Mi viaje con Ana
Primero fue la muerte de su hermana, el dolor, la promesa de dedicarle una pel¨ªcula? Luego, un gui¨®n muy pensado, una b¨²squeda y un descubrimiento: la mujer, Manuela Vell¨¦s, que iba a interpretar 'Ca¨®tica Ana'. Al final, un cruce de caminos, una historia hipn¨®tica y desgarrada. As¨ª se gest¨® el ¨²ltimo filme de Julio Medem.
01
Mi hermana Ana Medem era pintora, y lo sigue siendo a trav¨¦s de sus cuadros. El inicio de este viaje lo voy a contar sin pisar mucho la tierra, un poco por encima para sufrir lo menos posible. El d¨ªa 7 de abril de 2001, mi hermana inauguraba su exposici¨®n de pintura (la m¨¢s extensa de su trayectoria) en unas bodegas de Cari?ena, al sur de Zaragoza. Llegando en coche a esta comarca de vinos volv¨ª a reconocer el tono rojizo de los paisajes de Tierra, mi tercera pel¨ªcula, que rod¨¦ all¨ª hac¨ªa cinco a?os. Mi hermana nos hab¨ªa convocado en la entrada de la exposici¨®n a su familia directa y a sus amigos; ten¨ªa much¨ªsimos. Es decir, all¨ª est¨¢bamos esper¨¢ndola todas las personas que m¨¢s quer¨ªa, ante una puerta cerrada que ella deber¨ªa abrir. Minutos antes de la hora se?alada para la inauguraci¨®n, a tres kil¨®metros, mi hermana muri¨® en un accidente de coche. No entramos en la exposici¨®n. Tengo grabada en mi mente una luna llena en el cielo del final de la tarde, casi roja, y casi encima de la carretera, mientras conduc¨ªa mi coche hacia Zaragoza.
"Ante el f¨¦retro le dije que le har¨ªa una pel¨ªcula"
"Quer¨ªa una comedia luminosa, con una mujer magn¨¦tica, alegre"
"Sufr¨ª un horrendo proceso de acoso y linchamiento"
"De los campamentos de refugiados saharauis traje la idea de Said"
"Sin enterarse, iban ocurriendo a sus espaldas extra?as calamidades"
Al d¨ªa siguiente, ante la caja cerrada que guardaba a mi hermana, me propuse, y le dije, que alg¨²n d¨ªa har¨ªa una pel¨ªcula bas¨¢ndome en ella; sobre todo en su car¨¢cter, animoso, optimista... Casi con estas palabras se pueden describir sus cuadros llenos de color, pintados a cera sin darse ninguna importancia. Lo que m¨¢s me apetec¨ªa era hacer una comedia luminosa protagonizada por una mujer magn¨¦tica, siempre dispuesta a encontrar el lado positivo, f¨¢cil y alegre de las cosas.
02
Ahora voy a pegar un salto, una gran zancada en el tiempo pasando por encima del estreno de Luc¨ªa y el sexo, a finales de agosto de ese mismo a?o, y cayendo dos a?os m¨¢s tarde en el Festival de San Sebasti¨¢n, cuando el p¨²blico mostraba su apoyo con una inolvidable ovaci¨®n tras el estreno de La pelota vasca, la piel contra la piedra. Aquella emoci¨®n preced¨ªa a otra m¨¢s profunda, que se apoder¨® de m¨ª aquella misma noche, a las dos de la madrugada, cuando asist¨ª al segundo gran parto de la jornada: el nacimiento de mi hija Ana. Sin duda, aquel maravilloso d¨ªa de septiembre fue el m¨¢s intenso de mi vida.
