La cuidada puesta en escena de los McCann
Los padres de Madeleine manejaron la crisis apoyados en sus contactos pol¨ªticos y medi¨¢ticos
El caso Madeleine est¨¢ abriendo una fractura entre dos aliados hist¨®ricos: Reino Unido y Portugal. Donde unos ven torpeza policial, los otros ven insoportables presiones medi¨¢ticas y un papel poco claro del Gobierno brit¨¢nico.
Aunque Londres ha dejado claro que no tiene intenciones de interferir en la investigaci¨®n policial, la opini¨®n p¨²blica portuguesa cree que el imbatible equipo formado por el Gobierno de su majestad y los medios brit¨¢nicos intervino desde el primer minuto. Uno de los detonantes de esa sospecha es el papel de un funcionario llamado Clarence Mitchell, destacado por el Foreign Office a finales de mayo a Praia da Luz para asesorar a los McCann.
Sky News conoci¨® el secuestro 30 minutos antes que la polic¨ªa portuguesa
"Nos dimos cuenta enseguida de que ten¨ªa amigos poderosos", dice una fuente policial
Clarence Mitchell es director del Media Monitoring Unit, un departamento poco conocido pero que hace un trabajo de extraordinario valor para el Gobierno Brit¨¢nico: rastrea los medios de todo el mundo para recolectar todas las informaciones que puedan ser de inter¨¦s para el Gobierno. Incluso se est¨¢ planteando rastrear los blogs m¨¢s en boga, para detectar nuevas tendencias.
Cuando Mitchell lleg¨® al Algarve a finales de mayo, el caso Madeleine ya se hab¨ªa convertido en una feria. El espect¨¢culo alimentado por los padres para facilitar la b¨²squeda de la peque?a Maddie empezaba a fraguar en medio planeta. Con ¨¦l, se elev¨® aun m¨¢s el tono cat¨®lico de la misi¨®n (F¨¢tima, Vaticano) y el list¨®n de la campa?a de prensa, propaganda y solidaridad alcanz¨® niveles globales. La pareja recorri¨® Europa, salt¨® a Marruecos, vol¨® hasta Madrid para pedir ayuda al ministro del Interior, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Gerry se entrevist¨® con el fiscal general de Estados Unidos, Gonz¨¢lez, ya dimitido. Cargando fotos, peluches y ropas de la ni?a, la pareja fue bendecida por el Papa Benedicto XVI. Celebridades como J.K. Rowling, Jos¨¦ Mourinho o David Beckham hicieron apelaciones y donativos que ayudaron a la familia a recaudar 1,4 millones de euros.
Muchos portugueses creen ahora, a la luz de las sospechas reunidas por la polic¨ªa contra los McCann, que todo aquello no era m¨¢s que una gigantesca cortina de humo auspiciada por los padres, dos m¨¦dicos con contactos y credibilidad, respetados y con buena situaci¨®n social, que se agigant¨® por la voracidad de los medios y por la influencia del Gobierno Brit¨¢nico hasta un punto sin retorno.
La impresi¨®n en Portugal es que el clima mundial de opini¨®n generado por esa campa?a pol¨ªtico-medi¨¢tica impidi¨® a la polic¨ªa investigar con calma y neutralidad. Primero, porque la ola de afecto desatada por la desaparici¨®n de Madeleine convirti¨® a los McCann en un s¨ªmbolo intachable del sufrimiento y la angustia. Segundo, porque la exposici¨®n p¨²blica de los padres gener¨® un goteo incesante de pistas falsas.
Los medios brit¨¢nicos formaron una pi?a con la pareja de m¨¦dicos nada m¨¢s producirse la desaparici¨®n. Tres d¨ªas despu¨¦s de la denuncia, el circo estaba ya instalado junto al Ocean Club. Este diario visit¨® esa semana Praia da Luz; hab¨ªa 33 periodistas de Sky News y 18 de la BBC. Sky hab¨ªa tenido acceso a la noticia del secuestro antes que la polic¨ªa portuguesa, seg¨²n confirma una fuente policial: "Alguien del c¨ªrculo de los McCann telefone¨® desde el Ocean Club la noche del crimen a la delegada de Sky News en el Algarve. La llamada se produjo a las 22.11 horas. Nosotros recibimos el aviso de la desaparici¨®n media hora despu¨¦s, a las 22.40".
