La normalidad vasca
Ibarretxe, en su en¨¦sima apuesta por convocar un refer¨¦ndum/consulta en el Pa¨ªs Vasco, lo justifica con un argumento que no por usado deja de ser chocante: la idea de que as¨ª lo exige la "normalizaci¨®n pol¨ªtica". ?Es posible llegar a la normalidad por v¨ªas anormales? Es el dilema que plantea el prop¨®sito del lehendakari. Hacer referendos ilegales para normalizar no se ve todos los d¨ªas, ni hay noticia reciente de que en Occidente se haya ido a referendos sin un consenso sobre la conveniencia de celebrarlo. Es una v¨ªa anormal si se dejan al margen los entusiasmos del Gobierno tripartito, para el que tal gesta parece la culminaci¨®n de su obra, su justificaci¨®n ¨²ltima. ?Puede arreglarse un f¨¦mur fracturado peg¨¢ndole fuerte con un mazo para que retorne a su estado natural? El anuncio nos sit¨²a ante los conceptos de normalidad que funcionan en la sociedad vasca, donde todo debe ser negociado: se negocia sobre qu¨¦ es el sentido com¨²n, qu¨¦ el vasco (y la vasca), en qu¨¦ consisten los derechos humanos. Tambi¨¦n habr¨¢ que negociar la idea de normalidad, aunque el nacionalismo gubernamental entiende que su concepto de normalizaci¨®n es incuestionable y va a misa. Resulta una cuesti¨®n crucial, por la posibilidad de que el mazo golpee a un hueso sano.
Conviene seguir la argumentaci¨®n del lehendakari. Distingue dos grandes problemas en el Pa¨ªs Vasco, el de "la normalizaci¨®n" y el de la violencia terrorista. Son distintos entre s¨ª, asegura. "La normalizaci¨®n pol¨ªtica ha de hacerse al margen de que exista o no ETA", explica para justificar el refer¨¦ndum. En su concepto, son circunstancias independientes: una cosa es ETA, y otra la falta de normalidad. De hecho, por sorprendente que parezca, en este discurso resulta m¨¢s compleja y honda la carencia de "normalidad pol¨ªtica" que el propio terrorismo. ?ste tiene s¨®lo unas d¨¦cadas, mientras la anomal¨ªa de los vascos, asegura, viene de siglos y constituye la madre de todas las batallas. "Hay que diferenciar entre ausencia de violencia y normalizaci¨®n pol¨ªtica. Ausencia de violencia es tan s¨®lo renunciar al uso de la misma. Es as¨ª de sencillo. Mucho m¨¢s complejo es lograr el proceso de normalizaci¨®n pol¨ªtica", "normalizaci¨®n pol¨ªtica es un debate
que exist¨ªa antes, durante y probablemente despu¨¦s de la existencia de ETA", aseguraba Ibarretxe ya en 1999. As¨ª que esto viene de lejos: no peca el lehendakari de veleta doctrinal ni de adaptarse a las realidades del d¨ªa; prefiere seguir su camino, trazado hace ya casi una d¨¦cada.
La argumentaci¨®n separa la falta de normalidad y el terrorismo, pero su discurso a veces los hace confluir. Si tocan a tregua y augurios de negociaciones deja claro que junto al problema del terrorismo -"proceso de paz"- debe llevarse a cabo la "normalizaci¨®n pol¨ªtica", y se reitera en que no puede haber fin del terror sin el retorno a "la normalidad". Cuando ETA vuelve al monte, cambian las tornas y las dos cuestiones se separan, como sucede ahora. Se urge a afrontar "el problema no resuelto" de "la normalizaci¨®n pol¨ªtica", "ahora m¨¢s que nunca", pues, se insiste, el terrorismo y la normalizaci¨®n son cosas diferentes, de distinta enjundia y naturaleza (aqu¨¦l, "sencillo"; ¨¦ste, de envergadura). "ETA no puede condicionar nuestra agenda", recalca digno el Gobierno tripartito. Y as¨ª, pese al marasmo que crea la violencia terrorista, se siente legitimado a desarrollar su doctrina. Mientras, a muchos de los que no son nacionalistas ETA les condiciona la agenda, la vida, las relaciones personales, sus decisiones cotidianas... No es s¨®lo la ley del embudo. Tambi¨¦n el esquema ventajista de quienes consideran que en el Pa¨ªs Vasco se vive bien, muy bien, y que la persecuci¨®n a algunos conciudadanos (no nacionalistas) resulta lamentable, pero tangencial, pues no afecta a la esencial armon¨ªa pac¨ªfica de la sociedad vasca, autobuses quemados al margen, ni debe estorbar los sue?os tripartitos.
