Toros que parecen bueyes

Sabido es que los toros que se dedican al rejoneo son aqu¨¦llos que, por diversas razones, no son aptos para la lidia ordinaria. Por lo general, son reses bastas de presencia por cuyas venas no suele correr sangre brava de primera l¨ªnea. A fin de cuentas, se les obliga menos, y s¨®lo se les exige que se muevan y persigan a los caballos. Adem¨¢s, a todos se les despuntan los pitones para evitar percances a las monturas.

Bien, vale. Pero todo hay que cuidarlo para evitar que el espect¨¢culo pierda su esencia. Ayer, en la Malagueta, salieron toros muy desiguales en presentaci¨®n y peso -uno de ellos con cien kilos menos que la media-, y con los pitones excesivamente romos, que m¨¢s bien parec¨ªan bueyes de carreta que reses para una plaza de primera categor¨ªa. Alguien deber¨ªa plantearse torear los toros en puntas para que la perfecci¨®n alcanzada no perjudique a la necesaria emoci¨®n.

Sobre el albero, los dos rejoneadores m¨¢s importantes del momento -Hermoso y Ventura- que bien debieran cuidar estos detalles para que sus triunfos tuvieran m¨¢s peso espec¨ªfico. Les acompa?aba Mar¨ªa Sara, rejoneadora francesa, poco experimentada, que cometi¨® una imprudencia que pudo costarle caro. Tras pinchar al primer toro en la suerte final, se baj¨® del caballo, se desplant¨® delante de su oponente, que hizo por ella, la arroll¨® y pisote¨® hasta dejarla conmocionada. Aunque dio la vuelta al ruedo, fue trasladada a un centro sanitario para su observaci¨®n. Ofrece Sara mucha simpat¨ªa, pero poca seguridad, clava sin ajuste, abusa de las pasadas en falso y evidencia escaso dominio de las distintas suertes.

No fue tampoco una tarde redonda de los maestros a caballo. Hermoso de Mendoza mat¨® tres toros y s¨®lo brill¨® de verdad en el primero, con un tercio de banderillas sensacional con la colaboraci¨®n del caballo Chenel. Ambos demostraron un pleno sentido del temple y convirtieron el momento en una verdadera sinfon¨ªa del mejor toreo. Una mole de carne era el cuarto, y manso por m¨¢s se?as, y el caballero se limit¨® a poner en pr¨¢ctica su buena t¨¦cnica que, precisamente, le fall¨® estrepitosamente a la hora de matar. Y en el ¨²ltimo, muy conformista, no se vio al alegre y espectacular maestro de tantas tardes.

Tampoco Diego Ventura estuvo a la altura esperada. Parece como si ninguno de los dos optara por la competencia. Tuvo algunos fallos impropios de su categor¨ªa y se dej¨® alcanzar los caballos en demas¨ªa; destac¨® en los pares a dos manos y, al final, dej¨® claro que es un torero asentado y ortodoxo.