La pista china de Tint¨ªn
En Shanghai soplaban vientos de asfixia intelectual. Hac¨ªa una d¨¦cada que el Gran Timonel, Mao Zedong, hab¨ªa decretado la Revoluci¨®n Cultural, y enviado a los artistas a los sembrados a repicar arroz, para no privarles de las vivencias propias del proletariado. El escultor Tchang Chong-chen, formado en B¨¦lgica y en Francia en los a?os treinta, fue uno de esos agraciados.
Hac¨ªa d¨¦cadas que viv¨ªa aislado de lo que ocurr¨ªa en Occidente, hasta que un d¨ªa, en la primavera de 1975, un hombre elegante y entrado en a?os llam¨® a la puerta de su bell¨ªsima residencia art d¨¦co en el barrio en la concesi¨®n francesa de Shanghai. Tra¨ªa un sobre, con los bordes coloreados de azul y rojo y dos timbres de cinco francos belgas matasellados en Bruselas. Era de su amigo Georges Remi, del que no sab¨ªa nada hac¨ªa 40 a?os y al que en 1934 hab¨ªa ayudado a dibujar las aventuras de un joven reportero con flequillo de punta que se publicaron entonces en un semanario cat¨®lico belga. Remi, alias Herg¨¦, ten¨ªa noticias, muchas. Tint¨ªn, el joven reportero, que Tchang y Herg¨¦ hab¨ªan dibujado a cuatro manos en El Loto Azul se hab¨ªa convertido en un ¨¦xito mundial.
Wang dej¨® atr¨¢s la carrera diplom¨¢tica para proteger y difundir el legado de Herg¨¦
El Gobierno chino autoriz¨® en 1981 a Tchang a viajar hasta Bruselas para encontrar a su amigo
'Tint¨ªn en el pa¨ªs de los s¨®viets' sigue prohibido porque da mala imagen del comunismo
El Loto Azul y Tint¨ªn en el T¨ªbet, los ¨¢lbumes de Tint¨ªn que Herg¨¦ promet¨ªa en su primera carta llegaron meses m¨¢s tarde a casa de los Tchang, despu¨¦s de que Herg¨¦ se enzarzara en innumerables gestiones diplom¨¢ticas con el Gobierno de Pek¨ªn que le devolvi¨® una y otra vez el paquete con el sello de "importaci¨®n prohibida" impreso. "Cuando lleg¨® el paquete a casa, lo abrimos, y mi padre me dijo, l¨¦elos con atenci¨®n, f¨ªjate c¨®mo nos divertimos luchando contra el imperialismo japon¨¦s. Los le¨ª una y otra vez. Enseguida me fascinaron y con ellos aprend¨ª franc¨¦s. ?No me pod¨ªa creer que fuera el mismo idioma que ense?aban los manuales sovi¨¦ticos!". Yifei Tchang, hija del escultor se asom¨® por primera vez al mundo de la mano de Tint¨ªn. Rebautizada Fifi, por el propio Herg¨¦, vive hoy en Bruselas, dedicada en cuerpo y alma a divulgar la obra del amigo de su padre.
El Loto Azul, ambientado en el Shanghai de las potencias ocupantes en los a?os treinta, es la obra maestra de Herg¨¦, en opini¨®n de afamados tintin¨®logos. Es el ¨¢lbum en el que la llamada l¨ªnea clara acab¨® de tomar forma, en el que la l¨ªnea argumental gana coherencia y el que hizo que Herg¨¦, hasta 1934 un joven y prejuicioso artista belga tomase conciencia de la importancia de documentarse hasta el ¨²ltimo detalle antes de dibujar las historias. Fue adem¨¢s el trabajo que marc¨® de por vida la personalidad del artista belga, que se dej¨® enamorar por el tao¨ªsmo, por la poes¨ªa y el arte del Lejano Oriente.