Pens¨¦ que con la proyecci¨®n del documental quedar¨ªan disipadas mis aut¨¦nticas intenciones (mi compromiso moral por la no violencia y a favor del di¨¢logo pol¨ªtico), pero corr¨ªan tiempos de consignas, duras como pedradas. Durante los primeros meses de vida de mi hija Ana tuve que sufrir un horrendo proceso de acoso y linchamiento que casi puede conmigo. Justo en medio de aquella pesadilla, que en m¨ª estaba produciendo ya efectos peligrosos, aplastadores del ¨¢nimo, paralizantes..., me invitaron a tomar un rumbo extra?o, perpendicular, como un paso lateral que, aunque parec¨ªa que ni avanzaba ni retroced¨ªa, afortunadamente me alej¨® del frente y me dej¨® suspendido en un lugar para no sufrir, o, mejor dicho, para sufrir por otros, que tienen much¨ªsimo m¨¢s motivo que yo: ocurri¨® cuando me invitaron al primer Festival de Cine del S¨¢hara, en uno de los campamentos de refugiados de Tinduf, en el desierto de La Hamada, Argelia (una de las zonas m¨¢s inh¨®spitas del planeta).
Los tres d¨ªas que pas¨¦ all¨ª, junto a un nutrido grupo de cineastas espa?oles, est¨¢n grabados para siempre en mi memoria, y me quedo, como recuerdo preferido, con el de las noches viendo pel¨ªculas en una enorme pantalla al aire libre, absolutamente bajo las estrellas. Mis ojos iban de la pantalla al cielo, descansaban, se perd¨ªan pl¨¢cidamente y volv¨ªan a la pel¨ªcula... La primera que vi fue la francesa N¨®madas del viento, rodeado de sombras de hombres delgados con turbantes negros; la mayor¨ªa no hab¨ªa visto otro paisaje que su desierto ni otros p¨¢jaros que los buitres. Al contemplar aquellas im¨¢genes que viajaban por el aire del planeta siguiendo a las aves migratorias, bajo aquel cielo nocturno del desierto, sent¨ª que nos encontr¨¢bamos en un lugar verdaderamente perdido; aquella ventana al para¨ªso aumentaba todas las distancias, desde all¨ª todo se percib¨ªa m¨¢s lejano.
Una noche se proyect¨® mi documental, que no vi, para no mirar hacia d¨®nde ven¨ªa, por preservarme en aquel tranquilo vac¨ªo. El problema vasco lo percib¨ª extra?o y puede que ininteligible para aquella gente; este conflicto marcado por el odio del Primer Mundo me parec¨ªa desproporcionado en aquel escenario nocturno, y m¨¢s a¨²n con el d¨ªa, me refiero al d¨ªa a d¨ªa, a la forma de sobrevivir de los saharauis, que llevan treinta a?os fuera de su pa¨ªs tras ser expulsados civil y militarmente por los marroqu¨ªes. Ocurri¨® cuando Espa?a les abandon¨® (tras la muerte de Franco). Una absoluta verg¨¹enza.
Aquel viaje me ayud¨® a relativizar mi sufrimiento, a sacar sosiego del fondo del tiempo, en aquel inmenso espacio; a sacar fuerzas de la gran fuerza colectiva que los saharauis han ido amasando uniendo sus manos para recibir el sol de cara cada ma?ana. Siempre les agradecer¨¦ aquella lecci¨®n, que me llev¨¦ a casa. Lo que yo no pod¨ªa imaginarme entonces es que de all¨ª sacar¨ªa tambi¨¦n, casi un a?o m¨¢s tarde, a un personaje fundamental para Ca¨®tica Ana, un joven pintor saharaui llamado Said. Se trata de un hu¨¦rfano de la guerra contra Marruecos que, como todos los de su generaci¨®n, no conoce su pa¨ªs, la Rep¨²blica del S¨¢hara. Me traje de all¨ª tambi¨¦n un p¨¢jaro para Ana, un ave migratoria que proviene del desierto, y que, cuando est¨¢ a nuestro alcance, su vuelo placentero marca el comienzo de la pel¨ªcula. Y una tercera idea, la traves¨ªa del Atl¨¢ntico de Ana, tambi¨¦n sali¨® del desierto de La Hamada. La actriz Mar¨ªa Esteve me cont¨® una noche que su padre, Antonio Gades, se encontraba esos d¨ªas navegando en un velero rumbo a Cuba (luego supe que le recibi¨® Fidel Castro). Estaba enfermo terminal de c¨¢ncer y llevaba a un m¨¦dico a bordo. El verano siguiente, cuando me encontraba en plena escritura del gui¨®n, supe de la muerte de Antonio Gades. A¨²n me sigo imaginando a este maravilloso artista de genio profundo navegando en el Atl¨¢ntico.
