Leonardo y su curiosidad infinita
Primero desaparecen las l¨ªneas de la carretera. Despu¨¦s, la carretera. En cada cruce de caminos hay una hornacina con una virgen de cer¨¢mica. Olivos, m¨¢s olivos, una higuera, un columpio hu¨¦rfano. En Anchiano, a media hora a pie desde Vinci, custodiada por un reloj de sol al que le han robado los n¨²meros, est¨¢ la casa en la que dicen que naci¨® Leonardo da Vinci. La mujer que vigila la finca no lo duda. En esta vivienda maciza de tres habitaciones presididas por el emblema de la familia -un le¨®n tocado con un yelmo que se apoya en un escudo barrado- naci¨® en 1452 el artista m¨¢s famoso del mundo: hijo ileg¨ªtimo de un notario y de una campesina, bisexual, solitario, vegetariano y zurdo; pintor, dibujante, escen¨®grafo, ingeniero; el hombre "m¨¢s tercamente curioso de la historia", como lo defini¨® uno de sus bi¨®grafos, el hombre que prefer¨ªa la experiencia a la teor¨ªa y que dej¨® escritas 6.000 p¨¢ginas que necesitan un espejo para ser le¨ªdas.
En Tokio vieron 'La Anunciaci¨®n' 10.000 personas al d¨ªa. A tres segundos por persona
El jardinero de Villa Vignamaggio recuerda a Jackie Kennedy de visita en la casa
Los que m¨¢s han hecho por el mito de Leonardo son Dan Brown y el ladr¨®n de 'La Gioconda'
Lo mejor de la casa es el paisaje, que se desborda por la falda del Monte Albano. En el interior, un raqu¨ªtico panel con la lista de los libros que formaron la biblioteca del creador: Tito Livio, Plinio, Le¨®n Batista Alberti, Lucano, San Agust¨ªn, Ovidio. Hasta 75. Hoy d¨ªa, cualquier estudiante de bachillerato tiene muchos m¨¢s. No es lo mismo informaci¨®n que conocimiento.
Todo Vinci, un pueblo de 15.000 habitantes que es una pura cuesta, gira en torno a Leonardo. Las pizzer¨ªas se llaman como sus cuadros, hay una biblioteca dedicada monogr¨¢ficamente a su vida y dos museos consagrados a su obra. El m¨¢s antiguo ocupa el imponente castillo que vigila la comarca y alberga una colecci¨®n de m¨¢quinas de madera construidas por IBM a partir de los c¨®dices. Imposible no contemplarlas como apuntes de un visionario: una bicicleta, un ca?¨®n, un ala delta, una escafandra.
En la entrada, una cronolog¨ªa resume escuetamente los d¨ªas de un genio que asisti¨® a la desaparici¨®n de un universo y al nacimiento de otro, el nuestro. La mera n¨®mina de sus contempor¨¢neos basta para comprobar que su vida transcurri¨® en el ojo del hurac¨¢n de la historia. Nacido un a?o antes de la ca¨ªda de Constantinopla y a cuarenta del descubrimiento de Am¨¦rica, entre los que compartieron su tiempo est¨¢n Crist¨®bal Col¨®n, Gutenberg, Maquiavelo, Lutero y Erasmo. Y, por supuesto, sus grandes rivales, Rafael y Miguel ?ngel, que pint¨® los casi 800 metros cuadrados de la b¨®veda de la Capilla Sixtina en cuatro a?os. Los mismos que tard¨® ¨¦l en pintar La Gioconda en una tabla de chopo de 73 - 53 cent¨ªmetros que duerme en el Louvre desde 1797. Miguel ?ngel est¨¢ enterrado en la rutilante iglesia de la Santa Croce de Florencia. Rafael, en el mism¨ªsimo Pante¨®n de Agripa, en Roma, al lado de los reyes de Italia. Nunca se ha sabido con seguridad en qu¨¦ lugar de Francia est¨¢ enterrado el autor de La ¨²ltima cena, pero cuando la Warner decidi¨® que las Tortugas Ninja llevaran el nombre de cuatro genios del Renacimiento decidi¨® tambi¨¦n que el jefe de la pandilla ser¨ªa Leonardo.