"Si quieres escribir El Loto Azul, tienes que contar la verdadera historia de China, tienes que utilizar la l¨ªnea clara de la pintura china, es la l¨ªnea de la pintura china". ?ste fue uno de los muchos consejos que Tchang le dio a Herg¨¦ y que hoy est¨¢ colgado en un lugar destacado del peque?o museo dedicado al escultor chino en las afueras de Shanghai. Wang Yue conoce este museo como la palma de su mano. A sus 40 a?os naci¨® y creci¨® en plena Revoluci¨®n Cultural y su primer contacto con Tint¨ªn, cuando hab¨ªa cumplido los 10, le cambi¨® la vida. "Para nosotros Tint¨ªn representaba la libertad. En esa ¨¦poca no pod¨ªamos salir de China. Viajar como Tint¨ªn era un sue?o. Ir a Congo fue mi primer viaje espiritual".
Profundamente marcado por la obra de Herg¨¦, este hombre formado en la carrera diplom¨¢tica, rechaz¨® un trabajo en el Ministerio de Exteriores en 1989. Tambi¨¦n dej¨® atr¨¢s un buen puesto en una f¨¢brica textil y ahora Wang se dedica a proteger y difundir el legado de Herg¨¦, y trabaja junto con la editoral Moulinsart una p¨¢gina web de Tint¨ªn en chino. "Mis amigos y mis padres piensan que estoy loco, pero mi mujer me comprende", confiesa.
Como Wang, millones de j¨®venes del planeta han recorrido pa¨ªses ex¨®ticos y lugares so?ados de la mano del belga m¨¢s universal, cuyo creador, el dibujante Herg¨¦ naci¨® hace 100 a?os en Bruselas y muri¨® en Lovaina en 1983. Las correr¨ªas del siempre bienintencionado chaval de pantalones bombachos han sido traducidas a 60 idiomas y la venta de ejemplares -200 millones de ¨¢lbumes hasta el momento- no tiene visos de remitir. Al contrario, gigantescos mercados como el chino, cerrado a cal y canto durante d¨¦cadas, resultan hoy todav¨ªa prometedores para el joven reportero siempre acompa?ado de su inseparable Mil¨².El mayor reto para los editores en China es preservar el legado de Herg¨¦ intacto en el para¨ªso de las falsificaciones y las ediciones pirata. En un pa¨ªs, donde los libros de Harry Potter salen al mercado semanas antes del lanzamiento oficial en Londres y en ocasiones el plagiador se permite incluso cambiar el final del libro si no acaba de convencerle. No resulta demasiado dif¨ªcil encontrar ediciones pirata de los c¨®mics de Tint¨ªn rebuscando entre los atiborrados tenderetes de la ciudad vieja de Shanghai. All¨ª, entre joyas de jade, copias de bolsillo del Libro Rojo de Mao y monta?as de baratijas, descansan los primeros plagios de Tint¨ªn de principios de los ochenta. Diminutos, mal copiados e impresos en blanco y negro, fueron el alimento espiritual de miles de j¨®venes chinos durante los ochenta y los noventa, hasta que por fin en el a?o 2000, la editora gubernamental de libros infantiles lleg¨® a un acuerdo con Casterman para publicar la obra de Herg¨¦, de la que desde entonces han vendido dos millones de ejemplares, sin contar la infinidad de obras pirata, que a uno de sus plagiadores le ha costado cinco a?os de c¨¢rcel.
En un caf¨¦ de Pek¨ªn, Xiao Liyuan, al frente de las publicaciones de la gubernamental China Children Publishing House, cuenta que el ¨¢lbum estrella en China es sin duda El Loto Azul, seguido de Tint¨ªn en el T¨ªbet, inicialmente publicado en 2000 bajo el t¨ªtulo Tint¨ªn en el Tibet chino, luego corregido, despu¨¦s de que los herederos de Herg¨¦ pusieran el grito en el cielo. "Es un tema muy sensible", reconoce Xiao. ?Y Tint¨ªn en el pa¨ªs de los s¨®viets? "Tambi¨¦n es demasiado sensible. Es el ¨²nico ¨¢lbum cuya publicaci¨®n no est¨¢ permitida en China, porque da mala imagen del r¨¦gimen comunista". El propio Herg¨¦ reneg¨® m¨¢s tarde de su primera obra, la sovi¨¦tica, al considerar "un pecado de juventud" el retrato maniqueo de la Uni¨®n Sovi¨¦tica de finales de los a?os veinte, en la que pretendi¨® aleccionar a los j¨®venes de las vilezas del comunismo.