03
La siguiente zancada me llev¨®, de forma absolutamente inesperada, a pisar un feo agujero. La noche de entrega de los Premios Goya, en febrero de 2004, me toc¨® sufrir la experiencia m¨¢s grave e injusta de mi vida. Quiero pasar corriendo por aqu¨ª. Dir¨¦ s¨®lo que la ministra de Cultura intent¨® que la Academia retirase mi nominaci¨®n, y que en la entrada del Palacio de Congresos, la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo organiz¨® una manifestaci¨®n detr¨¢s de una pancarta con un lema horrendo: "Contra el pelota vasco, la nuca contra la bala". Al bajar del coche que me dej¨® ante la puerta, un numeroso grupo de manifestantes falangistas, enarbolando banderas de Espa?a, me gritaron: "?Asesino, asesino!". No recib¨ª el Goya (en parte me sent¨ª aliviado), y con la victoria socialista en las elecciones yo di por concluida mi pesadilla. Si no es por la cantidad de apoyos que antes, entonces y despu¨¦s recib¨ª, se me hubiera tragado la tierra. Evidentemente, algo de m¨ª se qued¨® enterrado para siempre, y yo deb¨ªa seguir viviendo con lo que me quedaba.
Tras varios meses sintiendo que algo no funcionaba en mi estado de ¨¢nimo, pis¨¦ con poco peso el verano de 2004. Enseguida puse a mi lado a mi hermana Ana (que no vivi¨® mi linchamiento) y empec¨¦ a escribir una comedia liberadora, regeneradora y alegre, con un optimismo casi ciego que enseguida bautic¨¦ con el nombre de Ca¨®tica Ana.
El primer caos de Ana consist¨ªa en que, all¨¢ por donde fuera, desestructuraba lo estructurado, desordenaba el orden... Sin darse cuenta iba ocurriendo a sus espaldas una catarata de extra?as (y aparentemente inofensivas) calamidades. A¨²n no s¨¦ qu¨¦ ocurri¨® para que aquella propuesta de tono, con una atm¨®sfera casi na¨ªf, me durase tan poco. Enseguida, humores del fondo, de colores mucho menos claros que los de la superficie, empezaron a amenazar la historia.
En este punto quiero recordar algo que apenas he contado a nadie. Despu¨¦s del estreno de Los amantes del C¨ªrculo Polar (1998) comenc¨¦ a recibir cartas azules de una mujer desconocida -dese¨¢ndome "lo mejor, ahora y siempre, te lo mereces", me dec¨ªa- acompa?adas a veces de un libro, siempre del mismo autor, Brian Weiss, un psiquiatra estadounidense especializado en terapias psicol¨®gicas a trav¨¦s de la hipnosis. El tema y las t¨¦cnicas de la hipnosis para recuperar y hacer conscientes recuerdos olvidados de nuestra vida, que han podido ser la causa de muchos traumas actuales, siempre me ha parecido algo f¨¢cilmente aceptable, y hasta fascinante. Pero nunca me hab¨ªa sentido atra¨ªdo por la idea de que adem¨¢s podamos contener recuerdos de otras vidas pasadas, origen tambi¨¦n de los m¨¢s inexplicables traumas que padecemos hoy. Es decir, la idea de la reencarnaci¨®n siempre me ha resultado extra?a y poco justificable, aunque s¨ª sugestiva, misteriosa... Weiss propone adem¨¢s una v¨ªa de contacto "con los esp¨ªritus superiores que habitan los estados entre dos vidas". Esta parte espiritual me cuesta cre¨¦rmela, aunque prefiero no descartarla. En fin, que valga para otros.
