Brujuleando

Juan Jos¨¦ Padilla es un jerezano intempestivo, torero atl¨¢ntico, de br¨²jula, de norte y sur -indult¨® aqu¨ª un toro-, que va de los vendavales gaditanos a los temporales cant¨¢bricos. Se extralimita y, a veces, cuando calma, torea. Hoy, ni lo uno ni lo otro. Recibi¨® aplausos a las ver¨®nicas tirantes de su primero, jaleo en las navarras que dejaron ver un toro bien hecho -el mejor- y noble que acudi¨® a rejoncillos y sigui¨® la muleta con sumisi¨®n de ordenanza. El enmorrillado cuarto se llev¨® una larga, la barrena de Alventus, tres faroles, cinco garapullos -con un viol¨ªn que rompi¨® una cuerda- y poco m¨¢s. Sentado en el estribo le hac¨ªa pasar a topetazos y al final de faena s¨®lo qued¨® en el aire el sonido del lomo en la barrera.

Salvador Cort¨¦s. De Sur a Norte; de la tetrahaza?a sevillana de 2006, a las dos orejas de estos sanfermines. Pero hoy tampoco. Sali¨® el segundo, Aluita, un jabonero claro anteado deste?ido que tra¨ªa de Medina Sidonia recuerdos romanos y ¨¢rabes a San Sebasti¨¢n. El p¨²blico rezong¨®. M¨¢s tarde, cuando demostr¨® su mansa condici¨®n, lo pitaron. Anduvo punteando el capote del sevillano, corri¨® de peto en peto, persigui¨® en banderillas -Curro Robles lleva a¨²n su aliento- y luego busc¨® toriles. Cort¨¦s lo alej¨® con suave trasteo y logr¨® embarcarlo. Se vio el cielo entre nubes por la grieta del techo y sonaban las palmas para la muleta el¨¦ctrica del diestro, que correg¨ªa, en¨¦rgico, el calamocheo del jabonero, empecinado en alcanzar, de nuevo, terrenos de toriles. Muri¨® apretando el hocico en las tablas. Su segundo, Pitorrito, contagi¨® la discreci¨®n de su cuerna al animoso empe?o de Salvador. Un silencio escueto ba?¨® al quinto toro y algunas palmas rezagadas fueron el amargo premio. Una se?ora se puso enferma de aburrimiento y la dejaron salir. La acompa?¨® su marido.

Iv¨¢n Fandi?o; mares norte?os. Rumores de Porto do Son transplantados a Ordu?a. Y trigos alcarre?os donde remansar. Al tercero, un astifino cariavacado, le dio poca vara, pas¨® al tercio y llev¨® buenos doblones y derechazos de sabor torero. Tambi¨¦n en la izquierda, dando el pecho, la mu?eca lo enviaba atr¨¢s, pero el toro escarbaba y enganchaba. El gran cambio de manos por detr¨¢s con el que lo cuadr¨® no tuvo acompa?amiento en el acero, que pinch¨® impaciente previa la estocada. Sali¨® el sexto, Pel¨ªcano. "?Fandi?o, salva la tarde!". E Iv¨¢n se ci?¨® en ver¨®nicas. Luego el toro, que dio un susto a un pe¨®n en banderillas, acudi¨® a la franela que Fandi?o le cambi¨® por detr¨¢s en los medios, y all¨ª se fue rajando ante la entrega del diestro, que sumaba chispazos de buen hacer, de torer¨ªa, regalando en la cara trazos de una muleta sincera y despaciosa.