A Umbral, con unas violetas
Ya los febreros no ver¨¢n a Umbral caminar por la Sacramental de San Justo para depositar violetas en la tumba de Larra, un gesto rom¨¢ntico del ¨²ltimo dandi, del ¨²ltimo escritor de verdad art¨ªstico, forjador de una prosa l¨ªrica y canalla, empedrada de idiomas gamberros y llena de pedrer¨ªa po¨¦tica de la mejor literatura espa?ola. Umbral es la continuidad de una corriente de la literatura espa?ola que empieza en el Arcipreste, pasa por el fuego de Quevedo, enlaza con el dandismo de Valle, se afiligrana con la vanguardia de Ram¨®n G¨®mez de la Serna, toma altura con la l¨ªrica del 27, se limpia con el periodismo de Gonz¨¢lez Ruano, fin¨ªsimo, y culmina en la prosa macho de Cela, tan hembrada de lirismo y dolor. Su escritura es el rompeolas de la mejor y m¨¢s caracter¨ªstica literatura espa?ola, entre la vanguardia y la tradici¨®n, una escritura que suena a otros y es, a la vez, original¨ªsima, brillante que dicen los periodistas, personal.
En Umbral hay la vieja idea del escritor que se gana la vida desde el folio y la olivetti, llenando hojas como palomas matinales, de ah¨ª su dedicaci¨®n al periodismo, con su prosa urgente que da de comer y para los perfumes y el whisky de los saraos; el periodismo tiene algo de legumbre, de ganarse las lentejas. Luego, por la noche, a la flama oscura de la madrugada, el escritor crece con su prosa lenta los libros de su vida, sus biograf¨ªas reincidentes, sus memorias interminables, cerniendo la vida del recuerdo, que s¨®lo puede ser po¨¦tica aunque est¨¦ en prosa.
Mortal y rosa fue el libro que nunca dej¨® de escribir, lo que pasa es que con ese t¨ªtulo, cogido de Salinas, le dio forma definitiva ("esa corporeidad mortal y rosa, donde el amor inventa su infinito"). Ahora, ya sin las flagrantes columnas matinales del maestro, s¨®lo nos queda, en los febreros, acudir con violetas a la Sacramental de San Justo y depositarlas en la tumba de Larra, que tambi¨¦n ser¨¢ la de Francisco Umbral por los restos.
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