En cualquier caso, sinti¨¦ndome cerca o lejos de estas teor¨ªas, lo que vi claro es que este tema me ofrec¨ªa unas enormes posibilidades para la ficci¨®n, as¨ª que daba igual lo que yo creyera. Decid¨ª, adem¨¢s, que pod¨ªa crear un personaje todo lo excepcional que yo quisiera. Es decir, unirme a las teor¨ªas m¨¢s fantasiosas, pero sin hacer norma. La primera particularidad que se me ocurri¨® es que del fondo del abismo que empezaba a percibir para Ca¨®tica Ana empezaron a salir mujeres, s¨®lo mujeres, y adem¨¢s tan j¨®venes como ella. Entonces, la idea del mito me sirvi¨® perfectamente para dar densidad y estructura al hecho del tiempo, lo ancestral, la energ¨ªa que viene de muy atr¨¢s y que pretende manifestarse... ?Manifestar qu¨¦?...
He de reconocer que el hecho de que en las primeras secuencias escribiera que el personaje de Ana no quer¨ªa saber casi nada, porque le hac¨ªa da?o, a m¨ª me ayudaba a darme m¨¢s tiempo (el m¨ªo) para entender de qu¨¦ estaba hablando, ad¨®nde quer¨ªa llegar (como me pasa tantas veces). De ah¨ª que la escritura del gui¨®n estuviera ya dotada de un halo de misterio, que me propon¨ªa aventura, descubrimiento. As¨ª que yo mismo visit¨¦ a un especialista en terapias regresivas y me somet¨ª a hipnosis. Lo que vi y sent¨ª no lo voy a contar aqu¨ª; s¨®lo dir¨¦ que decid¨ª no volver a hacerlo hasta acabar la pel¨ªcula, y que me pod¨ªa sentir m¨¢s libre que nunca. El camino es m¨ªo, como yo quiera, pens¨¦.
Por otra parte, en el gui¨®n hab¨ªa sustituido el efecto terapia de la hipnosis por el de la b¨²squeda de recuerdos para crear una representaci¨®n, con lo que me hab¨ªa inclinado ya claramente por el mito, que se forma por nuestra voluntad de dar sentido a experiencias desconocidas. Y por otro lado est¨¢ ¨ªntimamente unido a la memoria, la cual puede transformar el pasado en mito. Ana deber¨¢ entender que su derecho a no mirar atr¨¢s, a ser libre y "una sinsentido" (como se llama a s¨ª misma), no puede durar mucho. En un momento del futuro deber¨¢ ponerse en situaci¨®n de sacrificio, de rebajar su individualidad y ofrecerse a una causa colectiva que est¨¢ ¨¦ticamente por encima de ella. En su fondo discurre la memoria ancestral femenina, con lo que ella tambi¨¦n deber¨¢ continuarla. Ya ten¨ªa mi manifestaci¨®n, el sentido ¨²ltimo: una oda a la lucha ancestral de la mujer.
Sobre esta corriente profunda y tumultuosa, que daba un nuevo sentido al concepto del caos, me pareci¨® que deb¨ªa conservar la superficie na¨ªf de la primera idea de comedia de Ana, como un s¨ªntoma de inconsciencia del fondo, y como una forma f¨¢cil de protegerse. Ah¨ª coloqu¨¦ los cuadros coloristas de Ana, su pintura, que en la pel¨ªcula acaba mostrando elementos que ayudan a esta idea de defensa, como es el hecho de que de fondo ella pinta puertas cerradas, sin saber por qu¨¦, pero sintiendo ¨ªntimamente que de algo lejano y violento le resguardan.
