Dos ¨²nicos jueces de Barcelona se encargan del control de 8.000 personas incapacitadas
La falta de medios y el desinter¨¦s de las administraciones tiene abandonado a ese colectivo
La anciana D. G. M. se encuentra postrada en una silla de ruedas y vive en una residencia. Una juez de Barcelona declar¨® su incapacitaci¨®n absoluta la semana pasada. Mientras viva, uno de sus nietos ser¨¢ su tutor y, por tanto, administrar¨¢ sus bienes y se ocupar¨¢ de su bienestar. Esta mujer tiene 85 a?os y es un caso paradigm¨¢tico, pero no el ¨²nico, pues en ocasiones se incapacita a personas con toda una vida por delante. En la ciudad de Barcelona hay m¨¢s de 8.000 personas en esta situaci¨®n jur¨ªdica y s¨®lo dos jueces encargados de hacer un seguimiento de c¨®mo viven.
El C¨®digo Civil prev¨¦ que la justicia pueda declarar la incapacitaci¨®n de una persona cuando sufre una enfermedad ps¨ªquica o f¨ªsica que le impide gobernarse por s¨ª misma. El a?o pasado entraron en los dos juzgados de estado civil y capacidad de Barcelona 972 peticiones de incapacitaci¨®n. El actual sistema inform¨¢tico es bastante limitado y no permite conocer al detalle los porcentajes, aunque s¨ª puede afirmarse que dos de cada tres de esas peticiones afectan a ancianos.
Los jueces de Barcelona conceden la gran mayor¨ªa de las peticiones de incapacitaci¨®n tras un proceso que dura una media de siete meses. En ese tiempo, la persona afectada es explorada por el juez y el forense, y los familiares son entrevistados para descartar lo que la magistrada S¨ªlvia Ventura, titular del Juzgado de Primera Instancia n¨²mero 40 de Barcelona, califica de "demandas de mala fe". Es decir, una petici¨®n para deshacerse del familiar y quedarse con su patrimonio. No abundan, pero se dan, y no s¨®lo de ancianos.
Una vez al a?o
En el caso de D. G. M., su patrimonio es una vivienda. Su ¨²nico hijo falleci¨® y el nieto se ha convertido en su tutor. El piso est¨¢ alquilado y con esa renta y un dinero que aporta se pueden costear los m¨¢s de 1.800 euros del geri¨¢trico. La anciana est¨¢ afectada por las secuelas de un accidente vascular cerebral y sufre un "deterioro global", dice la sentencia, que le hace requerir la ayuda de terceras personas. Repite lo que se le pregunta sin posibilidad de iniciar una conversaci¨®n, ignora el precio de los productos habituales y desconoce que existe el euro.
Teniendo en cuenta que la mujer tiene 85 a?os, es previsible que no viva mucho m¨¢s y, en consecuencia, el seguimiento judicial de su expediente ser¨¢ breve. Pero en otros muchos, una sentencia judicial que se dicta hoy puede arrastrarse durante a?os. La ley obliga a que los tutores rindan cada a?o al juzgado un informe sobre el patrimonio y el estado de la persona incapacitada, pero la realidad es que si no lo hacen no pasa nada. Es decir, que pueden haberse dilapidado su patrimonio casi con total impunidad.
"Alguien, no s¨¦ si la Generalitat o el Ayuntamiento, deber¨ªa encargarse de ese seguimiento y entregar un informe al juzgado sobre c¨®mo se encuentra esa persona y c¨®mo se la est¨¢ tutelando", explica Ventura. "En muchos casos, el dinero es lo de menos. Se trata de que ese anciano muera en soledad o que el enfermo no sea abandonado. Es ah¨ª donde se ven las limitaciones del Estado social en el que vivimos", a?ade.
El panorama actual es que la justicia no tiene medios humanos ni materiales para velar por el seguimiento de los m¨¢s de 8.000 expedientes de incapacitaci¨®n que acumulan los dos juzgados de Barcelona y es aqu¨ª donde los jueces reclaman m¨¢s implicaci¨®n de la Administraci¨®n. Y que, por lo menos, se cree otro juzgado para repartir el trabajo.
