Por fin sin honor ni intimidad
Deber¨ªamos dejarnos de pamplinas. Llegados a la Era del Ciudadano-Paparazzo armado con su supertel¨¦fono m¨®vil con c¨¢mara de alta definici¨®n o con cualquier minic¨¢mara de v¨ªdeo, m¨¢s nos vale borrar de los c¨®digos penales o penosos ese requisito tan manoseado del respeto a la intimidad o de la defensa del honor de las personas. Como bien le dijo, m¨¢s o menos, Clark Gable a Vivien Leigh en Lo que el viento se llev¨®:
-Una mujer como t¨² puede prescindir de su reputaci¨®n.
Lo cual equivale a que una sociedad como la nuestra no necesita intimidad ni honor. A lo mejor ni siquiera podemos permitirnos el mantenimiento de semejantes conceptos, bastante vaporosos incluso en ¨¦pocas m¨¢s controlables, desde el punto de vista de la informaci¨®n y el espect¨¢culo. La propia sociedad ha creado a quienes la mancillan y los m¨¦todos y medios que usan. Encontrar¨¢ su forma de deshacerse de ellos, tal vez por el suicidio colectivo. O no. Vamos a vivir intensamente estos momentos, vida. Anda y que le den reputaci¨®n a la sociedad. Y si la quiere que haga como la Reina, encerradita ella estos d¨ªas en Marivent, a solas con su respetable hermana Irene de Grecia y, supongo, con su no menos venerable piano (el que toca do?a Irene), descansando del tr¨¢fico de parientes y veleros de agosto, que debe de resultar agostador. Dios mediante, para que no te saquen en ba?ata no hay que abandonar el palacio, y las regatas tendr¨¢n que organizarse pronto en el real estanque.
En las propias Baleares se est¨¢ produciendo un fen¨®meno de lo m¨¢s actual (hoy hasta el Vaticano se mete en Wikipedia para interactuar; pero la Iglesia invent¨® la interactuaci¨®n: eso es la confesi¨®n), y ello consiste, seg¨²n informa Diario de Mallorca, en que miles de ba?istas armados con su m¨®vil sacan fotos a mansalva de las mujeres que toman el sol en las playas m¨¢s concurridas por el turismo tanto nacional como internacional. Y no hace falta ser un bellez¨®n para ser captada. All¨ª se van la Concha y el Mariano de Forges con el botijo, es decir, la media de la poblaci¨®n mundial, y por lo menos ella tiene garantizado un desparrame en SusTubes.
Claro que los Vigilantes de la Red (los de la playa no han sido entrenados para estos menesteres; y, adem¨¢s, andan desanimados desde que vieron a David Hasselhoff piripi en la moqueta y destrozando una hamburguesa) no paran de hacerse cruces sobre lo que se filma y se cuelga hoy en d¨ªa. Y ya ven, todo el mundo intentando encontrar un cauce legal para protegernos de esas im¨¢genes y filmaciones que sus autores colocan en Internet porque les sale de las narices, y porque la ¨²nica compensaci¨®n inmediata que ofrece Nuestra Era (mal que les pese a los vendedores de religionismos, de sacrificios y de para¨ªsos) es la de convertirse en Paparazzo y Voyeur a la vez, y no estar loco.
Porque Me Sale de las Narices: he aqu¨ª un gran calificativo para definir este tiempo, en cuyos avatares me incluyo, no vayan a creer ustedes que voy de casta. Lo que ocurre es que soy de la anticuada cosecha que prefiere refocilarse viendo los v¨ªdeos que reflejan a los poderosos (no los famosos: los poderosos, a ser posible los que quedan impunes; pero esta frase es un pleonasmo) en sus peores momentos.
Ser Paparazzo y Voyeur de nuestros semejantes es canibalismo visual. Y tambi¨¦n lo que, consecuentemente, mejor nos retrata.
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