El gigantismo de Schnabel
El pintor estadounidense Julian Schnabel (Nueva York, 1951), se ha propuesto ser un famoso fuera de serie en esto del arte y lo est¨¢ consiguiendo contra viento y marea. Ya es un artista muy cotizado. Adem¨¢s, ha realizado tres pel¨ªculas. Con la ¨²ltima de ellas, titulada Le scaphandre y le papillon, fue premiado como el mejor director en la pasada edici¨®n del Festival de Cannes.
En estos momentos, y hasta el 21 de octubre, puede contemplarse una exposici¨®n suya en la antigua Tabacalera de San Sebasti¨¢n. Son 70 pinturas y esculturas de gran formato -elaboradas desde 1982 a nuestros d¨ªas-, ubicadas en la planta baja del que fuera en su d¨ªa emblem¨¢tico edificio. Las amplias dimensiones de las salas, con sus grandes alturas, poseen una fuerza espacial impresionante en s¨ª mismas. El marco es incomparable. Los formatos de grandes dimensiones de Schnabel se acoplan muy bien al espacio, lo que da como resultado una excelente puesta en escena.
El gran formato de las obras es una de las armas con las que cuenta el artista americano. Sabe que los espectadores se van a sentir empeque?ecidos frente a una sala con una docena de sus cuadros, cuyas dimensiones a veces rebasan los cinco metros de ancho por cinco metros de alto. En otras salas basta que s¨®lo sean cinco las obras de grandes medidas para que los espectadores se sientan igual de impresionados con lo visto. Es una envolvente continua la que experimenta el visitante. La obnubilaci¨®n est¨¢ garantizada. Ah¨ª radica el mayor inter¨¦s de esta gigantesca y espectacular muestra schnabeliana.
Mas cuando analizamos uno por uno los cuadros pintados sobre soportes de diversos materiales -entre los que destacan los ¨®leos y yesos sobre lonas impermeables, junto a otras especies como ¨®leos, platos sobre estructuras de madera y otras variantes-, entonces se aprecia que es un arte de poquedades. Los trazos impostados en los lienzos son simplones, sin gracia, triviales. Se dir¨ªa que el artista ha cre¨ªdo que bastaba con llevar a las grandes dimensiones esa poquedad. Ha querido sorprender con el atributo de lo grandote; pero sorprender no es sobrecoger y emocionar, eso que el gran arte tiene como fundamento m¨¢s preciado. Por otro lado, ha olvidado que el gigantismos por el gigantismo en arte tiene un valor muy peque?o.
En la mayor¨ªa de sus obras prevalece el criterio mendaz del todo vale, vigente en un determinado momento del pasado. Por fortuna eso dur¨® poco tiempo. Schnabel parece no haberse dado cuenta de ello. Para poder crear obras de valor necesita corregir su tendencia a trabajar bajo m¨ªnimos de autoexigencia. Cada trazo debe comportar una intenci¨®n ahondada e intensa. Sin esa intenci¨®n, sin esa carga de profundidad razonada, lo mostrado no pasa de ser una nada sin due?o. Sucede algo parecido con las esculturas. Se trata de una acumulaci¨®n sucesiva de ocurrencias. Conf¨ªa el artista que al fundir las piezas, la fuerza del bronce les d¨¦ un valor que las obras no poseen en s¨ª mismas. Otra vez vuelve la retah¨ªla melope¨ªstica del todo vale.
Respecto al dramatismo que pretende conseguir en los grandes lienzos, no va m¨¢s all¨¢ de convertirse en un dramatismo efectista. Aunque su intenci¨®n quiera parecerse al desgarro expresivo de las obras de T¨¤pies, en cuanto al tratamiento de la materia, la comparaci¨®n le es altamente desfavorable. Los platos de Schnabel, derivados de Gaud¨ª, ya se sabe que han tomado la fea costumbre de caerse de sus pinturas. Los retratos de familiares y amigos no pasan del tono discreto, a excepci¨®n del logrado retrato a uno de sus hijos -con un intenso y potente fondo negruzco-, donde deja bien claras sus carencias a la hora de dibujar.
El artista puede crear obras para satisfacci¨®n propia y puede vivir dentro de un permanente canto a s¨ª mismo. Est¨¢ en su derecho. Sin duda, nada es tan dif¨ªcil como no enga?arse. De todos modos, debemos felicitarle por haber conseguido que el gran p¨²blico se haya obnubilado con sus gigantonas y prescindentes obras.
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