Chicas en la cresta
Fuerza y sensualidad que conquistan las olas. Una generaci¨®n descendiente de las pioneras que enterraron el surf de tipos malos y mis¨®ginos. Subimos a la tabla junto a algunas de las mejores del mundo en Biarritz, el mismo lugar donde se cumplen ahora 50 a?os de la llegada de este deporte a Europa.
Era el mejor lugar para esperarla. Poco antes de las ocho de la ma?ana, en el pico de la ola m¨¢s legendaria de Europa. Esa que rompe contra el espig¨®n rocoso de la Cote des Basques en Biarritz, al suroeste de Francia, en el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s; la misma que inspir¨® a los pioneros de este deporte en el continente hace ahora cincuenta a?os. Con la imponente silueta del monte Jaizkibel dominando el horizonte. Y en compa?¨ªa de veinte sombras de neopreno con cara de pocos amigos. Tipos de sangre salada, fr¨ªa. No son m¨¢s de veinte y en s¨®lo una hora se multiplicar¨¢n por cuatro. Ellos tambi¨¦n permanecen sentados encima de sus tablas, semihundidas bajo el agua. Todos miran de reojo. Ninguno dice nada. Sin duda, ¨¦ste era el mejor lugar para esperarla.
Las sombras masculinas de neopreno deben retirarse. Las mejores olas del d¨ªa tienen due?as
Son atl¨¦ticas. Sensuales. Lucen cicatrices y espaldas m¨¢s grandes que las de muchos chicos
"Los hombres se ponen gallitos con olas grandes; a nosotras no nos importa tanto el tama?o"
Kassia avanza desde la orilla. Bate los brazos sobre la espuma. Cuando llega al coto reducido donde hay que pelear por coger las olas, una corriente impetuosa ya se ha encargado de arrastrar esta tabla ingobernable a m¨¢s de treinta metros en paralelo a la costa. Pero todav¨ªa puede verse a lo lejos su camiseta amarilla de competici¨®n. Y otra de color rosa, la de su rival de esta ma?ana de verano en la tercera jornada del Roxy Jam 2007, el torneo femenino de surf en tabla larga que corona a la campeona del mundo de la especialidad. Aqu¨ª se han dado cita, a mediados de julio, las cincuenta mejores acr¨®batas sobre longboard, las enormes planchas que evocan la esencia del surf m¨¢s cl¨¢sico. S¨®lo chicas. Kassia es una consagrada reina del tabl¨®n. Desde tierra, unos meg¨¢fonos advierten de que las veinte sombras masculinas de neopreno deben dejar el campo libre. A ella y a su contrincante. Las mejores olas del d¨ªa tienen due?as.
Empieza el duelo. Veinte minutos para decidir cu¨¢l de las dos despliega sus encantos en el agua con m¨¢s soltura, con m¨¢s estilo. La mujer de rosa dibuja estelas infinitas. Kassia ni se inmuta. Chapotea con los pies, ajena a cualquier tipo de presi¨®n. Observa como espectadora de excepci¨®n la evoluci¨®n de su rival. El tiempo pasa y su contrincante acumula puntos a favor. Y entonces, a pocos minutos de finalizar la manga clasificatoria, es cuando Kassia levanta la cabeza como si husmeara lo que est¨¢ por venir, rema con fuerza sobre el muro l¨ªquido de un metro y medio que se eleva sobre su cabeza, pega un saltito al alcanzar la cresta y se precipita a cabalgar. Como Neptuno. Pero sosegada, cadenciosa. Elegante. Virtuosa. Va de un extremo al otro de la plancha, ejecutando una armoniosa coreograf¨ªa reci¨¦n inventada que se diluye pr¨¢cticamente junto a las rocas. Para entonces no necesita esperar al veredicto del jurado. Ella sabe de sobra qui¨¦n se ha llevado el gato al agua.
Lo mejor ser¨¢ intentar dirigir a duras penas este dichoso artilugio flotante hacia tierra. Una vez all¨ª, habr¨¢ que esperar a que un reportero clonado de Borat, bigote incluido, concluya su hilarante performance ante Kassia para las c¨¢maras de una televisi¨®n estadounidense. Antes de acceder a conversar, s¨®lo necesita cinco minutos para cambiarse el traje de ba?o y hacerse con una manzana con la que alternar¨¢ mordiscos y frases con acento t¨ªpicamente americano.
