El defectuoso plan de Bush para Oriente Pr¨®ximo
El hecho de que se convocara una cumbre en Damasco del eje del mal de Oriente Pr¨®ximo -Ir¨¢n, Hezbol¨¢, Siria y Ham¨¢s- inmediatamente despu¨¦s de que el presidente George W. Bush reclamase una conferencia de "moderados" para promover un acuerdo de paz entre Israel y Palestina, vuelve a mostrar hasta qu¨¦ punto est¨¢n entrelazados los problemas de la regi¨®n. La reuni¨®n de Damasco refleja la concepci¨®n que tiene Ir¨¢n de la paz entre israel¨ªes y ¨¢rabes como una importante amenaza estrat¨¦gica, que le condenar¨ªa al aislamiento en un entorno ¨¢rabe hostil y liberado de su conflicto con Israel. Adem¨¢s, los iran¨ªes convocaron el encuentro para tratar de forjar una alianza contra un posible ataque de Estados Unidos a sus instalaciones nucleares.
Estados Unidos siempre ha sabido que los problemas de Oriente Pr¨®ximo est¨¢n interrelacionados, pero, durante muchos a?os, se equivoc¨® al decidir sus prioridades, porque no se dio cuenta de que, para encontrar un momento Arqu¨ªmedes en el problema de Oriente Pr¨®ximo, era preciso buscarlo en la cuesti¨®n palestina, no en la "guerra contra el terror", Irak ni en la necesidad de democracia en los pa¨ªses ¨¢rabes. Bush ha tardado seis a?os de pol¨ªticas obstinadas y err¨®neas en reconocer, por fin, que "Irak no es el ¨²nico asunto fundamental en Oriente Pr¨®ximo".
La iniciativa de Bush es un esfuerzo a la desesperada para salvar la posici¨®n de Estados Unidos en una regi¨®n en la que se encuentra a la defensiva en todos los frentes. Resulta especialmente ir¨®nico que, en claro contraste con su propia ret¨®rica, el llamamiento que ha hecho para que se celebre una conferencia de paz de Oriente Pr¨®ximo es un llamamiento a la guerra contra Ham¨¢s, el partido que gan¨® las elecciones democr¨¢ticas, y a la paz con Al Fatah, el partido que las perdi¨®.
No obstante, la iniciativa de Bush tiene algunas virtudes. Por fin ha reconocido el fracaso de la Hoja de Ruta y, por consiguiente, la necesidad de omitir las etapas intermedias y pasar directamente a un acuerdo definitivo entre israel¨ªes y palestinos. Adem¨¢s, tanto ¨¦l como la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, fueron mucho m¨¢s tajantes que de costumbre al advertir a Israel que su futuro no reside en "la ocupaci¨®n continuada de Cisjordania". Por otra parte, Bush se mostr¨® m¨¢s cerca que nunca de respaldar el plan de paz del ex presidente Bill Clinton, al afirmar que "las fronteras del pasado, las realidades del presente y los cambios acordados" ser¨¢n los elementos que definir¨¢n su soluci¨®n de dos Estados.
Pero la estrategia de Bush tiene graves contradicciones. Las reglas b¨¢sicas de la conferencia excluyen a los radicales -Siria y Ham¨¢s-, con lo que les empuja a seguir actuando como terceros en discordia. Es absurdo creer que es posible alcanzar la paz sin la participaci¨®n de las fuerzas radicales. Mientras Ham¨¢s y Siria se queden al margen del proceso de paz orquestado por Estados Unidos, no tendr¨¢n m¨¢s remedio que permanecer en la ¨®rbita de Ir¨¢n.
Los saud¨ªes, desde luego, est¨¢n interesados en apoyar este desesperado intento estadounidense de lograr una paz entre israel¨ªes y palestinos, sobre todo ahora que, por primera vez en la historia, Israel no se ha opuesto a un acuerdo de venta de armas entre Estados Unidos y Arabia Saud¨ª; el miedo que tienen todos a Ir¨¢n es un factor importante. Sin embargo, el hecho de que Arabia Saud¨ª desee participar en la conferencia puede tener un precio demasiado elevado para Israel: el respaldo a la iniciativa ¨¢rabe de paz. ?ste es el motivo por el que la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, tuvo una reacci¨®n precavida ante la ambigua aceptaci¨®n
saud¨ª de su invitaci¨®n a asistir a la conferencia.
Bush tuvo raz¨®n al pedir a los Estados ¨¢rabes amigos que contribuyan al acuerdo de paz entre Israel y Palestina. ?Pero cu¨¢nta presi¨®n puede ejercer sobre ellos cuando, al mismo tiempo, le son tan necesarios para su "guerra contra el terror" y para contener a Ir¨¢n? Su petici¨®n de que Egipto y Jordania sustituyan a Israel como puerta de salida de las exportaciones palestinas, una idea nueva y valiosa, seguramente encontrar¨¢ resistencia. Para estos "moderados" y aliados de Estados Unidos, paz quiere decir concesiones israel¨ªes, no sacar las casta?as del fuego a Israel, al menos mientras se niegue a respaldar el plan de paz ¨¢rabe.
La iniciativa estadounidense actual parece razonable, pero es muy poco realista. Tony Blair, nuevo enviado especial del Cuarteto (Estados Unidos, la Uni¨®n Europea, Naciones Unidas y Rusia), ha pedido "una conferencia con sustancia". Pero a Israel s¨®lo se le exigir¨¢ que entable negociaciones de paz si los palestinos toman medidas en¨¦rgicas contra el terrorismo -es decir, se arriesgan a tener otra guerra civil entre Al Fatah y Ham¨¢s- y eliminan la corrupci¨®n.
Ese planteamiento -junto a una conferencia cuyo objetivo es "examinar los avances hacia la construcci¨®n de instituciones palestinas, buscar maneras de respaldar nuevas reformas y apoyar el esfuerzo que est¨¢n realizando las dos partes"- se ajusta perfectamente a la posici¨®n israel¨ª. Pero las milicias palestinas han demostrado, una y otra vez, que no van a abandonar la lucha armada hasta que exista un Estado palestino con las fronteras de 1967 y la Jerusal¨¦n ¨¢rabe como capital.
?ste es el escollo fundamental de una estrategia basada en crear la divisi¨®n entre los "moderados" del presidente palestino, Mahmud Abbas, y los "extremistas" de Ham¨¢s. Si Abbas pretende resultar vencedor, no ser¨¢ mediante "gestos" ni gracias a un proceso de "construcci¨®n de instituciones", por muy importantes que sean ¨¦stas. S¨®lo un acuerdo de paz como es debido, que satisfaga las aspiraciones fundamentales del nacionalismo palestino, podr¨¢ darle la legitimidad popular necesaria para hacer frente a los radicales.
Shlomo Ben-Ami, antiguo ministro de Exteriores de Israel, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia. ? Project Syndicate, 2007.
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