Amor a todo gas
En Crash, su revolucionaria novela escrita en 1973, J. G. Ballard formul¨® la ¨²ltima palabra en ese desplazamiento m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito genital que implica toda mirada fetichista: sus personajes exploraban las posibilidades del accidente automovil¨ªstico como ritual er¨®tico. En Death proof, su desgajada aportaci¨®n al proyecto Grindhouse, Quentin Tarantino separa las dos diferenciadas partes de su trama con un irresistible resumen paleto de Crash formulado por uno de sus personajes fetiche, el sheriff tejano Earl McGraw. Con ello, el cineasta aporta una inesperada -y quiz¨¢ involuntaria- clave para descifrar su pel¨ªcula: el amor por el cine de subg¨¦neros es, a su manera, otra perversi¨®n sexual. La postura sedente ante la irrefutable perfecci¨®n de un cl¨¢sico es el equivalente cin¨¦filo de la postura del misionero, pero Tarantino sabe que en los desv¨ªos del placer es donde se esconden inesperados yacimientos de arrebato.
DEATH PROOF
Direcci¨®n: Quentin Tarantino. Int¨¦rpretes: Kurt Russell, Z?e Bell, Rosario Dawson, Sydney Tamiia Poitier, Mary Elizabeth Winstead. G¨¦nero: terror. Estados Unidos, 2007. Duraci¨®n: 113 minutos.
Si en la poderosa Planet Terror Robert Rodr¨ªguez articul¨® su homenaje recurriendo a la suma y concentraci¨®n de referentes y lugares comunes, Tarantino decide en Death proof ir en direcci¨®n contraria: su estrategia es de resta y dilataci¨®n, el camino hacia la esencia del placer Z, ritualizado a trav¨¦s de la digresi¨®n en apariencia vac¨ªa, pero siempre relevante, constructora de una realidad propia, multirreferencial y regida por el goce.
Placer
Death proof es una celebraci¨®n del placer, casi un tratado l¨²dico sobre el placer del propio Tarantino como cineasta, rodando sin que le importe el qu¨¦ dir¨¢n, transustanciando el error de escritura en elocuente pirotecnia de estilo, olvid¨¢ndose del peso de su condici¨®n de cl¨¢sico contempor¨¢neo... Y ese placer acaba reflejado en dos brutales met¨¢foras del orgasmo que funcionan como respectivos cl¨ªmax de las dos tenues tramas que se miran, como en un espejo de celuloide barato, desde los extremos opuestos de esta pel¨ªcula de estructura tan primitiva como caprichosa. Por un lado, el orgasmo masculino de Stuntman Mike, un hiperb¨®lico Kurt Russell: frontal, directo, instant¨¢neo, unidireccional. Por otro, el orgasmo femenino de Z?e Bell -especialista y doble de acci¨®n reformulada por Tarantino como portentosa actriz natural- sobre la capota de un Dodge Challenger con el cromado cin¨¦filo de Punto l¨ªmite: cero (1970): una compleja monta?a rusa del placer, puntuada de curvas, escaladas y tensos remansos, que acaba como la versi¨®n Russ Meyer de la ceremonia de apareamiento de una mantis.
Death proof tiene mucha miga y no lo parece. Habr¨¢ quien la tome por una obscena exaltaci¨®n de la superficialidad, pero quien mantenga intacto su asombro entre la fracturada sinfon¨ªa de pies femeninos que abre fuego y el brillante uso de una canci¨®n de Gainsbourg en los cr¨¦ditos finales sabr¨¢ que Tarantino ha tocado muy hondo. Y se ha desnudado como nunca.
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