El pol¨¦mico escudo antimisiles
En la primavera de este a?o, Estados Unidos afirm¨® su voluntad de emplazar en Europa unos elementos de su sistema de defensa, en concreto unos misiles interceptores en Polonia y un radar en la Rep¨²blica Checa, con el fin de salvaguardar a Occidente de los posibles ataques de Ir¨¢n y Corea del Norte. Desde entonces, esos escudos antimisiles se han convertido en la manzana de la discordia tanto en los pa¨ªses implicados como en las relaciones entre Rusia y Occidente.
El Kremlin, profundamente molesto por la posible presencia militar estadounidense en pa¨ªses que anta?o domin¨®, hizo una contrapropuesta a Washington: utilizar el radar de Gabal¨¢, en Azerbaiy¨¢n, explotado por los rusos, adem¨¢s de compartir con los americanos el radar que se est¨¢ construyendo en el sur de Rusia, en la provincia de Krasnodar. Bush rechaz¨® la propuesta, determinado a implantar su poder militar en el este europeo y, de este modo, arrebatar a Rusia toda influencia en ¨¦l.
Hasta ahora, sin embargo, ninguna de las conversaciones sobre este asunto ha dado resultado. Hace unas semanas, mientras Putin pescaba lubinas y degustaba bogavantes en compa?¨ªa de Bush en la finca de ¨¦ste en Maine, pod¨ªa parecer que ambos presidentes exploraban el alcance de sus alianzas. Por la noche, mientras jugaban a p¨®quer, intentaban demostrarse su amistad -perdida ya hace a?os- acordando colaborar en varios asuntos de poco peso y evitando los grandes temas de pol¨ªtica internacional que los separaban, sobre todo el escudo antimisiles. Bush intent¨® convencer a su hom¨®logo ruso de que su instalaci¨®n en la Europa del Este no era ninguna amenaza para Rusia.
Pero tan pronto como ambos presidentes guardaron sus ca?as de pescar, olvidaron su escenificaci¨®n y volvieron a las amenazas. Putin, lejos de dejarse apaciguar por las palabras tranquilizadoras de Bush, reaccion¨® con la violenta susceptibilidad que le caracteriza y repiti¨® una y otra vez que la pol¨ªtica armament¨ªstica estadounidense va dirigida contra su pa¨ªs. Asegur¨® que desplegar¨ªa misiles rusos en su territorio m¨¢s occidental, el enclave de Kaliningrado junto a las fronteras polaca y lituana, si Estados Unidos prosegu¨ªa con su proyecto de instalar un escudo antimisiles en la Rep¨²blica Checa y en Polonia, dos de los antiguos sat¨¦lites sovi¨¦ticos cuya pol¨ªtica proamericana enerva a Putin.
El presidente ruso no se limit¨® a las amenazas sino que recurri¨® a los hechos, rompiendo varios tratados internacionales de desarme y anunciando su firme voluntad de retomar los vuelos estrat¨¦gicos de bombarderos capaces de llevar cabezas nucleares, suspendidos desde la guerra fr¨ªa. Adem¨¢s, los ¨²ltimos discursos de Putin, muy aplaudidos en su pa¨ªs, acostumbrado a diagnosticar su lugar en el mundo por la importancia de sus enemigos, y dignos de la ret¨®rica de la guerra fr¨ªa, se dirigen no s¨®lo contra Estados Unidos sino contra Occidente en general.
?C¨®mo se vive el dilema de la colocaci¨®n del escudo antimisiles en los pa¨ªses implicados? Los Gobiernos de la Rep¨²blica Checa y de Polonia han dado su visto bueno a la tentativa norteamericana, aunque todav¨ªa queda pendiente de aprobaci¨®n por ambos parlamentos. Sin embargo, el asunto divide a la ciudadan¨ªa. En la Rep¨²blica Checa, el tema del escudo se ha convertido, desde hace meses, en el m¨¢s candente, en la querella que ha separado a los checos en dos mitades. Un estrecho colaborador de Vaclav Havel, el ex ministro de defensa y ex embajador checo en Rusia Lubos Dobrovsky me inform¨® de que aquella mitad que da la bienvenida a la colocaci¨®n del escudo en su territorio argumenta que es ventajoso para la Rep¨²blica Checa formar parte del sistema de defensa occidental. Los que as¨ª opinan suelen tener en cuenta la importancia que Estados Unidos tuvo para su pa¨ªs a lo largo del siglo XX: le ayudaron a independizarse del imperio austroh¨²ngaro, lo liberaron de los nazis (junto con los rusos), durante la guerra fr¨ªa apoyaron a los disidentes, dieron los pasos decisivos para la ca¨ªda del comunismo, cuenta Dobrovsky. Y precisa: "Nuestros argumentos de apoyo a los proyectos norteamericanos son m¨¢s pol¨ªticos que militares; adem¨¢s, la Rusia de Putin nos da miedo".
La otra mitad de los checos, la que se opone al escudo americano en territorio checo, es la que siempre ha sentido que su pa¨ªs estaba sometido: primero por los nazis, que lo convirtieron en su protectorado; luego, durante la guerra fr¨ªa, por la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Desde que la Rep¨²blica Checa ha entrado en la Uni¨®n Europea esos ciudadanos ven a su pa¨ªs subyugado a los intereses econ¨®micos m¨¢s inmediatos de la fuertemente burocratizada Bruselas. Y ahora, esa mitad (el 52%, seg¨²n las ¨²ltimas encuestas) de la poblaci¨®n, desilusionada con la pol¨ªtica de Bush, se siente utilizada por el proyecto americano de defensa.
En Polonia, rigurosamente controlada por la censura que ha impuesto el Gobierno actual, el proyecto no ha despertado tanta pol¨¦mica como en la Rep¨²blica Checa, porque se ha silenciado a la diversidad de opiniones. Tampoco se han hecho p¨²blicos porcentajes fiables sobre los partidarios y los adversarios del proyecto, pero los motivos de unos y otros son parecidos a los de los checos, con una excepci¨®n: los partidarios del no polaco acent¨²an su rechazo argumentando que el escudo puede lanzar al terrorismo internacional contra su pa¨ªs.
El Gobierno de Bush hubiera tenido que tratar el tema del escudo antimisiles desde el principio con una mano izquierda que no posee, sobre todo conociendo la intenci¨®n de la nueva Rusia de introducirse -o, a estas alturas, mejor dicho mantenerse- en el escenario internacional como un protagonista econ¨®micamente y militarmente poderoso, adem¨¢s de beligerante. Si, en vez de haber impartido ¨®rdenes con su habitual autoritarismo intransigente en asuntos internacionales, hubiera tenido en cuenta los intereses de todos los implicados, y hubiera negociado el apoyo de la Uni¨®n Europea, muy probablemente habr¨ªa podido instalar su escudo defensivo sin haber provocado tanto alboroto. Pero Bush parece decidido a terminar su mandato sin haber contado nunca con los europeos en sus decisiones internacionales de mayor alcance. Ni cuando ¨¦stas afectan a territorio de la Uni¨®n.
Monika Zgustova es escritora; su ¨²ltima novela es La mujer silenciosa.
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