La californiana Kassia Meador, de 25 a?os, se cri¨® cerca de la costa de Malib¨². Todo empez¨® cuando su padre le regal¨® una ranchera a los diecis¨¦is. Acababa de encontrar el medio perfecto de transportar sus pesadas tablas hasta la playa y la afici¨®n se volvi¨® la obsesi¨®n de cada d¨ªa. A los dieciocho ya se hab¨ªa convertido en una profesional de primer orden. Despu¨¦s vinieron los trofeos internacionales y las ofertas de los grandes patrocinadores. Entre ellos, Roxy, firma organizadora de este campeonato mundial, nacida como versi¨®n femenina de la casa Quicksilver. Acaso esta ¨²ltima, una de las primeras avispadas durante el siglo pasado en concebir el surf como un negocio rentable. Porque la estampa t¨®pica que rodea este deporte vende. Siempre lo ha hecho. Las playas paradis¨ªacas, los tipos fornidos a lo beach boys y sus gruppies bronceadas esper¨¢ndoles en la arena nunca fueron mal reclamo publicitario. Pero eso es el t¨®pico.
Estas mujeres que hoy vemos competir forman parte de una nueva generaci¨®n descendiente de las pioneras que hace ya muchos a?os destrozaron uno de los estereotipos m¨¢s manidos del surf. Ellas ya no est¨¢n para esperar a nadie tost¨¢ndose en el malec¨®n. Son atl¨¦ticas. Valientes. Tienen cicatrices por todo el cuerpo y espaldas m¨¢s grandes que las de muchos chicos. Y son sensuales. Con neopreno o con biquini. Sobre la tabla y en la playa. "No quiero surfear como un t¨ªo", manifiesta Kassia. "Tengo un estilo femenino y mi mejor aliada es la tabla larga; no necesito un mar enorme y sobre ella puedo desarrollar maniobras con lentitud y elegancia. Los hombres se hacen los gallitos con las olas grandes; nosotras buscamos cabalgar la ola perfecta. No nos importa tanto el tama?o".
Willy Uribe, surfista ilustrado, escritor y periodista vasco, autor de la novela Nanga (Leqtor) y de infinidad de art¨ªculos e historias sobre este deporte, resume a dos los handicaps que han afrontado las mujeres en la historia del surf: "A las pioneras se las comparaba con los chicos; se las med¨ªa por su capacidad de ejecutar maniobras radicales. Y en los rompientes, donde no es f¨¢cil para nadie abrirse hueco, muchas tuvieron que soportar a maleducados que piensan que las olas les pertenecen. Ojal¨¢ la consolidaci¨®n de las mujeres ayude a eliminar la visi¨®n de t¨ªo malo y mis¨®gino que tantas veces se tiene sobre nosotros". Willy recuerda que a partir del estreno de la pel¨ªcula Gidget (1959) se abri¨® una eficaz puerta de entrada a las surfistas durante el siglo pasado. "Esta historia de una chica que cog¨ªa olas vestida con falda-tabla supuso el primer boom comercial del surf. Muchas secundaron a las pioneras de los cincuenta, y en los ochenta ya encontramos leyendas como Margo Oberg o Rell Sun, quien lleg¨® a tutear a los due?os y se?ores tatuados del pico de Hawai. La moda de recuperar los viejos dise?os de longboard durante los ¨²ltimos a?os ha terminado de consolidar un estilo femenino, menos agresivo que el de las tablas cortas. En esta modalidad hay una francesa, Claire, que parece bailar sobre el agua", apura antes de colgar el tel¨¦fono.
Esa francesa, Claire Karabatsos, naci¨® hace 29 a?os aqu¨ª, en Biarritz. Donde, seg¨²n cuenta la archinarrada leyenda, el surf lleg¨® a Europa en 1957 de la mano del guionista de Hollywood Peter Viertel. Muy cerca, en la grand plage cargada de aromas a balneario decadente, Claire cogi¨® su primera ola con 11 a?os. Pero no fue hasta los 22, con la carrera de biolog¨ªa terminada, cuando decidi¨® dedicarse profesionalmente al arte de cabalgar las aguas.
Al poco de empezar, el plomo de una ca?a de pescar le fractur¨® el cr¨¢neo en una playa del norte de Francia. Una r¨¢pida intervenci¨®n le salv¨® la vida. En el hospital le aconsejaron que no volviera a montarse en una tabla, y ella decidi¨® volver en busca de la misma ola tras recuperarse. Pronto regres¨® a los torneos internacionales. Hasta hoy. "Pero el esp¨ªritu del surf no es competir", aclara tras terminar su duelo del d¨ªa en el Roxy Jam 2007. "Yo lo practico pensando en divertirme. Y si me llevo algo de pasta, mejor". Claire tiene hoy 29 a?os y se gana la vida entre campeonatos y clases particulares a los novatos de la grand plage. Ha desarrollado una tesis universitaria para el empleo de materiales menos t¨®xicos en la elaboraci¨®n de las tablas que pretende comercializar. "Es muy dif¨ªcil vivir s¨®lo del surf. Y para nosotras, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa. El dinero se mueve con m¨¢s fluidez en el surf masculino".
