Misterio en la Biblioteca
Esta semana se ha perpetrado en la Biblioteca Nacional un robo altamente cualificado. Un caso digno de Sherlock Holmes. No estamos acostumbrados en Madrid a semejantes manjares de intriga ilustrada. Los exquisitos ladrones (por propia cuenta o por encargo de otros m¨¢s exquisitos) han birlado dos mapamundis incunables de la Cosmograf¨ªa de Ptolomeo (siglo II despu¨¦s de Cristo), editados en 1482, grabados e ilustrados. Dos tesoros bibliogr¨¢ficos. Es de suponer que a estas alturas ya barrunte la polic¨ªa por d¨®nde van los tiros.
Pocas personas acceden a las joyas acorazadas de la sala Cervantes de esa instituci¨®n; s¨®lo usuarios con carn¨¦ de investigador, que no son multitud. A todos, incluidos los ladrones (si acaso pertenecen al gremio), se les han quitado las ganas de volver por all¨ª. Nadie quiere ser sospechoso de atraco al Patrimonio Nacional.
Hay un dato muy importante que omiten las notas oficiales: cu¨¢ndo fueron sustra¨ªdos los mapas. S¨®lo se dice que la ausencia fue detectada durante un "control rutinario". ?Cada cu¨¢nto tiempo se efect¨²an esos controles? ?En qu¨¦ consiste la rutina? A lo mejor ambos incunables llevan ya a?os expoliados de sus vitrinas, y entonces la investigaci¨®n se complica hasta el infinito. Sea lo que fuere, los aficionados a la intriga de altura comienzan a paladear un concierto barroco de investigaci¨®n criminal en nuestra capital, con previsibles ramificaciones en el extranjero. ?Qui¨¦n es el sibarita bibli¨®filo que se ha arriesgado a tama?o desatino? ?Un colgado? ?Un esteta? ?Un ignorante? ?Un mercader? Y si es un mercader, ?para qui¨¦n trabaja? ?Qui¨¦n paga una fortuna por algo que no podr¨¢ jam¨¢s salir al mercado y que s¨®lo podr¨¢ venerar en total clandestinidad? Lo suyo es veneraci¨®n pura, avaricia libresca, porque cualquier persona debidamente legitimada puede sacar la informaci¨®n que quiera de los incunables. S¨®lo a un exquisito fan¨¢tico de la cartograf¨ªa se le puede ocurrir esa proeza. Todo por amor al arte y a la historia.
Al margen del vituperable delito, es un enigma cosquilleante la identidad del cerebro que mont¨® algo tan g¨®tico, tan de El nombre de la rosa. A lo mejor el beneficiario moment¨¢neo de esta trama medieval es un atildado y oscuro disc¨ªpulo de Borges.
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