto de Oriente Pr¨®ximo: "La m¨²sica no sirve por s¨ª misma para la paz. Sirve para escuchar al otro, y entenderlo". Quiz¨¢ sea esa una de las nuevas v¨ªas, alejadas de voluntarismo, que puedan acometer el enquistado problema entre los pueblos palestino e israel¨ª.
En la Plaza Mayor, anoche, sentada en la primera fila, se encontraba Miriam Said, viuda de Edward Said, el fil¨®sofo y escritor palestino que se uni¨® con Barenboim para buscar caminos de entendimiento. Durante el rato que arreci¨® la lluvia, Ruiz-Gallard¨®n, que se hab¨ªa incorporado al concierto al terminar Leonora III, sujetaba caballerosamente su paraguas para evitar que la ilustre invitada se mojara. A veces dio la sensaci¨®n que Barenboim dirig¨ªa tambi¨¦n a la tormenta. Un brusco movimiento de su batuta, un rayo; un brazo en¨¦rgicamente alzado, un trueno. Tanto nervio y pasi¨®n, que en un momento su batuta sali¨® disparada y a punto estuvo de golpear a un violinista.
Pero ni la lluvia ni los truenos deslucieron el concierto. Anoche, nadie se movi¨® de la Plaza Mayor. Impert¨¦rritos, los casi seis mil asistentes, no abandonaron sus asientos hasta que La Pat¨¦tica dej¨® en el aire la ¨²ltima nota. Justo con el gesto con el que Barenboim puso el fin, tambi¨¦n se acab¨® la lluvia. Casi cinco minutos de aplausos y las rosas de rigor, que el director regal¨® a su primera viola y a su primer viol¨ªn, esos m¨²sicos que sirven de correa de transmisi¨®n entre el director y el resto de la orquesta.
Cualquier concierto de la West-Eastern Divan dirigida por Barenboim, es un canto a la esperanza. Anoche, en medio de las adversidades, el mensaje result¨® m¨¢s claro.
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