Este nuevo rumbo de la historia, que s¨®lo conservaba peque?os trazos de comedia, me fue alejando de mi hermana, lo que me pareci¨® muy liberador; en la pel¨ªcula s¨ª han quedado sus cuadros (muchos estaban en aquella exposici¨®n de Cari?ena, que no vi). Pero al mismo tiempo estoy seguro de que, como dice (Ca¨®tica) Ana en la pel¨ªcula, "el alma de los muertos no va a ning¨²n sitio, si acaso s¨®lo puede volar para entrar en los vivos". Yo no s¨¦ si existe alg¨²n para¨ªso exterior en el que ahora est¨¦ mi hermana, lo que tengo claro es que mi amor por ella hace que la sienta viva, dentro de m¨ª. Y aqu¨ª se acaba todo el parecido profundo entre Ana Medem y Ca¨®tica Ana. Quedan algunos parecidos de forma y superficie, como el buen humor, la risa f¨¢cil y contagiosa, una bondad natural a prueba de tragedias, y, por supuesto, un parecido de color, el de sus cuadros pintados a cera, que son los que en la ficci¨®n ha pintado (Ca¨®tica) Ana. A?ado que los cuadros pintados expresamente para la pel¨ªcula son de mi otra hermana, Sof¨ªa (adem¨¢s, ayudante de vestuario), que ha sabido imitar con emoci¨®n el estilo de Ana. Las diferencias son todo lo dem¨¢s, como la edad (Ca¨®tica es 18 a?os m¨¢s joven), y sobre todo que sus biograf¨ªas no tienen nada que ver entre s¨ª. Y lo prefiero, dejar as¨ª a mi hermana en paz.
04
La nueva zancada la hice siguiendo el rastro m¨¢s viejo del personaje de Ana, en el sentido de acercarme a sus or¨ªgenes, aunque al mismo tiempo me alejaba de donde hab¨ªa surgido (concretamente, la isla de Ibiza). Lo di a finales de abril para cruzar el Atl¨¢ntico, y en el avi¨®n sent¨ª la trascendencia del viaje, del m¨ªo tambi¨¦n; pero el de ella me gustaba m¨¢s, me ayudaba a aislarme y concentrarme. Pis¨¦ con el ¨¢nimo levantado, a pesar del jet lag, las calles del barrio Lower East Side, de Nueva York. No quer¨ªa olvidarme de que iba a estar all¨ª cinco semanas para mejorar mi imposible ingl¨¦s, pero lo que m¨¢s me apetec¨ªa era escribir una versi¨®n nueva de la pel¨ªcula (siempre saco varias, que a veces son muchas, sobre todo si tengo tiempo). La misma tarde que llegu¨¦, en la misma calle en la que iba a vivir y en la que ¨ªbamos a localizar (a¨²n no lo sab¨ªa) el apartamento de Ana, vi pasar, ante mi asombro, caminando muy despacio, a Brian Weiss. ?Qu¨¦ hac¨ªa all¨ª ¨¦l, precisamente en ese momento?... Yo sab¨ªa que su hospital est¨¢ en Miami, pero se pase¨® delante de m¨ª, y ya est¨¢. Me pregunt¨¦ enseguida si le gustar¨ªa mi pel¨ªcula, si es que alguna vez llega a verla, ya que yo hab¨ªa bebido de sus experiencias, pero sin seguir su ortodoxia. Puede que alg¨²n d¨ªa lo sepa.
El viaje m¨¢s raro que he hecho en mi vida estaba por llegar, desde all¨ª mismo. Lo hice solo, y digo viaje raro por lo largo en el espacio en relaci¨®n a lo corto en el tiempo: cinco m¨¢s cinco horas de avi¨®n, m¨¢s seis y otras seis horas de vuelta en coche, todo en d¨ªa y medio. Y tambi¨¦n raro porque volv¨ª en blanco. Cog¨ª un avi¨®n hasta Phoenix, y de all¨ª conduje un coche alquilado hasta adentrarme en la reserva de los indios navajos, y luego de los hopis. Yo hab¨ªa le¨ªdo mucho acerca de las naciones de indios que exist¨ªan en Norteam¨¦rica (hab¨ªa m¨¢s de 500). Entre las que quedaban eleg¨ª a los hopis (hombres de paz) como los mejores ancestros de mi historia.
