Espa?ol
SEG?N DORA MAAR, nacida en 1907, el a?o en que Picasso pint¨® la crucial tela, ahora centenaria, de Las se?oritas de Avignon, y que, como todo el mundo sabe, fue la amante del artista durante los momentos m¨¢s dif¨ªciles de las dram¨¢ticas d¨¦cadas de 1930 y 1940, el mayor deseo del m¨ªtico creador hab¨ªa sido siempre alcanzar el prestigio de los grandes artistas de la historia, "sobre todo los espa?oles, honor que en ning¨²n momento sinti¨® que le pertenec¨ªa". Es una de las confidencias que, seg¨²n el escritor estadounidense James Lord, en su libro Picasso y Dora. Una memoria personal (Alba), publicado originalmente en 1993 y ahora traducido al castellano, le hizo Dora Maar, a la que frecuent¨® ¨ªntimamente, sobre todo, en la primera mitad de los a?os 1950. De entre todas las mujeres que tuvieron una relaci¨®n er¨®tica estable con Picasso, Dora Maar fue, sin duda, la intelectualmente m¨¢s capaz, sin olvidarnos de que, siendo ella misma fot¨®grafa y pintora, la tambi¨¦n quiz¨¢ m¨¢s dotada para comprender, no s¨®lo la obra, sino el trasfondo del genial artista. Como quiera que, por otra parte, aunque podr¨ªa haberlo hecho probablemente mejor que las que lo intentaron, Dora Maar no mercade¨® con sus recuerdos, las informaciones no autorizadas obtenidas de ella por Lord, al que no hay que considerar un simple chismoso, tienen un valor testimonial a?adido.
No obstante, aunque el objeto de los esfuerzos de Lord a trav¨¦s de su amistad arduamente trabajada con Dora Maar, fue obtener el m¨¢ximo de datos sobre Picasso, asombra la escasez de la cosecha. Intervino en ello seguramente la aprensiva discreci¨®n de esta mujer, pero ni mucho menos tanto como la refractaria coraza con la que se resguard¨® siempre Picasso frente a quienes pretend¨ªan husmear en las interioridades de su intimidad personal y art¨ªstica. Esto, sin embargo, no resta inter¨¦s al libro de Lord, aunque nos informe m¨¢s sobre la propia Dora, de suyo tan misteriosa, y del entorno de Picasso que del artista en s¨ª. Es un libro, adem¨¢s, bien escrito, h¨¢bilmente tramado y con juicios cr¨ªticos competentes y sensatos, que abarcan una pl¨¦tora de personajes muy diversos, como, entre otros, Chagall, Masson, Balthus, ?scar Dom¨ªnguez, etc¨¦tera.
De todas formas, de las cosas art¨ªsticas que Dora Maar comunica a Lord sobre Picasso, una parte sustancial gira en torno a la obsesi¨®n de ¨¦ste con el arte y los artistas espa?oles, algo ya antes subrayado en la cita inicial. Muy revelador es, a mi juicio, lo que, seg¨²n Dora Maar, afirmaba Picasso acerca de que ¨¦l iba a acabar lo que Goya hab¨ªa empezado o la informaci¨®n que nos proporciona sobre la an¨¦cdota que dio origen al c¨¦lebre cuadro de El osario, que siempre se ha asociado con la denuncia del Holocausto, versi¨®n a la que se acomod¨® el propio artista, pero que surgi¨®, al parecer, de la visi¨®n de un fotograma de una pel¨ªcula sobre la Guerra Civil espa?ola, proyectada en Par¨ªs en 1945. Por lo dem¨¢s, esta rememoraci¨®n viene como ilustraci¨®n de esa frase que a Picasso le gustaba repetir de que "las pinturas son mentiras que cuentan la verdad", lo que no deja de ser un punto de vista muy espa?ol.
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