Al aire libre
Las divagaciones a que da lugar un fen¨®meno festivo tan prolongado como la Aste Nagusia tienen derivaciones sorprendentes. Y una de ellas es la constataci¨®n de c¨®mo la fiesta popular (al contrario que otros modelos de festejo) se libra a pie de calle o como dijo Blas de Otero: al aire, al aire libre, al aire. Eso ha hecho tan dram¨¢tica y penosa la lluvia de estos d¨ªas, porque llover no s¨®lo era llover: llover era dinamitar la fiesta, sabotearla.
Pero a esta obviedad le siguen curiosas simetr¨ªas, porque siendo una exigencia de las fiestas populares disfrutarlas en la calle, cada versi¨®n de ocio tradicional ha inventado su versi¨®n traslaticia, su adecuaci¨®n particular a la Semana Grande. Vamos a explicar esta ingenier¨ªa de las costumbres.
Cuando sea posible, instalen bancos como los de Zugastinovia en las calles de 'poteo'
La taberna da lugar a la txosna. El restaurante da lugar a la terraza. El txoko da lugar al certamen gastron¨®mico. En cierto modo, cada alternativa hostelera cuenta en Semana Grande con un desarrollo singular, una adaptaci¨®n concreta a las necesidades festivas de la clientela. Porque los locales se transforman, pero mantienen la lealtad de su paisanaje habitual.
La txosna tiene mucho de tabernario, de bareto pr¨®digo en vino y en cerveza, o en el combinado fabricado a toda prisa, bajo la urgencia del traj¨ªn y de la multitud. Lo reivindicativo luce en la txosna con la misma certeza doctrinaria que caracteriza a la taberna radical. Incluso la m¨²sica, en su versi¨®n m¨¢s contundente, consigue envolver la txosna, ocupar el espacio p¨²blico y percutir en las conciencias.
La terraza veraniega, esa laboriosa urdimbre de carpas y tarimas, emula el ambiente de los restaurantes escogidos. A despecho de su emplazamiento callejero, la terraza lucha por mantener las comodidades del comedor interior. El pijoter¨ªo responde a la propuesta, y por eso en las terrazas lucen las camisas de rayas, las sienes engominadas y el fulgor del oro y del diamante.
El txoko, por ¨²ltimo, tiene su trasunto festivo en los concursos gastron¨®micos. All¨ª se re¨²ne otro contingente de la fauna local: se trata de cincuentones regordetes, cuyo para¨ªso es trasegar entre fogones, o se?oras maduras y obstinadas, que atesoran secretas recetas decimon¨®nicas para guisos de porte y dulces perfilados sobre hojaldre o milhojas. En el concurso gastron¨®mico asoman los veteranos practicantes del rabo de buey, la tortilla de patata o los chipirones en su tinta, y el aire severo con que emprenden sus guisos les lleva a disfrutar relativamente de las fiestas: cuando ellos se ponen el delantal estamos ante algo serio.
La Aste Nagusia impone vivir al aire libre, y por eso no me resisto a mencionar los bancos que hace m¨¢s de un a?o instal¨® el ayuntamiento en la calle Zugastinovia, muy cerca de la plaza de La Casilla. All¨ª los asientos se adornan con una plataforma superior que da continuidad a la madera, y que parece expresamente preparada para que los poteadores que consumen en la calle puedan apoyar el codo y colocar tambi¨¦n el vaso. Ignoro si cuando se eligi¨® el dise?o de estos bancos alguien pens¨® en las necesidades del poteo, pero aseguro que el servicio que aquellos ofrecen es perfecto.
Y como uno se ha pasado esta serie de art¨ªculos haciendo a nuestro Ayuntamiento toda clase de sugerencias y recomendaciones, no estar¨ªa mal acabar tambi¨¦n con esta: cuando sea posible, instalen bancos como los de Zugastinovia en las calles de poteo de Bilbao. Se facilitar¨¢ la tarea a todos los que viven y beben al aire libre, sin perjuicio de que el mobiliario p¨²blico siga cumpliendo otras y muy nobles funciones. Porque el poteo, como dir¨ªa un observador tecnificado, constituye una actividad din¨¢mica, interactiva. Y facilitar una infraestructura adecuada ser¨ªa una obligaci¨®n para los poderes p¨²blicos sensibles a estas cosas.
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