Durante varios meses hab¨ªamos estado esperando a que los jefes hopis me recibieran en su reserva, pero sus respuestas, muy alargadas, no concretaban nada. As¨ª que como s¨®lo me quedaban dos d¨ªas en Nueva York, desde la productora en Madrid me recomendaron que fuera a Arizona, que seguro que los hopis me recibir¨ªan. Lo mejor fue la sensaci¨®n de estar dirigi¨¦ndome a algo desconocido, con la sensaci¨®n de estar movi¨¦ndome en un aire muy antiguo y sagrado..., pero s¨®lo encontr¨¦ un fascinante paisaje que me recordaba a los westerns de John Ford, y un hotel muy est¨¢ndar al final de la reserva hopi, adonde llegu¨¦ agotado de tan largo viaje. Nadie me recibi¨®. Cen¨¦ comida mexicana, madrugu¨¦, me desped¨ª del paisaje de la reserva con el sol del amanecer y regres¨¦ a Phoenix a mediod¨ªa. Hice un v¨ªdeo del viaje, muy vac¨ªo, con un fondo de radio, voces y canciones country; tambi¨¦n o¨ª a La Oreja de Van Gogh. Volviendo en avi¨®n a Madrid pens¨¦ que de nuevo podr¨ªa seguir inventando los or¨ªgenes de Ana. Me lo estaban permitiendo.
Ca¨®tico Medem Por Lola Huete Machado
Hoy es el d¨ªa. ?ltima bobina. El fin del viaje. Eso dice Medem. Pero no parece que lo que afirma Medem siempre sea como quiere Medem, porque... el propio Medem lo impide. Obsesiones e ideas hasta el ¨²ltimo minuto... ?ltimas agon¨ªas. "Pero estoy encantado del resultado, ?eh? S¨ª. Me pasa con todas..., pero en ¨¦sta m¨¢s", susurra el director vasco mientras se afana en las salas de CineArte, en Madrid, en su querida y Ca¨®tica Ana. Tres a?os de trabajo; cuatro, desde aquel documental que le trajo por la calle de la amargura, La pelota vasca -"lo volver¨ªa a hacer; s¨ª, tal cual"-. Medem luce cuerpo garboso, va como un pincel, nadie dir¨ªa de su casi medio siglo de vida; se le intuye presumido, pendiente de s¨ª y de sus creaciones; escudri?ando siempre al otro, o lo otro, desde sus ojos entrecerrados. Y ahora, a punto de parir obra, est¨¢ como un flan, en las ¨²ltimas contracciones. Va y viene, se sienta y levanta, empieza una frase y no acaba, explica, razona, comenta, justifica: "Dura 1 hora y 58 minutos; del gui¨®n hice nueve versiones; dej¨¦ fuera di¨¢logos porque hay im¨¢genes que hablan por s¨ª solas...".
Da la orden y el operador proyecta el arranque de Ca¨®tica Ana. Ah¨ª se ven dos aves, halc¨®n y paloma; rapaz y v¨ªctima. Fuertes y d¨¦biles. Idas y venidas. Viajes f¨ªsicos y mentales. Paisajes reales e imaginados. Dentro y fuera. Cuevas y mares. Lo dionisiaco y lo angelical. Cielo, tierra, lunas... Hilos que se han ido entretejiendo en un universo medemiano en sus seis pel¨ªculas de ficci¨®n, desde Vacas (1992) hasta Luc¨ªa y el sexo (2000). Un camino en dos dimensiones, la f¨ªsica y la otra; un referente en su obra. Suena la banda sonora, contundente, de Jocelyn Pook: "Quer¨ªa que la m¨²sica fuera como la energ¨ªa que le llega a Ana desde el fondo, desde atr¨¢s, como su memoria ancestral". El tiempo que va y vuelve, secuencias numeradas hacia atr¨¢s desde el 10, "como en la hipnosis".
