De la c¨¢rcel a la pol¨ªtica
Latifa Jbabdi, una ex presa que sufri¨® torturas, encabeza la lista de los socialistas por una circunscripci¨®n clave de Rabat
"Conf¨ªo en que nos ayude a consolidar las reformas en Marruecos. Nuestro pa¨ªs no debe dar marcha atr¨¢s". Latifa Jbabdi, de 52 a?os, pronuncia estas palabras con convicci¨®n, a pesar de la fiebre que le atenaza, ante una vecina del barrio de Hay Ryad que le ha abierto la puerta y a la que acaba de entregar una octavilla.
Jbabdi es cabeza de lista de los socialistas marroqu¨ªes en la circunscripci¨®n de Rabat-Oc¨¦an, de unos 350.000 habitantes. Su puesto se lo ha cedido Mohamed el Yazghi, el septuagenario l¨ªder del partido que ha optado por no presentarse a las elecciones legislativas del pr¨®ximo viernes, aunque seguir¨¢ en pol¨ªtica como secretario general.
La designaci¨®n de Jbabdi, una mujer en una circunscripci¨®n clave, "se enmarca en la apertura y la modernizaci¨®n de nuestro partido, que algunos se empe?an en seguir describiendo como anquilosado", declara orgulloso Yazghi.
"Estoy convencida de que el Estado no intentar¨¢ manipular las elecciones", dice
Jbabdi es, ante todo, una ex izquierdista militante de formaciones marxistas en los a?os setenta. Detenida en m¨²ltiples ocasiones, pas¨® dos a?os y medio en varias c¨¢rceles, pero nunca lleg¨® a ser condenada. Fue tambi¨¦n torturada, pero como todas las antiguas presas marroqu¨ªes, evoca con pudor los malos tratos que sufri¨®.
En la comisar¨ªa de Derb Moulay Cherif, un centro de detenci¨®n prolongado, "nuestros cancerberos nos hab¨ªan puesto nombres de hombre", recuerda. "Negaban nuestra identidad de mujer porque as¨ª les deb¨ªa de resultar m¨¢s f¨¢cil torturarnos", a?ade Jbabdi.
Junto con Jbabdi, otros muchos ex presos figuran en las listas electorales socialistas o de peque?as formaciones de izquierdas. "No hay mejor demostraci¨®n de que este pa¨ªs ha cambiado", asegura la candidata, que hasta hace dos a?os militaba en las filas de un peque?o partido de izquierdas que se fusion¨® con los socialistas. ?stos dejaron la oposici¨®n en 1998 y desde entonces participan en los sucesivos gobiernos.
"En Marruecos se han dado estos a?os grandes pasos adelante -estoy, por ejemplo, convencida de que el Estado no intentar¨¢ manipular estas elecciones-, pero es verdad que quedan cosas por hacer", reconoce esta mujer fuerte y corpulenta a la que la campa?a ha dejado baldada. No ha parado de subir y bajar escaleras llamando, a media ma?ana, a las puertas de lujosos pisos de Hay Ryad. "Es mala hora y s¨®lo est¨¢n en casa las chicas de servicio, pero no ten¨ªamos otros momentos para batir este barrio", se lamenta Jbabdi, que tambi¨¦n pide el voto a las empleadas de hogar, quienes ignoran que se celebran elecciones. Ante el portal se lo solicita al jardinero.
"S¨ª, ya s¨¦ que la Constituci¨®n no es perfecta", afirma bruscamente anticip¨¢ndose a la pregunta del periodista sobre el art¨ªculo XIX de la Carta Magna, que atribuye casi todos los poderes al soberano. "Los partidos democr¨¢ticos estamos elaborando una propuesta de reforma que ser¨¢ entregada al rey", se?ala, aunque el proyecto va muy retrasado.
En la comitiva que acompa?a a Jbabdi hay mujeres de mediana edad que llevan la voz cantante a la hora de decidir por d¨®nde empezar el reparto de propaganda, y j¨®venes que obedecen. Las mujeres, vestidas con pantalones ce?idos y moderadamente escotadas, comparten coche con los hombres en la caravana. Entre ellos hablan franc¨¦s entremezclado con ¨¢rabe dialectal marroqu¨ª. Su mundo est¨¢ a a?os luz del de los islamistas moderados que dos calles m¨¢s abajo hacen tambi¨¦n su campa?a.
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