Buenos Aires se 'faveliza'
Los barrios marginales de la capital crecen sin control pese a la recuperaci¨®n econ¨®mica
Mientras observa a decenas de ni?os que devoran la comida -la ¨²nica del d¨ªa que consumen en muchos casos- en el chamizo que ha levantado con sus propias manos, Julio Soriano recuerda su llegada a la barriada de chabolas en la que habita desde 1964. El suelo rezuma humedad, tanto por la proximidad del r¨ªo de la Plata como por las bajas temperaturas del invierno austral. El ruido de los platos se mezcla con las toses infantiles. Soriano, natural de Oruro, Bolivia, comenta que en los ¨²ltimos tiempos la villa 31, como es conocida la barriada en Buenos Aires, se ha convertido en un lugar diferente. Demasiados forasteros, actitudes extra?as y violencia.
Diversas voces llevan tiempo advirtiendo de que el crecimiento exponencial de las villas de la capital argentina -con 150.000 habitantes sobre un total de 2,5 millones- est¨¢ provocando la favelizaci¨®n de ¨¦stas. Lugares donde en sus callejones la ley la dictan las bandas que se organizan.
La villa 31 es muy especial. No s¨®lo por la feroz represi¨®n que se sufri¨® en sus callejones durante la dictadura militar al t¨¦rmino de la cual apenas quedaban 47 familias -hoy en d¨ªa hay m¨¢s de 25.000 personas-, sino sobre todo porque en algunas partes apenas queda a un millar de metros en l¨ªnea recta de una de las zonas residenciales m¨¢s lujosas del continente americano.
Las v¨ªas del tren hacen de frontera casi infranqueable entre ricos y pobres. Sus habitantes trabajan -los que lo hacen- en las vecinas estaciones de autob¨²s y ferrocarril o como limpiadores y dependientes en el lujoso barrio m¨¢s all¨¢ de las v¨ªas. "Entonces no dicen que viven en la villa", reconoce Isabel Iglesias, la mujer de Soriano.
El asentamiento es un lugar de gran pobreza. La mayor¨ªa de los ni?os que habitan en ella se alimentan gracias a los 16 comedores comunitarios iniciativa de los propios vecinos como Soriano y su mujer. La comida es facilitada por el Gobierno de la Ciudad, el mismo que cambiar¨¢ de manos el pr¨®ximo diciembre, cuando el centro derechista Mauricio Macri haga efectiva su victoria en las elecciones del pasado junio. Macri quiere erradicar el poblado situado en un suelo que, potencialmente, es de los m¨¢s caros de la capital argentina. Desde siempre los vecinos de Buenos Aires miran de reojo a las villas y las consideran un problema de seguridad.
"Se est¨¢ produciendo una favelizaci¨®n", denuncia Norma Guti¨¦rrez, delegada del barrio quien lleg¨® en 1967 a la villa 31 y ha tenido cuatro hijos en ¨¦l. "Uno se me muri¨® aqu¨ª y otro est¨¢ ahora en Espa?a", se?ala. Para Guti¨¦rrez, la llegada incontrolada de personas en los ¨²ltimos a?os, especialmente de Per¨², Bolivia y Paraguay, ha provocado un crecimiento descontrolado de la villa, un tr¨¢nsito muy r¨¢pido de personas y un aumento de la inseguridad y la violencia. "Entran con esa cultura del delito y la implantan en nuestros hijos y muchos padres simplemente miran para otro lado cuando tienen la casa llena de aparatos que saben que han sido robados", asegura.
Aunque las bolsas de pobreza han existido siempre al amparo de la prosperidad de la gran ciudad, hay al menos dos momentos importantes en la historia reciente de Buenos Aires donde se produce una gran expansi¨®n de estas bolsas de pobreza. Uno es en la d¨¦cada de los noventa, cuando el neoliberalismo salvaje implantado por Carlos Menem fuerza a miles de personas del interior a buscar un futuro mejor en la capital. El segundo es la crisis de 2001. S¨®lo de entonces se calcula que las villas de Buenos Aires han crecido entre un 100% y un 300%. En algunas, como la villa 1.11.14 funcionan bandas organizadas seg¨²n nacionalidades y los disparos de los enfrentamientos entre ellas se escuchan a la ca¨ªda del sol. En la campa?a, Macri denunci¨® que la polic¨ªa no entra en estas zonas.
Viviendas sin cimientos
"Est¨¢n llegando personas a las que no les importa la polic¨ªa, ni ser detenidos, ni nada de nada", subraya Norma Guti¨¦rrez. Personas que, en muchos casos, ni siquiera dejan rastro porque alquilan habitaciones a otros habitantes de los poblados, quienes han logrado edificar por su cuenta otro piso encima de su vivienda que alquilan. Hay zonas de la villa 31 donde estas construcciones alcanzan las cuatro y cinco alturas. "Son un peligro", admite un asistente del Gobierno de la Ciudad, que explica que los cimientos no existen. "Aguantan unos edificios contra otros".
El mercadeo de drogas es evidente en casi todas las villas y en algunas el paco -la pasta base de coca- causa estragos. "Si hay tanto paco es porque hay laboratorios donde se procesa coca¨ªna y eso en medio de la ciudad", subraya un alto funcionario. A pesar de todo, los vecinos aseguran que no es un lugar peligroso. "Aunque no le niego que si camina usted solo alguien le puede dar una ayudita", advierte Guti¨¦rrez... eso s¨ª sonriendo.
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