De los ex presos o enfermos mentales que se incapacitan, nadie quiere hacerse cargo. "A los familiares y amigos les cuesta mucho asumirlos, ?pero alguien se deber¨ªa ocupar de ellos!", a?ade la juez. El ¨²nico organismo que act¨²a en esos casos es la Comisi¨®n de Asesoramiento y Supervisi¨®n de las Personas Jur¨ªdicas, dependiente del Departamento de Acci¨®n Social y Familia de la Generalitat, que encomienda a una fundaci¨®n la tutela. La juez explica que en esos casos la nota caracter¨ªstica es la burocracia y no la eficacia.
B. R. D. es otro ejemplo de un caso habitual. Mientras fue un menor estuvo bajo tutela de la Generalitat durante cinco a?os al proceder de una familia desestructurada. Cuando alcanz¨® la mayor¨ªa de edad fue la propia Administraci¨®n quien pidi¨® la incapacitaci¨®n. La demanda fue rechazada por la juez en 2004 al entender que, pese a ser esquizofr¨¦nico, puede valerse por s¨ª mismo, tiene trabajo y lo que necesita es control m¨¦dico. Pero la Generalitat recurri¨® y la Audiencia de Barcelona le incapacit¨®. "Deber¨ªa desterrarse cierto sentimiento paternalista. La incapacitaci¨®n ha de ser restrictiva y declararse cuando no quede otro remedio", razona S¨ªlvia Ventura. Pero tampoco en eso la justicia tiene un ¨²nico criterio.
Cinco internados cada d¨ªa
Las peticiones de incapacitaci¨®n no son la ¨²nica competencia de estos dos juzgados de estado civil. El a?o pasado recibieron otros 1.716 asuntos de internamiento en un psiqui¨¢trico. Es decir, una media diaria de casi cinco casos.
En las peticiones de internamiento no urgentes, que fueron 229, el juez tiene m¨¢s tiempo para resolverlas, pero en las urgentes la ley obliga a que en 72 horas desde su ingreso, el juez y el forense acudan al psiqui¨¢trico para examinar a esa persona y decidir si se queda o no.
Como sucede con las incapacitaciones, tambi¨¦n estos casos van en aumento y tampoco son extra?as las actuaciones injustificadas. En ocasiones no es para deshacerse de ese anciano o familiar que se ha convertido en un estorbo. "Una depresi¨®n por la muerte de un familiar o por un traspi¨¦s por motivos diversos no puede justificar nunca un internamiento. Es coyuntural y lo que requiere esa persona es una ayuda para salir del bache y seguir haciendo su vida en libertad", explica la magistrada S¨ªlvia Ventura.
Tampoco un caso de internamiento se zanja con una sola resoluci¨®n judicial. La ley obliga a que cada dos meses esa persona sea visitada por el juez para conocer su evoluci¨®n y acordar, si es el caso, una modificaci¨®n. Y es que un internamiento no tiene por qu¨¦ ser indefinido.
Ventura lleva ocho a?os en su juzgado y explica que el trabajo desgasta mucho porque cuatro de los cinco d¨ªas de la semana los pasa visitando a personas internadas, explorando en su despacho a ciudadanos que supuestamente han de ser incapacitados o acudiendo a los domicilios para explorar a los que no se pueden desplazar.
"De todo esto nadie habla y el discurso oficial no se ocupa. Pero es una realidad que va en aumento", dice la juez. El a?o pasado entraron en esos dos juzgados 3.263 asuntos de todo tipo. Hace seis a?os fueron 2.352.
"Una ciudad en la que se prev¨¦ un importante envejecimiento de su poblaci¨®n en los pr¨®ximos a?os necesita de unos juzgados en perfectas condiciones que velen por la tutela de los derechos fundamentales de enfermos y personas mayores", se asegura, un a?o m¨¢s, en la memoria de 2006 del Juzgado Decano de Barcelona. Y todo sigue igual desde hace a?os.
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