La red de Ondiep
Sneijder, el goleador del Madrid, puli¨® el talento en su casa de Utrecht golpeando el bal¨®n contra un artilugio especial que le dio el Ajax
Barry Sneijder era un empleado de correos que adoraba el f¨²tbol. Viv¨ªa en Ondiep, el barrio obrero m¨¢s genuino de Utrecht, junto a su esposa, hija de un jugador legendario del Velox, uno de los clubes extintos de la ciudad. Tuvo tres hijos: Jeffrey, Rodney y Wesley. Los tres crecieron con la idea de ser jugadores profesionales. Como su abuelo. O como quiso ser su padre en sue?os. Al final, por intermedio de Wesley, Barry alcanz¨® la c¨²spide de su obsesi¨®n. El domingo pasado, cuando vio a su primog¨¦nito meter dos goles al Villarreal con la camiseta del Madrid, sinti¨® que sus a?os de devoci¨®n daban frutos m¨¢gicos. Frutos del trabajo en familia, y, tal vez, de la red port¨¢til que su hijo pate¨® cada d¨ªa durante horas.
El pasado domingo, a los 23 a?os, Wesley Sneijder, sali¨® de El Madrigal convertido en el m¨¢ximo anotador del Madrid esta temporada. Lleva tres goles y sus compa?eros le felicitaron con chanzas. "En el vestuario los chicos me llamaban pichichi", dijo despu¨¦s de la ducha; "pero no s¨¦ por qu¨¦".
La polvareda que levant¨® Wesley lleg¨® hasta Mestalla. Despu¨¦s de su tremenda actuaci¨®n, ayer en las oficinas del Valencia recordaron que el ex director general, Amedeo Carboni, asegur¨® que le tuvo pr¨¢cticamente fichado hace un a?o. Al parecer, se le interpuso Quique, el t¨¦cnico, reacio a dar v¨ªa libre a las iniciativas de su adversario.
Media vida en la autopista
Wesley desat¨® emociones fuertes gracias a su pegada. Un gesto t¨¦cnico que ejecuta con ambas piernas a la perfecci¨®n. Producto de la insistencia de su padre y del manual de la academia del Ajax, en la que ingres¨® con siete a?os. Sus dos hermanos no tardaron en seguirlo, impulsados por el febril Barry. "Me pas¨¦ media vida en la autopista que une Amsterdam con Utrecht llevando a los chicos al entrenamiento", record¨® el progenitor; "mi mujer se ocup¨® en casa de hacer la colada y la comida".
Por la ma?ana, Wesley acud¨ªa a los entrenamientos. Por las tardes continuaba peg¨¢ndole al bal¨®n en Ondiep. Esto ¨²ltimo no se le hizo dif¨ªcil. Se hab¨ªa pasado la vida en un hogar en el que se acumulaban las botas, los balones y los discursos futboleros. Utrecht es una ciudad peque?a y la casa de los Sneijder funcionaba como una f¨¢brica de talentos. Los chicos no encontraron mejor distracci¨®n que dedicarse a la pelota. Barry los vigilaba.
El d¨ªa de su primer entrenamiento con el Madrid, Wesley fue recibido por Van Nistelrooy con palmaditas afectuosas. "?Mira qu¨¦ bien empieza todo!", exclam¨® Barry, feliz, al ver que su hijo estaba bien apadrinado.
Para destacar el valor del reci¨¦n llegado, Van Nistelrooy record¨® esa rara habilidad que puli¨® en Ondiep: "Sneijder puede aportar algo extra. Puede dar la vuelta a un partido. Su t¨¦cnica con las dos piernas lo sit¨²a en el hueco que dej¨® Beckham".
La semana pasada Wesley sali¨® del entrenamiento del Madrid con esa pinta de infante de marina que tiene, tan disciplinado y recto, recordando aquella ¨¦poca: "En el Ajax nos daban tareas para llevar a casa. Homework. Para ello recib¨ªamos un dispositivo port¨¢til que ten¨ªa una red el¨¢stica. Deb¨ªamos golpear el bal¨®n contra ella, de modo que nos devolv¨ªa otra vez la pelota para que la control¨¢semos y la peg¨¢semos de nuevo. As¨ª me pas¨¦ tardes enteras. Tal vez por eso, aunque soy diestro, le pego al bal¨®n con mis dos piernas casi con igual naturalidad".
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