La ¨²ltima palabra
1
Todos est¨¢bamos convencidos de haber o¨ªdo ya la ¨²ltima palabra sobre el culebr¨®n del pasado verano, pero tengo el placer de anunciarles que nos equivocamos. El culebr¨®n del pasado verano fue el anuncio, previo a la publicaci¨®n de sus memorias, de que G¨¹nter Grass hab¨ªa pertenecido en su juventud a las SS; dado que buena parte de la obra de Grass explora la incapacidad de los alemanes de digerir su pasado nazi, y dado que buena parte de su vida p¨²blica se ha consagrado a denunciar esa incapacidad, es natural que algunos pensaran que Grass no difer¨ªa en exceso de una especie de Vito Corleone que se hubiera pasado la vida denunciando los desmanes de la Mafia. Un a?o despu¨¦s de la confesi¨®n, ya parec¨ªa estar todo dicho al respecto, hasta que nos ha sacado del error Timothy Garton Ash. En un art¨ªculo publicado en The New York Review of Books, Garton Ash cuenta que, cuando el a?o anterior estall¨® el esc¨¢ndalo, un amigo -alem¨¢n, innominado, casi de la misma edad que Grass- le dijo: "?Sabes? Tengo una teor¨ªa sobre el asunto: en realidad, Grass nunca estuvo en las SS; s¨®lo se ha convencido a s¨ª mismo de que estuvo en las SS". La teor¨ªa ilumina mejor que casi ninguna otra la imposible relaci¨®n de los alemanes con su imposible pasado, pero s¨®lo a condici¨®n de que uno sea lo bastante temerario para imaginar las premisas de las que parte. ?Por qu¨¦ Grass se imputar¨ªa falsamente a s¨ª mismo un pasado horrendo? Una explicaci¨®n -la m¨¢s pobre, la m¨¢s veros¨ªmil- ser¨ªa meramente cl¨ªnica: obsesionado con denunciar el pasado nazi de sus compatriotas, Grass pierde la raz¨®n y recuerda un pasado ficticio. Hay, sin embargo, otra explicaci¨®n; seg¨²n ella, la confesi¨®n de Grass es el acto m¨¢s radicalmente literario que el escritor ha realizado nunca: harto de denunciar en vano la amnesia tramposa de los alemanes, Grass inventa su propia amnesia tramposa para demostrarles con su vida lo que no consigui¨® demostrarles con sus libros. Sobra decir que esta explicaci¨®n es la m¨¢s elegante, persuasiva y ambiciosa, pero la teor¨ªa no ser¨ªa perfecta si el amigo no le hubiese aconsejado a Garton Ash que no la publicase: "Si lo haces, Grass te denunciar¨¢ por decir que ¨¦l no hab¨ªa estado en las SS". Por lo dem¨¢s, quiz¨¢ no se subraya lo suficiente el humor que permea la obra de Grass, si bien el mejor chiste que contienen sus memorias es involuntario; Grass enumera una serie de razones por las que ha escrito su libro; la ¨²ltima es ¨¦sta: "Para tener la ¨²ltima palabra".
2
Todos cre¨ªamos haber o¨ªdo la ¨²ltima palabra sobre el culebr¨®n del presente verano -el secuestro de El Jueves ordenado por el juez Del Olmo-, pero tambi¨¦n est¨¢bamos equivocados: hasta nueva orden -escribo a principios de agosto-, la ¨²ltima palabra la ha dicho el pintor Perico Pastor. En un manifiesto redactado por ¨¦l y s¨®lo por ¨¦l firmado, tras recordar que el juez ha calificado la postura amorosa ilustrada en la portada de la revista de "claramente denigrante y objetivamente infamante", escribe Pastor: "Los abajo firmantes confesamos sin sonrojo que hemos gozado y estamos dispuestos a gozar de la mentada postura siempre que la ocasi¨®n y la pareja lo requieran, y nos ofende la calificaci¨®n del juez. Nada tenemos en contra de posturas m¨¢s tradicionales, que tambi¨¦n practicamos; aunque el juez es muy due?o de no practicar una postura que tantas satisfacciones nos ha proporcionado, no debiera permitir que su ardor misionero le haga extralimitarse en sus funciones e inmiscuirse en la intimidad de los dem¨¢s". Claro que tampoco es imposible que al redactar su texto el juez estuviera pensando en aquellas palabras memorables con que hace tres siglos lord Chesterfield puso en guardia a su hijo contra el acto carnal: "El placer es moment¨¢neo. El coste es exorbitante. La posici¨®n es rid¨ªcula".
3
Hasta nueva orden, el gran momento deportivo del verano fue el final del Gran Premio de Europa de F¨®rmula 1, cuando Fernando Alonso, despu¨¦s de vencer a Felipe Massa tras un adelantamiento suicida en una de las ¨²ltimas vueltas de la carrera, le reproch¨® que le hubiera rozado durante la maniobra, cosa que provoc¨® la airada respuesta de Massa y una violenta escaramuza verbal entre los dos pilotos. Sobre el incidente tambi¨¦n se ha dicho casi todo, pero de momento la ¨²ltima palabra la pronunci¨® S¨®focles hace casi veinti¨²n siglos. En un momento de Ayax, una alborozada Atenea le dice a Ulises, su protegido, que su enemigo Ayax ha sido maldecido y sufrir¨¢ terribles desgracias; entonces S¨®focles pone en boca de Ulises lo siguiente: "Ese desafortunado hombre bien puede ser mi enemigo, y sin embargo me compadezco de ¨¦l cuando lo veo agobiado por los infortunios. En realidad, mis pensamientos se vuelven m¨¢s hacia m¨ª que hacia ¨¦l, puesto que me doy cuenta de que todos nosotros, los que vivimos sobre esta tierra, no somos m¨¢s que fantasmas o sombras incorp¨®reas". Las palabras de Ulises nos conmueven por la misma raz¨®n que nos humilla el gesto de Alonso: porque nada es m¨¢s com¨²n ni m¨¢s ruin que ensa?arse con un adversario ca¨ªdo, y porque, en vez de comportarse como el noble y compasivo Ulises, Alonso eligi¨® comportarse como la sabia y sanguinaria Atenea.
4
Conclusi¨®n: aunque pueda parecerlo, la ¨²ltima palabra no es nunca la ¨²ltima palabra.
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