Un poco antes, a las 22.00, una vecina que luego testific¨® ante la polic¨ªa se ofreci¨® a llamar a la Guardia Nacional al saber que la ni?a no estaba. "Kate, la madre de Madeleine, le dijo que no hac¨ªa falta, que ya hab¨ªan llamado ellos", dice la polic¨ªa.
Esa mentira inicial, y otros testimonios contradictorios en las declaraciones de los padres y amigos que cenaron juntos aquella noche en el restaurante Tapas llamaron la atenci¨®n de la polic¨ªa desde el primer d¨ªa. "Una historia mal contada", titul¨® el Di¨¢rio de Noticias del d¨ªa 5, cuando Maddie apenas era una m¨¢s entre los miles de ni?os que desaparecen cada a?o en el mundo.
"Hab¨ªa muchas cosas raras", recapitula un agente. "La madre dijo a la vecina que ya nos hab¨ªan llamado y no era verdad, afirm¨® que alguien hab¨ªa entrado desde fuera pero la contraventana estaba forzada desde dentro, dijeron que cada media hora iban a controlar a los ni?os pero los empleados del restaurante lo negaron". Para la polic¨ªa, lo m¨¢s sorprendente fue que la primera preocupaci¨®n de los padres alertara a la prensa antes que a la propia polic¨ªa. Tambi¨¦n les llam¨® la atenci¨®n que Kate pidiera a la recepci¨®n del Ocean Club el tel¨¦fono del cura del pueblo.
Con las c¨¢maras brit¨¢nicas por testigos, los McCann y sus amigos, gente del norte en un pueblo sure?o, cercano a ?frica, empezaron a criticar los m¨¦todos de la polic¨ªa: que tardaran en llegar al apartamento casi una hora y que destruyeran pruebas al tomar todas las huellas con un mismo par de guantes. La polic¨ªa del Algarve, un lugar muy seguro al que cada a?o llegan cientos de miles de turistas brit¨¢nicos, sab¨ªa lo que le esperaba: una v¨ªctima inglesa, sospechosos ingleses, tabloides ingleses... "Con eso siempre contamos", dice socarr¨®n un mando regional.
Los agentes optaron por aguantar el chaparr¨®n. No hab¨ªa otra, aunque sab¨ªan que algo ol¨ªa muy mal en el entorno de los padres de la ni?a y que la estad¨ªstica no suele enga?ar: los secuestros de ni?os en edificios ocupados son pr¨¢cticamente inexistentes.
Junto a la tropa de periodistas, llegaron a Praia de Luz el embajador brit¨¢nico en Lisboa, John Buck; Shree Dodd, la primera asesora de comunicaci¨®n enviada por el Foreign Office, que ser¨ªa sustituida semanas despu¨¦s por Mitchell, y varios agentes de Scotland Yard. Buck pidi¨® confianza en la polic¨ªa. Dodd empez¨® a extender la consigna oficial del secuestro por el mundo. Mitchell aceler¨® la m¨¢quina. Surgieron los esl¨®ganes (encuentren a Madeleine, devu¨¦lvannos a Madeleine, sabemos que est¨¢ viva, no dejaremos una piedra sin levantar...), se mejor¨® la p¨¢gina web, empezaron los viajes de la fe. La fr¨ªa desolaci¨®n de Kate, su belleza robada por la desgracia, su extrema delgadez, empezaban a forjar la imagen de una nueva Lady Di.