Y ah¨ª aparece Manuela Vell¨¦s, de 19 a?os, menuda, de piel blanqu¨ªsima y grandes ojos verde mar. La actriz revelaci¨®n en el papel de joven pintora que no quiere profundidad, sino superficie; no quiere entrar, sino salir; que huye y por la noche no sue?a. Y Medem: "A veces escribes un personaje y sabes que no es f¨¢cil encontrar la persona que buscas". Hasta que un d¨ªa alguien se cruza. "La vi y supe que ten¨ªa ante m¨ª a la Ana deseada". Y nadie, salvo ella misma, sabe c¨®mo se conjugaron los astros para llegar hasta aqu¨ª. No hab¨ªa actuado nunca: "Quer¨ªa ser actriz, me acababa de apuntar a una escuela...". Ahora tantea el terreno que pisa: "Soy consciente del lujo que es este personaje, este director, esta obra; a¨²n no soy capaz de verme como actriz, s¨¦ que es un proceso, un aprendizaje; a¨²n me despierto alguna ma?ana y debo convencerme de que todo es real". Medem la ten¨ªa all¨ª delante, sonriendo, mirando a la c¨¢mara, lozana, viva, a¨²n no maltratada... Y la eligi¨®. La hizo su hermana. "Me gust¨® que tuviera ese punto como de tener a la ni?a cerca... Y es incre¨ªble, con la dificultad del papel, y c¨®mo Manuela hace que crezca, y crezca tan bien". Lo dram¨¢tico, ?le cost¨®? "Claro. Pero fue muy bonito partir de cero, fabricar a Ana. Preparamos un ¨¢lbum con recuerdos y ella me los reproduc¨ªa a ojos cerrados... Luego la mand¨¦ a Ibiza, a su pasado, sola. Y poco a poco se convirti¨® en Ana, empez¨® a crearse a s¨ª misma como actriz y personaje sac¨¢ndolo todo de un fondo que no conoc¨ªa, pero que a ella le pareci¨® inagotable; se convirti¨® en un acto de felicidad que nos contagi¨® al resto del equipo".
A Manuela le ha costado luego abandonar el personaje: "Porque me ha dado mucho, me ha dotado de seguridad en m¨ª, me ha abierto...". Junto a ella act¨²an la cantante Bebe, Nicolas Cazal¨¦, Asier Newman, Charlotte Rampling... Personajes de autor, complejos, nacidos de alguien que escribe historias con gusto. "Me encanta escribir. Empec¨¦ con 14 a?os; hasta una novela hice, Mi primer d¨ªa se titulaba: era mi vida en un d¨ªa. Y acabar¨¦ en la literatura", suspira Medem. De momento, ya tiene en mente otra cosa: "No, en mente no, ?ya est¨¢ escrita!". Y le sale un grito de emoci¨®n: "Tengo un novel¨®n...". Y cuenta: "Ser¨¢ una pel¨ªcula en forma de ¨¢rbol, con ra¨ªces fuertes, un buen tronco y muchas ramas, bien plantado en Espa?a, en las dos Espa?as". ?Otra vez pol¨ªtica? "S¨ª, m¨¢s pol¨ªtica; aunque en primer t¨¦rmino son historias de parejas que se mueven, se juntan y separan, el amor fiel e infiel... Ser¨¢ muy testogerog¨¦nica; la quiero rodar ya".
Susurra el t¨ªtulo. Y pide por favor no desvelarlo. Tampoco el desenlace de Ca¨®tica Ana, esta ¨²ltima obra que tanto ha significado para ¨¦l, ese territorio por el que viaj¨® siempre acompa?ado por su otra hermana, Sof¨ªa -"nos habl¨¢bamos en voz baja: ten¨ªamos en mente a la misma persona"-; un camino cinematogr¨¢fico y personal que debi¨® recorrer para superar la insuperable p¨¦rdida de un ser querido. Y poder escribir hoy la palabra fin.
'Ca¨®tica Ana' se estrena el 24 de agosto en cines de toda Espa?a. M¨¢s informaci¨®n en: www.sogecine-sogepaq.com.
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