Similares prejuicios aparecen en los ¨¢lbumes anteriores a El Loto Azul. Tal vez los m¨¢s zafios pueden leerse en las primeras versiones de Tint¨ªn en el Congo, que atufan a paternalismo colonialista, m¨¢s tarde algo rectificados en posteriores versiones. Aun as¨ª, este verano, la comisi¨®n para la igualdad racial de Reino Unido desaconsej¨® la venta de la aventura africana de Tint¨ªn por "exhalar prejuicios racistas", lo que ha llevado a algunas librer¨ªas a retirar el ¨¢lbum de las secciones de literatura infantil.
Fueron esos excesos de juventud, en parte alentados por la direcci¨®n del semanario conservador Le Petit Vingti¨¨me, donde Herg¨¦ publicaba sus historias, los que hicieron saltar las alarmas de los misioneros belgas, muy presentes no s¨®lo en ?frica, sino tambi¨¦n en China. Al enterarse de que Herg¨¦ se propon¨ªa iniciar una serie de c¨®mics inspirados en Shanghai le presentaron a Tchang Chong-chen, entonces un joven estudiante chino de la Academia de Bellas Artes de Bruselas, que trabaj¨® codo con codo con Herg¨¦ para dar a luz El Loto Azul, una fiel narraci¨®n de la compleja situaci¨®n pol¨ªtica y social del Shanghai de mediados de los a?os treinta, desconocida incluso en las cr¨®nicas period¨ªsticas de la ¨¦poca que llegaban a Occidente.
Eran los tiempos posteriores a las guerras del opio. Los tiempos en los que las potencias extranjeras campaban a sus anchas en Shanghai, tras obtener derechos extraterritoriales en el gigante asi¨¢tico en los llamados tratados desiguales. Eran tambi¨¦n los a?os anteriores a la formaci¨®n de la Rep¨²blica Popular China en 1949 tras la victoria de Mao Zedong sobre Chiang Kai-chek. En 1930, unos 36.000 extranjeros viv¨ªan en la concesi¨®n internacional de Shanghai y hac¨ªan y deshac¨ªan sin rendir cuentas a la justicia china.
Brit¨¢nicos, franceses y japoneses se asentaron en la que entonces ya era la quinta ciudad m¨¢s grande del mundo desde donde comerciaban con la seda y el algod¨®n que entraba por el puerto de Shanghai.
En su diminuto apartamento a las afueras de Shanghai, a Chen Shui Quiao, de 82 a?os y pelo tieso negro azabache, se le escapa la sonrisa cuando hojea El Loto Azul. Es la primera vez que lo observa, pero enseguida reconoce lo que ve en las vi?etas: "Era as¨ª, exactamente as¨ª. La mayor¨ªa de los chinos odi¨¢bamos a los invasores. Ven¨ªan s¨®lo a por el dinero. Nosotros ten¨ªamos el acceso restringido a la concesi¨®n internacional. Nos miraban por encima del hombro. Recuerdo que hab¨ªa un cartel en un parque que dec¨ªa prohibido perros y chinos".
El relato de Chen coincide palmo a palmo con el retrato de la vida en la concesi¨®n internacional de Herg¨¦. "Los japoneses nos consideraban una raza inferior. Controlaban los puentes de acceso a la ciudad. Para cruzar ten¨ªas que agacharte y hacer una reverencia, sino recib¨ªas con la culata en la cabeza", precisa.
Todo aparece en la trama de El Loto Azul en la que Tint¨ªn trata de desmantelar una banda internacional de traficantes de opio, compinchada con los japoneses y brit¨¢nicos asentados en Shanghai.