Durante dos meses, la polic¨ªa se vio forzada a investigar cientos de bulos. Supuestos avistamientos llegaban de todas partes. Chipre, Malta, Holanda, Grecia, Buenos Aires, B¨¦lgica... Un d¨ªa del final de mayo hubo m¨¢s de 200 denuncias. Una de las m¨¢s fiables pareci¨® una ciudadana noruega que dijo haber visto a Maddie con un hombre de aspecto ¨¢rabe en una gasolinera de Marrakech. Olvid¨® mencionar un detalle; su marido era de Leicestershire, el condado donde viven los McCann.
Poco a poco, la tensi¨®n fue bajando, el caso languideci¨®. Los McCann hab¨ªan convencido al mundo. Fue un rapto, y ya no parec¨ªa haber esperanza. Tras declarar sospechoso formal e investigar sin ¨¦xito a Robert Murat, un vecino angloportugu¨¦s de Praia da Luz que trabaj¨® como traductor para la propia polic¨ªa, empez¨® a cobrar forma la hip¨®tesis de la muerte de la peque?a. Scotland Yard sugiri¨® enviar a dos perros (Eddie, de siete a?os, Keela de tres) especializados en detectar restos de sangre y olor a cad¨¢ver. Los spaniel, que han ayudado a resolver m¨¢s de 200 cr¨ªmenes en Gran Breta?a y Estados Unidos, encontraron ambas cosas: en el apartamento y en el coche alquilado por los McCann. Conclusi¨®n policial: en la casa sucedi¨® un accidente o quiz¨¢ un incidente, Madeleine muri¨®, los padres y amigos decidieron esconder el cad¨¢ver y fingir un rapto, organizaron su coartada, engord¨® tanto la cortina de humo que ya no les fue posible volver atr¨¢s.
"Probablemente se asustaron, pensaron que nadie iba a entender que siendo m¨¦dicos se les hubiera muerto la ni?a, no supieron c¨®mo explicar que se hab¨ªan ido de copas durante tres horas dejando a los ni?os solos", dice una fuente policial. "Adem¨¢s, ten¨ªan una reputaci¨®n que defender".
?Qui¨¦n de ellos la ten¨ªa? Gerry McCann, el cardi¨®logo de la mirada de hielo, ten¨ªa una. "Nos dimos cuenta enseguida de que ten¨ªa amigos poderosos, al parecer aspiraba a un puesto importante en el ministerio de Sanidad, esperaba hacer carrera pol¨ªtica... Eso debi¨® pesar en su decisi¨®n", reflexiona una fuente policial.
Los ministros de Exteriores e Interior brit¨¢nicos han reiterado que no se trata de un caso pol¨ªtico. El primer ministro portugu¨¦s afirm¨® lo mismo anteayer a este diario. El caso es que algunos ciudadanos han empezado a enviar cartas y correos electr¨®nicos a sus parlamentarios y a Downing Street para protestar por la estrecha vinculaci¨®n entre Mitchell y los McCann. Los lectores del peri¨®dico electr¨®nico Mirror.co.uk., est¨¢n indignados. El s¨¢bado, un internauta escribi¨® estas l¨ªneas: "Los McCann volver¨¢n al Reino Unido. La prensa les apoyar¨¢ hasta la n¨¢usea. Las voces disidentes podr¨ªan ser ignoradas en las p¨¢ginas de cartas de los peri¨®dicos y en los comentarios a sus ediciones electr¨®nicas (lo que ya ha pasado). El p¨²blico desinformado apoyar¨¢ su lucha contra la polic¨ªa portuguesa y los medios difamadores. Finalmente, el Gobierno ejercer¨¢ presi¨®n contra el Gobierno portugu¨¦s para dejar caer el caso si no tienen pruebas concluyentes al 100% [...] Lo que puede ser f¨¢cil en este caso".
A d¨ªa de hoy, Maddie sigue desaparecida. La hemos conocido, hemos visto sus fotos, su sonrisa, sus v¨ªdeos, su iris rectangular. La recordaremos mucho tiempo. ?Conoceremos alg¨²n d¨ªa la verdad? ?Aparecer¨¢ para decir la ¨²ltima palabra?
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