Dobles
Todos tenemos un doble, alguien id¨¦ntico a nosotros, de nuestra misma altura y constituci¨®n. Una copia exacta y ¨²nica que vive en alg¨²n lugar del mundo y desconoce nuestra existencia como nosotros desconocemos la suya. Alguien que mira como nosotros, r¨ªe como nosotros, besa como nosotros. Alguien a quien confunden a menudo con nosotros, cuando aseguran, por ejemplo, habernos visto el viernes pasado en un concierto o en la cola de un cine.
Cuando juran que nos cruzamos por la calle y ni les saludamos, que nos vieron caminando derrotados una madrugada, de regreso a casa, se confunden. No ¨¦ramos nosotros, eran nuestros dobles.
Por regla general, nuestros dobles habitan en continentes lejanos, as¨ª lo dispone el azar para evitar los previsibles problemas que su proximidad acarrear¨ªa. Pero los avances en las comunicaciones y los constantes flujos migratorios han alterado esta norma b¨¢sica, y hoy en d¨ªa es frecuente que una persona y su doble coincidan en una misma franja horaria, tal vez incluso en un mismo pa¨ªs o provincia.
El encuentro con un doble, sea del tipo que sea, debe ser supervisado por una tercera parte neutral
Resulta habitual leerte en una entrevista y sentir las respuestas ajenas, no reconocerte en ellas
As¨ª las cosas, resulta habitual leerte en una entrevista y sentir las respuestas ajenas, no reconocerte en ellas; experimentar, en fin, la inquietante sensaci¨®n de que es tu doble quien la ha hecho, y no t¨². O ver una fotograf¨ªa de carn¨¦ reciente y advertir que la mirada, el gesto, la palidez cansada que se adivina bajo la barba son quiz¨¢ como los nuestros, pero no son los nuestros.
De capital importancia resulta el car¨¢cter y la cualidad moral de nuestro doble. Cuando por naturaleza o condici¨®n ¨¦ste tiende a buscarse problemas, lo m¨¢s probable es que seamos nosotros quienes terminemos por encontrarlos. En ese sentido, es muy com¨²n en las salas de la justicia escuchar al acusado decir que ¨¦l no ha estado nunca en el lugar en el que siete testigos aseguran haberle visto minutos antes de la comisi¨®n del delito. Probablemente se tratara de su doble. Del mismo modo, si nuestro doble tiene por costumbre frecuentar espacios y compa?¨ªas indebidas, nos causar¨¢ problemas.
Un problema de ¨ªndole metaf¨ªsica que a menudo se plantea es el de la antecedencia. Rota en pedazos su singularidad, el individuo busca afirmar su naturaleza germinal tratando de determinar qui¨¦n es el doble de qui¨¦n, o en otras palabras, qui¨¦n lleg¨® primero. Por lo general los dobles nacen a la vez, de modo que no existe lo que convencionalmente conocemos como original y copia. En consonancia con la era digital en la que vivimos, el concepto de originalidad cede su espacio a una realidad en la que todos somos, sin m¨¢s, dobles de nuestros dobles.
No se ha dado a¨²n el caso de que uno mismo se haya encontrado cara a cara con su doble. Tampoco existe todav¨ªa un protocolo, un conjunto de normas o recomendaciones que nos aconsejen c¨®mo actuar llegado ese momento. Lo m¨¢s probable es que la sensaci¨®n sea parecida a la de hallarnos frente a un espejo en el que nuestra imagen, d¨ªscola, se resista a imitar nuestros movimientos y se comporte de acuerdo a su propio criterio.
Se recomienda no entablar en ning¨²n caso conversaci¨®n con ¨¦l, no vaya a estar en desacuerdo con nuestras ideas. Una discrepancia de esa naturaleza podr¨ªa producir en nosotros una falla, una quiebra ¨ªntima, un desorden existencial tal vez irreparable. Su condici¨®n de doble no garantiza de ning¨²n modo que piense como nosotros, que llore en las mismas secuencias de las pel¨ªculas, que le indignen las mismas noticias en los informativos o reaccione de igual manera ante, pongamos por caso, un s¨²bito chaparr¨®n a mediados del mes de agosto.
Hay otro tipo de dobles, acaso m¨¢s inquietantes que los primeros. Su f¨ªsico es radicalmente distinto del nuestro. Constituci¨®n, volumen craneal, facciones... en nada se nos parecen. Sin embargo, piensan de manera id¨¦ntica a nosotros, jalean a los mismos delanteros los domingos, entonan los mismos himnos cuando beben, se conmueven ante las mismas clav¨ªculas y los mismos om¨®platos. En contra de lo que pueda parecer, el contacto con ellos resulta tambi¨¦n muy poco recomendable. En su presencia tendr¨¢ uno la sensaci¨®n constante de estar siendo ratificado. Su abrazo un¨¢nime, su acuerdo permanente y sin fisuras, dejar¨¢ en nosotros un molesto d¨¦j¨¤-vu ideol¨®gico, el regusto amargo de una conversaci¨®n que se repite y de la que conocemos ya el final.
En todo caso, el encuentro con un doble, sea del tipo que sea, debe ser supervisado por una tercera parte neutral que certifique al t¨¦rmino del encuentro qui¨¦n es qui¨¦n, de modo que cada uno regrese a su propia vida y no se produzca un inc¨®modo intercambio de identidades que ocasionar¨ªa terribles problemas sentimentales, quejas y trastornos de dif¨ªcil soluci¨®n.
La existencia de un doble conlleva tambi¨¦n, conviene recordarlo, aspectos positivos, en particular en lo que se refiere a la asunci¨®n de responsabilidades. As¨ª, todo aquello que nos salga mal puede perfectamente ser atribuido a nuestro doble, con el ¨²nico inconveniente de que quiz¨¢ ¨¦l haga lo mismo.
De confirmarse, su existencia contribuir¨¢ a relativizar conceptos hoy magnificados, como responsabilidad o autor¨ªa, y pronto su influencia trascender¨¢ el ¨¢mbito personal y se dejar¨¢ sentir tambi¨¦n en el terreno pol¨ªtico, empresarial o en el de la autor¨ªa intelectual, ya sea literaria, pl¨¢stica o cinematogr¨¢fica. O en la de estas l¨ªneas, que como es obvio, perfectamente las puedo haber escrito yo o ¨¦l.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.