"Ahora se llevan los conserjes"
Despu¨¦s de 30 a?os viviendo y trabajando en la misma porter¨ªa, Bossa tiene que dejarla porque se ha vendido la finca
"En todo el paseo de Gr¨¤cia ya s¨®lo quedamos una se?ora mayor y yo". Despu¨¦s de 30 a?os viviendo y trabajando en el n¨²mero 93 de la popular calle, Maria ?ngels Bossa, la portera, se va. Se va del edificio porque ha sido vendido y debe quedar libre. Con ella se tendr¨¢n que marchar tambi¨¦n su familia -marido y dos hijos-, los dos ¨²ltimos vecinos y el notario del principal. Al irse, Maria ?ngels pierde el trabajo que lleva haciendo desde hace 30 a?os. "?Que si me da pena irme? ?Much¨ªsima! ?Qu¨¦ har¨¦ yo con 50 a?os..., sin estudios, y todav¨ªa me falta para jubilarme!". Que busque otra porter¨ªa, pensar¨¢ el lector. Pero no es tan f¨¢cil. "Primero, ya casi no quedan porteras de las que viven en la porter¨ªa; ahora se llevan los conserjes, que hacen su horario y se van. Y segundo, nadie quiere a conserjes mujeres", asegura. Se lo dijeron en una entrevista. Conserje s¨ª, pero que sea hombre.
De todos modos, Maria ?ngels no parece agobiada por el asunto del trabajo. "Algo saldr¨¢. Trabajar no me da pereza, ya he trabajado limpiando casas a mediod¨ªa, porque los ni?os se quedan a comer en el colegio". Precisamente por los ni?os, de 8 y 14 a?os, esta portera no se mover¨¢ del barrio: el n¨²cleo del Eixample. En su d¨ªa tuvo mucha vista. Con su marido, cogieron los cuatro ahorros que ten¨ªan y se compraron un piso en la calle de Consell de Cent. "Fue despu¨¦s de los Juegos Ol¨ªmpicos, cuando los pisos se pod¨ªan comprar. Ahora ser¨ªa imposible". Hasta ahora lo han tenido alquilado, pero pronto se trasladar¨¢n all¨ª. Y entre todos los cambios que est¨¢ a punto de experimentar, tambi¨¦n se le avecina el de pagar las facturas de la casa. "Nunca he pagado agua, luz ni electricidad. Ni vivienda, claro", sonr¨ªe.
Maria ?ngels Bossa, nacida en La Seu d'Urgell, lleg¨® a Barcelona a los 21 a?os con su madre, a quien "le hab¨ªa salido esta porter¨ªa", dice repas¨¢ndola con la mirada. Son 40 metros en dos pisos interiores: abajo el sal¨®n, la cocina y el ba?o; arriba, las dos habitaciones. Comenz¨® ayudando a su madre, la sustituy¨® cuando se jubil¨®, y hasta hoy. Madrugar, limpiar el vest¨ªbulo, repartir los peri¨®dicos entre los vecinos, luego el correo, fregar la escalera y, b¨¢sicamente, estar ah¨ª para lo que sea. "Esta ha sido una escalera muy tranquila, de familias y el notario. Aqu¨ª he estado muy bien y aunque el piso es peque?o, nunca me he sentido agobiada; mis hijos se han hartado de jugar aqu¨ª", dice se?alando el vest¨ªbulo, "y en el terrado, de ?500 metros!, en verano hasta les pon¨ªamos una piscina". Bossa habla con una pasmosa naturalidad de cuanto la rodea.
Si se le pregunta si, siempre con la puerta de su casa abierta, no ha echado de menos un poco de intimidad, responde que no. "Lo ¨²nico que no he podido hacer ha sido levantarme y andar en bata sin arreglarme". Es aqu¨ª cuando aparece el t¨®pico de las porteras. "Es verdad que tenemos fama de chafarderas", admite, "pero habr¨¢ de todo". "Yo", prosigue, "he procurado ser discreta con los vecinos y no crear problemas".
Esta portera a punto de dejar de serlo tiene muchas an¨¦cdotas que contar y, seguro, otras que se calla. Como la de un matrimonio de la escalera que por las noches se disfrazaba de mendigos para dar de comer a los gatos del pasaje de la Concepci¨®n. "?Se pon¨ªan harapos para que no les atracaran!", dice con los ojos como platos. O la de la mujer del se?or R¨®mulo, que nunca le dirigi¨® la palabra hasta que enviud¨®. "Entonces, cuando necesit¨® mi ayuda, la se?ora me confes¨® que se mor¨ªa de celos cuando su marido hablaba conmigo y que me lleg¨® a echar mal de ojo", relata con cara de hay que ver la gente c¨®mo est¨¢. Aunque para curiosidad, una no-curiosidad: "En 30 a?os nunca me he quedado encerrada en el ascensor".
Tres d¨¦cadas en las que el paseo de Gr¨¤cia ha cambiado much¨ªsimo. "Veo pel¨ªculas antiguas que tenemos y me doy cuenta de lo peque?os que eran los ¨¢rboles... Y las tiendas... de las antiguas s¨®lo queda Santaeulalia. La librer¨ªa Francesa cerr¨®, la tienda de Tupperware de la esquina tambi¨¦n...". Y los turistas. "Es cierto, antes no hab¨ªa". Como tampoco hab¨ªa horario para los de su gremio. "Trabaj¨¢bamos de ocho de la ma?ana a diez de la noche y s¨®lo pod¨ªas salir para ir a comprar. Hasta que pusieron el convenio de Porter¨ªas y Fincas Urbanas". De esa ¨¦poca debe de ser el cartel de Vin?on. "Todas las noches he visto esas letras rojas desde el sof¨¢, todos los d¨ªas antes de irme a dormir", suspira.
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