El castillo de Vinci, que alberga tambi¨¦n la sobria iglesia en la que fue bautizado nuestro hombre, est¨¢ tomado por escuadrillas de visitantes que se mueven en bloque, como bancos de peces, y se hacen fotos en la plaza que inaugur¨® el a?o pasado Mimmo Paladino. El espacio, de suelo irregular y lleno de aristas, parece dise?ado expresamente para que los turistas se abran la cabeza. La venganza de un transvanguardista prejubilado convertido al credo de la deconstrucci¨®n. Como si Miquel Barcel¨® y Zaha Hadid se hubieran puesto a trabajar juntos despu¨¦s de una noche de farra. Una placa, eso s¨ª, advierte de que pisamos una obra de arte que requiere "respeto y prudencia".
En esta suerte de parque tem¨¢tico de la mitoman¨ªa tiene tambi¨¦n su sede el Museo Ideale Leonardiano, el ¨²nico del mundo dedicado al "Leonardo total". Su propietario y director es Alessandro Vezzosi, uno de los principales estudiosos del artista toscano. Vezzosi -que acaba de volver de Amboise, el lugar en el que muri¨® el maestro en 1519- fue el hombre que intent¨® que el m¨ªtico C¨®dice Leicester volviera a Italia cuando sali¨® a la venta. Se le adelant¨® Bill Gates con 31 millones de d¨®lares. En la casa de Anchiano hay una foto en la que se ve al erudito junto al capo de Microsoft. No fue tomada ni en Seattle ni en Florencia, sino en Tokio. Leonardo es un mito en Jap¨®n. All¨ª viaj¨® La Gioconda en 1974, y all¨ª fue llevada en marzo pasado La Anunciaci¨®n, que cuelga en los Uffizi. Vezzosi se opuso a un traslado que el ministro de Cultura italiano calific¨® de "sacrificio necesario". "Expusieron el cuadro durante tres meses", relata el director del Museo Ideale, "y proclamaron que lo hab¨ªan visto 10.000 visitantes al d¨ªa. Sale a tres segundos por persona. Nadie va a convencerme de que eso es cultura". El historiador ha le¨ªdo, por supuesto, El c¨®digo Da Vinci, que, dice, est¨¢ lleno de barbaridades: "Pero el problema no es que una novela contenga errores, lo grave es que los contengan tantos libros de historia. De entrada, Leonardo naci¨® aqu¨ª, pero no en la casa de Anchiano. Su padre la compr¨® cuando ¨¦l ten¨ªa ya 30 a?os".
Para Alejandro Vezzosi, que ha promovido el manifiesto Salvemos a Leonardo, el artista de Vinci es un vanguardista "porque quiso cambiar el mundo". Fue, adem¨¢s, el que llev¨® m¨¢s lejos "la complejidad polifac¨¦tica de los genios del Renacimiento. En sus trabajos de ingenier¨ªa est¨¢ el pintor y viceversa, algo que no pasa en otros artistas. Nadie dibujaba como ¨¦l". Vezzosi, empe?ado en evitar que el mito se coma al creador, no duda en se?alar a dos hombres separados por casi un siglo que han contribuido como pocos a convertir a Leonardo da Vinci en un icono universal y en pasto de todas las conspiraciones: Vincenzo Perugia y Dan Brown.
El impulso m¨¢s reciente a la mitolog¨ªa leonardesca ha sido, sin duda, la novela de este ¨²ltimo. Desde que se public¨® en 2003, ha vendido 40 millones de ejemplares en todo el planeta. Con raz¨®n, la traducci¨®n italiana que se vende en la estaci¨®n de ferrocarril de Empoli, cerca de Vinci, la anuncia como "el mayor ¨¦xito editorial de todos los tiempos". Pero antes que el novelista estadounidense, un pintor de 30 a?os llamado Vincenzo Perugia puso para siempre a La Gioconda en el centro de todas las miradas. En la madrugada del 21 de agosto de 1911, Perugia, que hab¨ªa trabajado en el museo, entr¨® en el Louvre. Era lunes, d¨ªa de cierre semanal. Se dirigi¨® a la sala de La Mona Lisa, un cuadro que mide menos que un peri¨®dico desplegado dos veces, lo sac¨® del marco y se lo llev¨®.