Hoy poco queda del Shanghai que fielmente retrat¨® Herg¨¦ apoy¨¢ndose en fotograf¨ªas de la ¨¦poca. La ciudad se transforma y expande al ritmo de las excavadoras que arrasan barrios enteros de casas bajas para plantificar el en¨¦simo rascacielos que pinchar¨¢ el ya trepanado y casi siempre ennegrecido cielo de Shanghai. La ciudad vieja, donde transcurre buena parte de El Loto Azul muere a pasos de gigante, y se transforma en una reconstrucci¨®n de la China tradicional con m¨¢s sabor a parque tem¨¢tico que a construcci¨®n de la ¨¦poca.
La concesi¨®n francesa conserva a¨²n gran parte de su encanto, con numerosos edificios art d¨¦co protegidos y salpicada de peque?as iglesias cat¨®licas, una de las cuales frecuentaba el escultor Tchang. Tambi¨¦n conserva parte de su esplendor colonial el Bund, junto al r¨ªo Huangpu, donde los imponentes edificios coloniales de los a?os veinte vuelven a albergar como entonces las sedes de empresas extranjeras, en las que los hombres de negocios se reu-n¨ªan en clubes privados para fumar grandes cigarros y perder la conciencia en los fumaderos de opio, uno de los cuales, El Loto Azul, del que no queda ni rastro, dio nombre al ¨¢lbum de Herg¨¦. Hoy los elegantes restaurantes en las azoteas del Bund hacen las veces de clubes privados donde se cuecen los negocios de empresarios llegados de todos los rincones del planeta al olor de la barat¨ªsima producci¨®n de las factor¨ªas chinas.
Pero en casa de Chen, como en las de muchos otros viejos del lugar, no se respira ni una pizca de nostalgia. "Antes los chinos no ten¨ªamos ni dignidad ni derechos. Hoy hablamos con Occidente al mismo nivel. Nos respetan gracias a nuestro desarrollo econ¨®mico. Hoy estamos orgullosos de ser chinos".
Wang Bingdong es profesor de franc¨¦s en la Universidad de Pek¨ªn, y Casterman le ha encargado retraducir toda la obra de Tint¨ªn al chino. Las ediciones actuales est¨¢n traducidas del ingl¨¦s por 16 traductores distintos. La idea ahora es dar coherencia a las traducciones y que por ejemplo Hern¨¢ndez y Fern¨¢ndez dejen de llamarse en China Thomson y Thompson como en ingl¨¦s. Wang cuenta que tal vez el mayor reto sea traducir los espumarajos verbales que se escapan de la boca del Capit¨¢n Haddock. Para Wang, el mayor m¨¦rito de El Loto Azul es haber llevado hasta Occidente "una imagen de China libre de estereotipos. En los a?os treinta, la imagen de China en el extranjero estaba llena de mitos. Incluso ahora, muchos occidentales todav¨ªa creen que las chinas llevan los pies vendados. Es sorprendente que un hombre de esa ¨¦poca mostrara tan pocos prejuicios".
Herg¨¦ los ten¨ªa y fue s¨®lo el encuentro con Tchang el que seg¨²n ¨¦l, le abri¨® los ojos. "Con El Loto Azul, descubr¨ª un mundo nuevo", explic¨® en una ocasi¨®n el dibujante belga. "Para m¨ª, hasta entonces, China estaba poblada por personas con los ojos rasgados, muy crueles, que com¨ªan huevos podridos y nidos de golondrina, llevaban una trenza larga y tiraban a los beb¨¦s a los r¨ªos".
El homenaje a Tchang, lo hizo de la mejor forma que lo sab¨ªa hacer, dibujando. A finales de los cincuenta, Herg¨¦, que llevaba 20 a?os sin noticias de su amigo, env¨ªa a Tint¨ªn al T¨ªbet a buscar a Tchang, perdido en las monta?as tras sufrir un accidente de aviaci¨®n. En una cumbre nevada, el reportero encuentra al joven Tchang, medio moribundo. Al verle, a Tint¨ªn, el ni?o-hombre capaz de lidiar con los m¨¢s p¨¦rfidos malhechores del planeta, le rueda una l¨¢grima por la mejilla. En la vida real, tuvieron que pasar otros 20 a?os hasta que por fin en 1981, el Gobierno chino permiti¨® que Herg¨¦ y Tchang se fundieran en un abrazo en el aeropuerto internacional de Bruselas.
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