La extrema violencia de los sicarios
La guerra del narco no da tregua en M¨¦xico. En una de sus ¨²ltimas batallas se cobr¨® la vida de siete habitantes del Estado de Oaxaca, que engrosaron una lista de m¨¢s de 1.700 muertos en lo que va de 2007. La campa?a lanzada por el presidente Felipe Calder¨®n, que ha movilizado a miles de soldados y polic¨ªas federales en las zonas donde las bandas de narcotraficantes son una amenaza para la seguridad nacional, no ha frenado los asesinatos.
Incapaces de poner fin a la ola sangrienta, las autoridades estatales y federales se limitan a informar cotidianamente de los asesinados por los sicarios al servicio de las mafias. La semana pasada fueron levantados (secuestrados por miembros de los c¨¢rteles) siete oaxaque?os. Sus cuerpos sin vida, con se?ales de haber sido torturados, se hallaron en una fosa com¨²n clandestina. La polic¨ªa indic¨® que probablemente las v¨ªctimas eran camellos al por menor, pero no dio se?al de ir tras los matones.
En el Gobierno federal se ve el creciente fen¨®meno como una reacci¨®n a los operativos del Ej¨¦rcito y los federales, que comenzaron en diciembre. La cifra de muertos en la guerra del narco aumenta casi a diario. El peri¨®dico El Universal realiza un conteo extraoficial y hasta el 16 de agosto la cifra de v¨ªctimas era de 1.703. Y daba cuenta de que un d¨ªa antes hab¨ªan sido asesinadas 12 personas.
Es com¨²n que la prensa, e incluso, las autoridades atribuyan las muertes violentas a bandas como Los Z (creada por desertores del Ej¨¦rcito mexicano), al servicio del c¨¢rtel del Golfo, o Los Pelones, pagados por el de Sinaloa.
La corrupci¨®n imperante en los cuerpos policiales ha hecho que decenas de sus miembros hayan ca¨ªdo en venganzas o ajustes de cuentas. Adem¨¢s, existen pruebas -incluso grabadas en v¨ªdeo y colgadas en Internet- de que los agentes policiales, lo mismo federales que locales, trabajan tambi¨¦n como verdugos.
Los asesinos a sueldo cumplen sus misiones por todo el pa¨ªs, asaltan prisiones, ejecutan heridos en hospitales, a polic¨ªas en sus cuarteles o matan a plena luz del d¨ªa. En ocasiones act¨²an como fuerzas paramilitares, como ocurri¨® el 14 de mayo en el norte?o Estado de Sonora. Entonces un comando del narco, formado por m¨¢s de 40 hombres armados hasta los dientes, tom¨® el poblado de Cananea y secuestr¨® polic¨ªas y civiles. Huy¨® en una caravana mortal, formada por 15 veh¨ªculos, uno de ellos blindado, y dej¨® un reguero de sangre: primero dej¨® los cad¨¢veres de cuatro polic¨ªas, m¨¢s adelante el de otro y los de dos civiles; finalmente, tropas del Ej¨¦rcito les hicieron frente y eliminaron a 15 sicarios.
Fue la jornada m¨¢s letal, pero no la m¨¢s dram¨¢tica, ya que asesinos de las bandas han decapitado a varias decenas de personas, ejecutado y grabado sus acciones, que cuelgan de la Red.
Milenio Diario, en su recuento period¨ªstico, daba cuenta en junio que los Estados donde m¨¢s ejecuciones se hab¨ªan dado eran Sinaloa (199), Guerrero (191) y Michoac¨¢n (180), en tanto que en s¨®lo tres de los 32 Estados (San Luis Potos¨ª, Baja California Sur y Colima) no hab¨ªan ocurrido asesinatos a manos de sicarios, que en los primeros seis meses se cobraron la vida de 183 polic¨ªas.
El ritmo de las ejecuciones comenz¨® a bajar en junio y parec¨ªa que las acciones gubernamentales daban resultado. Entonces la prensa inform¨® de una cumbre de capos de los carteles, que ese mes habr¨ªan dialogado sobre la conveniencia de parar la racha sangrienta y redise?ar sus cotos de influencia y poder.
El dato fue confirmado por fuentes de la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA) y no fue desmentido por autoridades mexicanas.
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