'La Gioconda' sale de gira
Desde Par¨ªs, una ciudad que ya a finales del siglo XIX contaba con 37 rotativos, la noticia cobr¨® escala planetaria. Despu¨¦s de que el Louvre cerrara una semana, empezaron a formarse colas para ver vac¨ªa la pared en la que antes colgaba el cuadro. Aparecieron sospechosos bajo los adoquines, entre ellos Picasso y Apollinaire, que lleg¨® a pasar una temporada en la c¨¢rcel.
Mientras el ladr¨®n viajaba por Europa tratando de poner el bot¨ªn en manos de marchantes que lo tomaban por loco, la prensa rescataba la biograf¨ªa de Leonardo escrita por Vasari en el siglo XVI y hablaba de la enigm¨¢tica sonrisa que hab¨ªa desatado el mito rom¨¢ntico de la mujer fatal en torno a aquel rostro sin cejas. Faltaban por llegar los bigotes que le pint¨® Marcel Duchamp, el novelero ensayo que le dedic¨® Sigmund Freud, las canciones de Nat King Cole, Elton John y Bob Dylan y la dentadura de Julia Roberts, pero La Mona Lisa se hab¨ªa convertido para siempre en la pintura m¨¢s famosa del mundo.
Dos a?os despu¨¦s del robo, Perugia viaj¨® en tren a Florencia y se hosped¨® en el peque?o Hotel Tr¨ªpoli, a unos pasos de la estaci¨®n de Santa Mar¨ªa Novella. Llevaba el cuadro en una caja. Cuando intent¨® vend¨¦rselo a un anticuario -"devolverlo a Italia", dec¨ªa ¨¦l- fue detenido. Le cayeron un a?o y quince d¨ªas de condena.
Filippo Matteini es el responsable actual del viejo Tr¨ªpoli, que hoy se llama, c¨®mo no, Hotel La Gioconda. Instalado en la recepci¨®n bajo una copia de su protectora, Matteini tiene una teor¨ªa: "Fue un robo por encargo. ?ste era un albergue para peregrinos y estaba pegado a un convento. Adem¨¢s, la mujer que sirvi¨® de modelo est¨¢ enterrada cerca de aqu¨ª. La Iglesia siempre ha estado alrededor de Leonardo". ?Otro lector de Dan Brown? Lo cierto que un estudioso italiano acaba de descubrir que en la Via della Stufa, en el convento de Santa ?rsula, fue enterrada a los 63 a?os Monna (diminutivo de Madonna) Lisa Gherardini. El edificio est¨¢ hoy deshabitado y la calle alberga los almacenes que usan los vendedores de souvenirs que tapizan a diario los alrededores de la iglesia de San Lorenzo. Pese al sol de Toscana, la calle es tan gris¨¢cea como la de la Sguazza, al otro lado del Arno, un callej¨®n en cuyo pavimento apenas cabe la palabra stop y en el que dicen que naci¨® la Gioconda. Poco glamour para la reina de las fiestas. En esas condiciones, Fabio Cannavaro, que anuncia ropa en un cartel del tama?o del David de Miguel ?ngel, es competencia dura.
Donde sobra luz es en el valle del Chianti, en Vignamaggio, la soberbia villa renacentista que perteneci¨® a la familia Gherardini. En el vest¨ªbulo hay una peque?a foto de Kenneth Branagh, que rod¨® aqu¨ª Mucho ruido y pocas nueces. Aunque la finca vive desde entonces un boom como casa rural de altos vuelos, Vignamaggio se dedica sobre todo a la producci¨®n de vino: 240.000 botellas al a?o. El 2006 fue excepcional. Lo recuerda Sandro Checcucci, el encargado, mientras cocina ravioles al pesto y pollo a la cazadora. "Los Gherardini", cuenta, "cobraban peaje a los viajeros que iban a Siena, pero fueron a menos cuando los M¨¦dicis les quitaron el negocio. Por eso el retrato lo encarg¨® Francesco del Giocondo, el marido de Lisa, que comerciaba con seda". La Gioconda ten¨ªa 24 a?os y tres hijos cuando Leonardo empez¨® el cuadro en 1503. El a?o pasado, adem¨¢s, un minucioso examen con infrarrojos descubri¨® en la tabla, que en 500 a?os no ha sido restaurada, el manto de gasa que llevaban las embarazas en la ¨¦poca. Vasari dice que, siguiendo su costumbre de dejar las cosas a medias, Leonardo abandon¨® el retrato en 1507. Otros sostienen que sigui¨® retoc¨¢ndolo hasta su muerte, en la corte del rey de Francia. El caso es que la obra nunca fue entregada al cliente. Otro enigma para una imagen en la que cada ¨¦poca ha visto lo que ha querido: desde una amante de Giuliano de M¨¦dicis hasta el autorretrato del propio pintor.