Para "normalizarnos" tenemos que ir al refer¨¦ndum/consulta. Es la prioridad. Por ella el Gobierno tripartito est¨¢ dispuesto a faltar a su compromiso de no hacer nada de esto si no es "en ausencia de violencia", en un pa¨ªs que sol¨ªa tener a gala el respeto a la palabra dada -incluso formaba parte de "la identidad" del pueblo vasco en el discurso del PNV; conviene que cambien los textos-. En ¨²ltimo t¨¦rmino, la relaci¨®n argumental entre "normalizaci¨®n" y "pacificaci¨®n" -usemos el t¨¦rmino impropio- es mayor que la que se declara. La teor¨ªa del PNV asegura que la violencia, el terrorismo, es consecuencia de que no se ha llegado a la normalizaci¨®n pol¨ªtica.
Este concepto de "normalizaci¨®n" tiene su intr¨ªngulis. Suena bien. Sugiere que el Gobierno quiere que seamos "normales", lo que viene como anillo al dedo a la opini¨®n general de que la sociedad vasca es rara. Y es verdad: no puede considerarse normal una sociedad con cientos de personas escoltadas, por la que campan j¨®venes fascistas amenazantes, la libertad de expresi¨®n de los dem¨®cratas est¨¢ perseguida y el Gobierno aut¨®nomo abandona su tradicional equidistancia para abrazar los conceptos batasunos de los derechos humanos, con un plan de agitaci¨®n y propaganda preparado ex profeso (el "Plan de Acci¨®n en defensa y promoci¨®n de los derechos civiles y pol¨ªticos", reci¨¦n aprobado). En este ambiente la sugerencia de que el principal empe?o gubernamental es "normalizarnos" lleva a pensar que busca, cuando menos, que los dem¨®cratas no tengan miedo por exponer sus ideas y hasta puedan vivir con alguna normalidad. Vamos, lo que suele suceder en la Uni¨®n Europea.
No se refiere a eso la "normalizaci¨®n" del lehendakari. Desde hace 10 a?os -desde las v¨ªsperas de Lizarra hasta la fecha- los textos son claros y abundantes. Su "normalizaci¨®n" consiste en avanzar hacia la soberan¨ªa y "la territorialidad", construir el Pa¨ªs Vasco conforme a los postulados nacionalistas. Eso es todo. Para el nacionalismo del Gobierno tripartito "lo normal" consiste en ser nacionalista y que la patria nos coja confesados si ingenuos pensamos que lo normal es ser normal, algo bien diferente a la "normalidad" predefinida seg¨²n la cual el Pa¨ªs Vasco ser¨¢ an¨®malo mientras no triunfe el soberanismo nacionalista. Todo ello, con hermosas palabras que hablan de "convivencia amable con Espa?a", "punto de encuentro", "proceso sincero y abierto de di¨¢logo", "normalizaci¨®n pol¨ªtica es construir un modelo de convivencia pol¨ªtica...". En este esquema, normalizar el Pa¨ªs Vasco no es acabar con el terror, las extorsiones y las violencias, sino que se imponga el soberanismo ("el derecho a decidir"). No que los vascos sean libres, sino que el Pa¨ªs Vasco sea nacionalista. Por s¨ª mismo, un refer¨¦ndum soberanista es, en esta definici¨®n, un avance hacia tal "normalidad", aunque descuajeringue a la sociedad vasca, termine como el rosario de la aurora y la haga a¨²n m¨¢s rara y an¨®mala. Quiz¨¢s no todo el nacionalismo comparte este autismo rudimentario, pero de momento es lo que hay.
Manuel Montero es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea y ex rector de la Universidad del Pa¨ªs Vasco (UPV-EHU).
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