"Cuando ¨¦ramos peque?os nos peg¨¢bamos por ser pay¨¦s"
El matrimonio s¨®lo ha salido dos veces de Catalu?a porque siempre deb¨ªa quedarse uno al mando de la finca del amo
En el t¨¦rmino municipal de Sant Joan de Vilatorrada (Bages), siguiendo la carretera de Calaf, en el kil¨®metro 10 hay un desv¨ªo a la izquierda que indica la entrada a la finca Santa Marta. El veh¨ªculo se adentra en un camino de tierra y piedras, rodeado de un frondoso bosque de pinos. El conductor debe reducir la velocidad, pues a veces el sendero es atravesado por zorros y liebres. Tras cinco minutos de recorrido, los alt¨ªsimos ¨¢rboles dejan entrever una enorme finca se?orial, momento que recuerda a la primera escena del filme Rebecca, de Hitchcock, donde Joan Fontaine sue?a que vuelve a la mansi¨®n de Manderley.
Al frente de Santa Marta se halla el matrimonio de masoveros formado por Dolors Valldaura, de 62 a?os, y Mart¨ª Sol¨¦, de 67, que viven de un oficio que pr¨¢cticamente ya no existe. El masovero ha sido una figura crucial en la historia de las casas de labor catalanas y de su continuidad. Los padres de Dolors y de Mart¨ª, y sus hermanos y primos tambi¨¦n se han dedicado a la explotaci¨®n agropecuaria de las fincas de otros, de sus amos. Antes de entrar a trabajar en Santa Marta (antes Can Canals Vell), Mart¨ª ya ejerc¨ªa de masovero en una finca de Prats de Llu?an¨¨s en la que cuidaba de vacas y cerdos de su propiedad. De lo que sacara del negocio ganadero, ¨¦l ten¨ªa derecho a quedarse con dos tercios y el resto iba a parar al amo. Adem¨¢s, pagaba al due?o un alquiler simb¨®lico. Mientras, Dolors cuidaba de sus tres hijos, Xavier, Jordi y Josep. No hace falta decir que ninguno de ellos ha querido seguir la estela laboral de sus padres.
"Am¨¦n de disfrutar gratis de los frutos, por primera vez ¨¦ramos unos asalariados"
En mayo de 1978, cuando los ni?os ya ten¨ªan 10, 8 y 6 a?os respectivamente, un amigo herrero les inform¨® de que en Santa Marta buscaban a una pareja de masoveros. Por un lado, Mart¨ª "estaba harto de orde?ar vacas", cuenta su mujer y, por el otro, el nuevo amo les ofrec¨ªa un sueldo. "Ya no se trataba de compartir ganancias. Aparte de poder disfrutar gratis de los frutos de la tierra, por primera vez ¨¦ramos asalariados. De repente, nuestro trabajo era igual a los que iban a la f¨¢brica", explica Dolors. Sin pens¨¢rselo dos veces, aceptaron la oferta. Desde entonces, Mart¨ª se ha dedicado a la manutenci¨®n de los campos de cereales (trigo, ma¨ªz) y de los vi?edos. Y su mujer, a la limpieza de la casa se?orial, a la alimentaci¨®n y a la matanza de pollos, gallinas, gallos, ocas, pavos y conejos, y al cultivo de los huertos. Dolors tambi¨¦n se ha ocupado de los ni?os y se ha esmerado en que la familia tuviera siempre, manteniendo un horario estricto, el plat a taula.
El empresario Jos¨¦ Mar¨ªa Domingo adquiri¨® Can Canals Vell en 1959 a los hermanos Vilacases, propietarios de Barcelona. Al poco tiempo naci¨® Marta, su ¨²nica hija y, en honor al beb¨¦, bautiz¨® la finca con la santa que lleva su nombre. En la ¨¦poca de esplendor de esta enorme mas¨ªa, cuya construcci¨®n data del siglo XVIII, Jos¨¦ Mar¨ªa organizaba cacer¨ªas multitudinarias a trav¨¦s de sus 200 hect¨¢reas de terreno a las que hab¨ªan acudido gerifaltes pol¨ªticos de la ¨¦poca, recuerda Dolors. Los cazadores organizaban comidas pantagru¨¦licas y luego se repart¨ªan los animales salvajes abatidos. Guardias civiles, que proteg¨ªan a los altos cargos, se quedaban a dormir en ocasiones en las habitaciones de los antiguos jornaleros de la finca.
Mart¨ª y Dolors llevan 40 a?os casados, ¨¦l con una piel curtida por el sol y ella con un aspecto atl¨¦tico. Aparentan 10 a?os menos de los que tienen. Empezaron en Santa Marta seis meses antes de que muriera el amo. La finca es ahora propiedad de su viuda. Tanto ella como su hija y sus nietas la visitan muy de tanto en cuanto y Dolors se lamenta, pues le gustar¨ªa volver a los tiempos de gloria de Santa Marta. Les queda poco para jubilarse, aunque en materia de salud est¨¢n m¨¢s que en forma. S¨®lo han traspasado las fronteras de Catalu?a cuatro veces: el viaje de novios a Mallorca, unos d¨ªas en Venecia, otra escapada a M¨¢laga y un fin de semana en Par¨ªs. No les interesa viajar, "esto es lo que conocemos y estamos bien aqu¨ª", asegura Dolors. Como no tienen vacaciones, los ¨²nicos viajes que realizaron juntos fueron a Mallorca y a Par¨ªs. Alguien ten¨ªa que estar al mando de la casa.
Como su futuro es incierto, con sus ahorros han comprado un peque?o piso en Sant Joan de Vilatorrada, "en pleno centro, al lado de la panader¨ªa, el quiosco, la tienda de verduras, la carnicer¨ªa y la pescader¨ªa", comenta la masovera, "para que, cuando seamos mayores, lo tengamos todo a mano". Ella dice que el oficio tiene los d¨ªas contados, a la vez que recuerda que, cuando eran peque?os, "en mi pueblo todo el mundo se pegaba por ser pay¨¦s". Y es que eran unos privilegiados: "Las mujeres les cuid¨¢bamos mucho, much¨ªsimo; ten¨ªamos que cocinar para ellos todo el rato, porque disfrutaban de ocho comidas al d¨ªa".
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