Los presos fugados siembran el terror en Ica
El Ej¨¦rcito interviene para frenar los saqueos mientras faltan el agua, la luz y la comida
Ni luz, ni agua, ni comida; por ¨²ltimo, ni seguridad. Cuatro d¨ªas despu¨¦s del terremoto que desfigur¨® la faz de Ica, en el sur de Per¨², la ayuda empez¨® a llegar t¨ªmidamente ayer en forma de bolsas de alimentos, aunque no fue suficiente. Mientras, el Gobierno se revolv¨ªa con algo m¨¢s que medios, con imaginaci¨®n, para sortear un nuevo enemigo, la delincuencia criminal provocada por m¨¢s de 500 presos fugados del penal de Tambo de Mora, en la ciudad de Chincha (una de las afectadas por el se¨ªsmo), tras haberse desplomado las paredes del presidio. Se hizo necesaria la intervenci¨®n del Ej¨¦rcito para promover la captura de los peligrosos evadidos que, rev¨®lver en mano, lograban aterrorizar a una poblaci¨®n que intenta reponerse del horror causado por el terremoto.
Tanto en Chincha como en el centro de Ica capital y en Pisco, los maleantes se dedicaban a asaltar hogares y llevarse el bot¨ªn. En el hospital de la primera ciudad citada, uno de ellos intent¨® robar medicinas y se gan¨® una bala.
Unas 200.000 personas dependen del sustento oficial. Son gente sin nada, a las que s¨®lo la beneficencia internacional y los recursos del pa¨ªs ofrecen la posibilidad de una comida diaria. El reparto de las raciones de comidas en medio de las plazas p¨²blicas comparte, en ocasiones, espacio con los propios cad¨¢veres expuestos al aire libre para ser identificados.
Unas 300 toneladas de alimentos se dirig¨ªan en la ma?ana de ayer al sur del pa¨ªs en busca de un destinatario que ayuna desde el mi¨¦rcoles. Por la tarde empezaron a llegar las primeras bolsas con comida y, en algunos puntos de Ica, volvi¨® la electricidad. Pero no fue suficiente. A¨²n pod¨ªa hablarse de hambre y de sed.
En la sede de Defensa Civil, en Ica, Ver¨®nica Colina, una mujer de 38 a?os, madre de un hijo y vecina de Arenales, una de las avenidas m¨¢s antiguas de la capital, reduc¨ªa el problema casi a una consigna: "Agua, solamente agua. Eso es lo que queremos. La comida la inventamos despu¨¦s".
Una botella de agua mineral, que antes costaba un sol (25 c¨¦ntimos de euro), ayer val¨ªa el doble. Miles de ni?os duermen con sus padres y abuelos en las calles, todav¨ªa, porque la luz tardar¨¢ en volver a sus casas y las r¨¦plicas del se¨ªsmo (ayer prosegu¨ªan) desaconsejaban permanecer entre cuatro paredes.
La gente no oculta el miedo a encerrarse en casa, pese a que los expertos peruanos y japoneses, que estudian el suceso, hayan dado garant¨ªas de que el se¨ªsmo no se reproducir¨¢, al menos en esta regi¨®n, hasta dentro de una d¨¦cada como m¨ªnimo. Un temor que se duplica con las noticias de saqueos y robos a mano armada en un pa¨ªs que, en pocas horas, aprende a descifrar cu¨¢ndo los rumores mienten.
P¨¢nico a un 'tsunami'
El bulo de un tsunami o de otro pr¨®ximo terremoto infernal corre de un extremo a otro de Ica para que el p¨¢nico prolongue el desalojo de las casas y los pandilleros encuentren expedito el camino.
Se suceden las escenas de toda condici¨®n. Un helic¨®ptero de la Marina se precipit¨® sobre el campo ferial con siete personas que salieron con vida. El p¨¢rraco de la iglesia de Pisco, Jos¨¦ Emilio Torres, estaba milagrosamente vivo, dos d¨ªas despu¨¦s, bajo los escombros, pese a que m¨¢s de 160 de sus feligreses para los que oficiaba misa perecieron, a ciegas, tras el apag¨®n y desplome del templo, que s¨®lo conserv¨® en pie los pilares de la b¨®veda. Y mientras Per¨² entierra a sus muertos, nac¨ªa un beb¨¦ que se llamar¨¢ Rafael Jes¨²s, seg¨²n anunci¨® ?rika Guti¨¦rrez, una madre primeriza.
Per¨² es un pa¨ªs sin techo en su franja sur. En el asentamiento de Tierra Prometida, donde muri¨® abatido por una pared Hugo Sabastiz¨¢gal, octogenario, pr¨¢cticamente no qued¨® en pie ninguna de las 150 viviendas habitadas. Casas de barro (una temeridad en un pa¨ªs s¨ªsmico, que es casi un signo cultural). Para colmo, los supervivientes se enfrentan a un pleito. "Apareci¨® por ah¨ª alguien que dice que es el due?o de esto", se?al¨® Mar¨ªa Angulo.
El problema ahora es la reconstrucci¨®n. Que se lo digan a Jos¨¦ Luis Laurente, de 48 a?os, cuya vivienda se vino abajo en Los Espinos (otro nido de barro de la localidad de Ica). "La compr¨¦ para que no me pudieran echar. Nadie piensa en el ogro [terremoto] y cuando llega te ves en la calle, como yo".
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