Salvatore Adamo, el trovador de las sienes plateadas
El Conde Duque se llena para escuchar al poeta de una generaci¨®n
Salvatore Adamo, de 63 a?os, el cantautor belga de origen italiano que invit¨® a bailar a dos generaciones de europeos y cuyas canciones de amor a¨²n anudan romances, volvi¨® a sembrar la noche de Madrid con su m¨²sica y sus poemas, tal como lo hiciera cuatro d¨¦cadas antes desde los tocadiscos de miles de espa?oles. Cant¨® en el madrile?o Cuartel del Conde Duque o de las Guardias Valonas, dedicado en el siglo XVII a albergar a los mosqueteros flamencos del rey, bien que transformado anoche en resonante caja del manso mensaje de un italobelga que se confiesa solidario y amante de la paz y de la infancia.
Adamo demostr¨® en Madrid su potencia creativa, su experiencia como int¨¦rprete y una profesionalidad a toda prueba. Y lo hizo, naturalmente, mucho m¨¢s hecho como artista y con m¨¢s tablas esc¨¦nicas de las que entonces estrenaba aquel veintea?ero t¨ªmido y delicado, cuya voz dulcemente ronca tocaba el coraz¨®n de todo adolescente que la escuchara.
La noche mostraba ayer una bonanza primaveral. Los asistentes al concierto, en su mayor¨ªa gente talludita que hab¨ªa vivido sus primeros amor¨ªos en guateques trenzados por la m¨²sica po¨¦tica de Salvatore, esperaban escuchar sus ¨¦xitos de toda la vida en mayor medida que novedades.
Ello obedec¨ªa a que en la d¨¦cada de los a?os sesenta del siglo XX, m¨¢s precisamente desde 1963 a 1969, Salvatore Adamo llen¨® el impulso amatorio de muchos j¨®venes -lleg¨® a vender millones de copias- de todo el mundo. Resultaba sorprendente escuchar anoche a muchos centenares de espectadoras y espectadores, por este orden, tararear no una, sino decenas de las canciones que con cortes¨ªa francesa, elegancia italiana y pasi¨®n hisp¨¢nica el cantautor interpret¨® con una sabidur¨ªa esc¨¦nica que supo colmar la noche de afecto y evocaci¨®n. Hasta un peque?o lapsus de memoria supo Adamo convertirlo en divertimento. La elocuencia de su m¨²sica sigue convenciendo porque se asienta sobre la cordialidad.
Una escenograf¨ªa sobria, pero precisa, una iluminaci¨®n c¨¢lida y, sobre todo, un septeto musical impecable, arroparon en todo momento al artista, cuya voz aparentemente quebradiza mostr¨® su potente entidad, sola con un piano, junto a una guitarra y un bajo, acompa?ada por una trompeta.... Salvatore se meti¨® pr¨¢cticamente en el bolsillo al p¨²blico -una generaci¨®n que sale poco a la calle- con t¨ªtulos como La noche, Ton nom, En bandolera, Un mech¨®n de tu cabello o Inch'Allah.
Ya en los bises, los aplausos rubricaron con fuerza atronadora su canci¨®n aqu¨ª m¨¢s c¨¦lebre y ayer tan esperada, Mis manos en tu cintura. Su percusi¨®n inicial fue identificada con alborozo por el p¨²blico. Cuarenta a?os atr¨¢s, este t¨ªtulo era aprovechado como coartada para iniciar cortejos aproximativos durante el baile agarrado, que sus compases ritmados y la suavidad de sus letras invitaban a recorrer. En la Espa?a machista de entonces, las canciones de Adamo fueron en principio recibidas con alg¨²n recelo, por considerar su interpretaci¨®n algo afectada. Pero, poco a poco, su m¨²sica, sus letras y la sencilla dulzura de sus acordes fueron imponi¨¦ndose. Cada nuevo t¨ªtulo de Adamo se elevaba en las listas de ventas hasta la c¨²spide, compitiendo con los extracontinentales escarabajos, The Beatles.
Desde Espa?a, Adamo, por su francofon¨ªa, era tambi¨¦n visto como emblema de la m¨²sica mel¨®dica latina frente a la aplastante y arrolladora presencia del pop-rock anglosaj¨®n de los cuatro de Liverpool. Las canciones interpretadas ayer conservan entero y vivo el estro que las alumbr¨® a?os atr¨¢s, con influencias de la po¨¦tica de Victor Hugo, Jacques Pr¨¨vert y Georges Brassens.
Donde Salvatore Adamo alcanz¨® su m¨¢s alto lirismo, fue quiz¨¢s en Quiero, traducida de J'aime, interpretada con tan agud¨ªsimos picos en su voz que hac¨ªan temer que se le quebrar¨ªa definitivamente. Pero quienes dudaban de su arte tal vez desconoc¨ªan la s¨®lida formaci¨®n musical de Adamo. Entre sus influencias se hallaba no s¨®lo la de la canzonetta italiana, donde el falsetone es uno de sus recursos, sino tambi¨¦n el tango, ese g¨¦nero de canci¨®n que llev¨® a considerar a Gardel como el int¨¦rprete que cantaba -como supo hacerlo Adamo anoche- con una l¨¢grima de emoci¨®n en la garganta.
Nostalgia de guateques
El guateque fue en la Espa?a del franquismo el ¨²nico escenario permitido para el cortejo amoroso entre adolescentes burgueses, convocado alrededor de la m¨²sica bailable. Tocadiscos, panchitos, refrescos y marcha eran requisitos imprescindibles para la fiesta. El emparejamiento de la danza ahuyentaba a la fuerza todo tipo de carabina, sin¨®nimo del pariente-represor que vigilaba la correcci¨®n de las aproximaciones corporales, cuyo control pasaba luego al albedr¨ªo o astucia de cada cual. La gran prueba para incorporarse a un guateque era la de vencer la timidez propia, de la que todo el mundo, de momento, se reclamaba.
El otro reto consist¨ªa en llevar el comp¨¢s con desenvoltura, sin pisar a tu pareja y poder dialogar mientras se danzaba cada vez m¨¢s apretadamente, progresi¨®n de la cual la m¨²sica de Adamo se convert¨ªa en el mejor de los senderos. Y ello porque inflamaba los corazones m¨¢s tiernos y permit¨ªa evocar un mundo de elegante dulzura, traducible por los bachilleres que hasta los a?os setenta tuvieron por lengua extranjera obligada la francesa, amorosa por excelencia.
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