"?Qu¨¦ ha pasado?"
-?Qu¨¦ ha pasado?
-Nada, os hab¨¦is dado un golpe. ?C¨®mo te llamas?
-Geraldine -responde con acento magreb¨ª la muchacha, tumbada como un mu?eco roto. S¨®lo puede abrir un ojo.
-?Te duele algo?
-La cabeza, me duele mucho la cabeza -replica. Tose y vuelve a preguntar:
-?Qu¨¦ ha pasado?
La mujer que le aprieta con una gasa la gran herida que le cruza la frente e intenta, habl¨¢ndole, que no se duerma, insiste:
-Nada.
Pero no es cierto. Silvain, quiz¨¢ su marido, est¨¢ inerte en el arc¨¦n. Ha salido despedido. Un automovilista le ha cubierto con una peque?a manta. Dentro del Passat aplastado del que acaban de sacar a Geraldine, a¨²n hay otra mujer, Natalie, y una ni?a de 10 a?os. Y hay cinco hombres que se enfadan con ellos mismos por no poder elevar el coche en el que Geraldine, 29 a?os, viajaba rumbo a Burdeos. Hombres que corren entre las bolsas de equipaje esparcidas, a buscar cualquier cosa. Unos guantes, unas gasas, una barra. Que corren y maldicen, mientras dos socorristas preguntan si pueden ayudar.
Los minutos parecen horas. Llega la primera ambulancia. Geraldine sangra por el o¨ªdo. El sanitario pide un collar¨ªn, y ox¨ªgeno. Se tumba y sigue hablando con ella.
Los bomberos sacan a Natalie. Muerta. Un hombre corre a buscar otra manta.
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