En esto coincide Claire con Maritxu Darrigrand, fundadora de la firma organizadora de este campeonato mundial: "La verdad es que s¨ª; creo que ¨¦ste es todav¨ªa un mundo de hombres. Para ellas resulta mucho m¨¢s complicado salir adelante. Todav¨ªa no existen tantas marcas destinadas exclusivamente a mujeres que ejerzan de patrocinadores. Y ¨¦stos son los que organizan los torneos, en coordinaci¨®n con la federaci¨®n internacional. Y los que aportan el dinero de los premios".
Exactamente 5.000 d¨®lares se ha embolsado la estadounidense Jennifer Smith tras ganar este certamen. Hija de un surfista y propietario de una tienda de skate en San Diego (California), lo de las tablas le viene desde la cuna. A sus 21 a?os comparte la misma inquietud que sus colegas, pero desdramatiza. "Los hombres manejan la industria; ellos deciden lo que vende. Pero parece que empiezan a darse cuenta de que no se puede comparar la forma de surfear entre hombres y mujeres. Sencillamente, ellos tienen m¨¢s fuerza. Nosotras, sobre todo con tablas largas, nos manejamos con m¨¢s estilo y menos violencia. Para m¨ª, el longboard se identifica totalmente con el esp¨ªritu femenino en el mar. Y poco a poco va calando el mensaje. Cada vez somos m¨¢s".
Y en Espa?a tambi¨¦n. En el a?o 2000, cuando naci¨® la federaci¨®n nacional de este deporte, s¨®lo hab¨ªa 60 mujeres alistadas. Hoy cuentan entre sus filas con casi 800 de un total de 3.136. "Pero ten en cuenta que los federados s¨®lo suponen el 20% de todos los surfistas espa?oles. En las escuelas se observa con m¨¢s claridad esta progresi¨®n: la mitad de los alumnos desde hace unos tres a?os son mujeres", ilustra un representante de la organizaci¨®n. Por las descomunales olas de Euskadi, donde se han curtido estrellas internacionales como Eneko Acero o Aritxa Saratxaga, andan repartidos 1.889 hombres y 270 mujeres federados. Miriam Imaz y Estitxu Estremo son dos de sus m¨¢ximos exponentes. Menos conocidas que los chicos, ostentan un palmar¨¦s envidiado por muchos y respetado por todos. Las dos han participado en este campeonato del mundo de Biarritz, pero no pasaron de la tercera ronda.
Miriam tiene 27 a?os y s¨®lo lleva uno compitiendo en tabla larga. Empez¨® imitando a sus hermanos mayores. Hasta que les pas¨® por encima. "Mi estilo es m¨¢s radical que el del resto de chicas que practican longboard; casi siempre he surfeado con tabla corta. Ahora somos m¨¢s chicas en el agua que cuando empec¨¦, claro. Y no creo que a los t¨ªos les moleste verte en el pico. Lo que les molesta a algunos es que surfees mejor que ellos. Pero son los menos; yo casi nunca he mantenido una discusi¨®n". Para Estitxu Estremo, de 30 a?os y un laureado palmar¨¦s europeo, "el problema de este deporte es el mismo que en todos los dem¨¢s: se fomenta con m¨¢s ¨ªmpetu la creaci¨®n de estrellas entre los hombres. Creo que el tenis es el ¨²nico deporte m¨¢s o menos equilibrado en este sentido. Ahora parece que las marcas sustituyen poco a poco la imagen de las mujeres en el surf que han estado vendiendo durante demasiado tiempo".
Ya lo dice el surfista-escritor-periodista Willy Uribe: "Una cosa es el surf-soul, el del alma, y otra muy distinta, el surf-fashion". Aqu¨ª, en la legendaria Cote des Basques, cae la tarde y los altavoces de la organizaci¨®n del campeonato escupen reggae a toda pastilla. Desperdigados por el espig¨®n, con sus tablas apoyadas convenientemente cerca de ellos, las hordas de j¨®venes surferos y surferas contemplan el ocaso. Ante lo m¨¢s parecido a un homenaje a la est¨¦tica y el buenrollismo generalizado, la voz de Miriam Imaz se erige tras salir del agua para poner los pies en la tierra: "S¨ª, hombre, claro que hay piques. Y entre t¨ªas... ?Imag¨ªnate!".
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