Para algunos, adem¨¢s, el paisaje que se ve desde la terraza de Vignamaggio es el fondo del famoso retrato, pero Checcucci prefiere no sacar provecho: "En la pintura hay un puente que nunca hubo aqu¨ª. Podr¨ªa estar cerca de Arezzo. Lo que s¨ª hizo Leonardo fue dibujar aquella ermita", dice se?alando, al otro lado del valle, Santa Mar¨ªa de las Nieves. "Esta casa, que ahora es de un abogado romano", prosigue el encargado, "pas¨® de los Gherardini a sus primos, los Gherardi, que terminaron march¨¢ndose a Irlanda. All¨ª adaptaron el apellido y lo convirtieron en Fitzgerald (literalmente, 'hijo de Gherardi'). Con el tiempo, emigraron a Estados Unidos. De hecho, Guido, el jardinero, cuyos abuelos ya trabajaban aqu¨ª, recuerda a Jackie Kennedy de visita en la casa".
Para cerrar el c¨ªrculo, la propia Jackie a?adi¨® un cap¨ªtulo m¨¢s a la popularidad del cuadro cuando consigui¨® que ¨¦ste viajara a Nueva York y Washington en 1963. Dos meses en total. 1.600.000 visitantes. Cuatro segundos por cabeza. La fiebre por La Gioconda llega hasta hoy. El pr¨®ximo oto?o, tres editoriales distintas publicar¨¢n en Espa?a sendos libros dedicados exclusivamente a ella. No hace mucho, The New Yorker publicaba una vi?eta en la que un matrimonio entraba corriendo en el museo parisiense y preguntando a un vigilante: "?Por d¨®nde se va a La Mona Lisa? Tenemos el coche en doble fila". Es un chiste, pero podr¨ªa ser una cr¨®nica. Un d¨ªa de febrero de 2000, el Louvre decidi¨® hacer una encuesta en sus mostradores de informaci¨®n. La segunda pregunta m¨¢s repetida fue: "?D¨®nde estoy?" La primera, de lejos: "?D¨®nde est¨¢ La Gioconda?".
RUTA DE VIAJE: Mona Lisa, tinto de reserva
Durante buena parte de su vida, Leonardo da Vinci fue menos valorado como pintor que como ingeniero y "maestro de aguas". As¨ª, uno de los encargos m¨¢s serios y extravagantes que recibi¨® fue el de desviar el curso del r¨ªo Arno para que llegase de Florencia al mar sin pasar por Pisa, enemiga de la capital medicea. Para llegar a Vinci, lo mejor es tomar en la estaci¨®n florentina de Santa Mar¨ªa Novella el tren que, paralelo al r¨ªo, une las dos ciudades. Despu¨¦s de media hora de viaje hacia el oeste, hay que bajarse en Empoli y tomar un autob¨²s que lleva hasta el pueblo natal del artista. Los que quieran llegar a Anchiano tienen por delante otra media hora. Esta vez a pie.
Para visitar Vignamaggio hay que seguir el camino del sur hacia otra antigua enemiga, Siena. Dejando a un lado la autopista -y a trav¨¦s de un paisaje de bosques y vi?edos s¨®lo alterado por una cementera y por el pulcro cementerio americano de la II Guerra Mundial-, la vieja carretera llega hasta Greve in Chianti. Entre la capital de la comarca y Lamole, a 2.000 metros de altura, la villa de la familia de la Gioconda parece detenida en el Renacimiento. El chianti de reserva que produce la finca se llama, por supuesto, Mona Lisa.
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