La ley del silencio impera en Duisburgo
Los vecinos del restaurante Da Bruno, donde fueron acribillados seis italianos, temen que sea "s¨®lo el principio"
A pocos metros de la Estaci¨®n Central de Duisburgo, un muchacho vestido con el azul y blanco del equipo local explicaba a su amiga que basta con pasar el t¨²nel bajo las v¨ªas del tren para dar con el restaurante Da Bruno. All¨ª fue donde cuatro d¨ªas antes, en la madrugada de la fiesta italiana del Ferragosto, dos sicarios de la 'Ndrangheta calabresa acribillaron a balazos a seis hombres de nacionalidad italiana en la peor matanza mafiosa de la historia de Alemania.
El visitante que siga las indicaciones dadas por el joven hincha reconocer¨¢ enseguida los grupos de personas que se arremolinan junto a un edificio plateado. Es el Silberpalais, en cuyos bajos est¨¢ el Da Bruno. El calor de docenas de velas funerarias marchita las flores que, dispuestas en ramos ante la puerta cerrada, honran la memoria de los seis muertos. Entre ellas, varios folios de cuaderno escolar recuerdan con trazo infantil al joven Tommaso Venturi, el aprendiz cuyo decimoctavo cumplea?os celebraron las seis v¨ªctimas hasta las dos y media de la madrugada del 15 de agosto en Da Bruno. Acababan de salir cuando los asaltaron sus asesinos. En 14 minutos terminaron con los seis.
"Nadie va a decir que conoc¨ªa a los muertos", dicen en la Sociedad Italiano-Alemana
Una mujer de unos 30 a?os, ataviada con un estrecho ch¨¢ndal rosado colocaba al anochecer del s¨¢bado un enorme ramo de rosas blancas en una vasija envuelta en la bandera italiana. Varios curiosos hac¨ªan fotos. Otros le¨ªan las notas de condolencia. El cabecilla de un grupo de j¨®venes empez¨® a explicar en voz muy alta que "all¨ª estaba el coche, desde all¨ª dispararon y all¨ª hay cuatro agujeros de bala". Terminada su tarea, la mujer de las flores se alej¨®. Es italiana "pero no de Calabria sino de Apulia", trabaja en otro restaurante italiano de la regi¨®n y no dijo su nombre. Pese a la hora tard¨ªa, cubr¨ªa sus ojos con grandes gafas de sol de marca italiana. Conoc¨ªa a Sebastiano Strangio, el copropietario del Da Bruno muerto en el ajuste de cuentas. Su asesinato "fue una cosa horrible". Agarrando a su hijo de la mano, la mujer afirm¨® con gesto grave no estar sorprendida y que "s¨®lo es el principio, porque ya sabemos c¨®mo funcionan estas cosas. Ojo por ojo".
La polic¨ªa alemana mantiene su reserva y se ampara en las necesidades de la investigaci¨®n para decir sobre el caso lo menos posible. Quien haga preguntas sobre el d¨ªa de la matanza a los vigilantes jurados de la Estaci¨®n Central de Duisburgo o a alguno de los taxistas de las inmediaciones puede creerse en los territorios de la omert¨¤, la ley del silencio mafioso.
A la regi¨®n de la cuenca del Ruhr, la m¨¢s industrializada y densamente poblada del pa¨ªs, acudieron durante d¨¦cadas miles de emigrantes espa?oles, turcos, griegos e italianos huyendo de la miseria. Del medio mill¨®n de habitantes que tiene Duisburgo, unos 3.500 son italianos. "Ya no somos tantos", como reconoce la presidenta de la Sociedad Italiano-Alemana de la ciudad, Enza Ruffini-Webb. Advierte Ruffini de que "a¨²n as¨ª, nadie va a decir que conoc¨ªa a los muertos".
No los conoci¨®, por ejemplo, el propietario de uno de los restaurantes italianos m¨¢s pr¨®ximos al Da Bruno, desde cuya puerta se ve el Silberpalais. Escuchaba el restaurador con gesto incr¨¦dulo el relato sobre la joven del ch¨¢ndal. Cuando cay¨® el nombre de Sebastiano Strangio, pregunt¨® expresivamente: "?Pero qu¨¦ Sebastiano?". Protesta el propietario sobre los efectos de la matanza en los negocios y la reputaci¨®n de sus compatriotas. "Ahora", dice, "es s¨¢bado por la noche y no tengo a casi nadie en el local, esta semana hemos tenido varias cancelaciones; la gente lo echa todo en el mismo saco, ahora me averg¨¹enzo de ser italiano".
Don Adriano, p¨¢rroco de la Misi¨®n Italiana en la regi¨®n del Ruhr, se desplaza una vez a la semana de Essen a la vecina Duisburgo para celebrar la misa en su idioma. Explic¨® el sacerdote que uno de los muertos ser¨¢ enterrado en un cementerio de Duisburgo, "los otros cad¨¢veres ser¨¢n repatriados". Dijo el p¨¢rroco que nunca ha o¨ªdo en Alemania que la mafia extorsione a los restauradores. Maria Antonia Pin, due?a del Caff¨¨ dello Sport, se re¨ªa de la sola idea: "No s¨¦ qu¨¦ les ¨ªbamos a dar".
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