La apuesta de Sarkozy
Es dif¨ªcil no compartir las propuestas de Nicolas Sarkozy para impulsar un nuevo contrato social en Francia basado en el trabajo, el m¨¦rito y la igualdad de oportunidades. El presidente, que anoche vend¨ªa en televisi¨®n a sus compatriotas su vasto programa reformista, ha recalcado por dos veces durante la semana, en sendos discursos de calado, la impostergable reforma de un sistema de seguridad social que se desploma por el peso de la deuda, la liquidaci¨®n inexcusable de los privilegios de numerosos empleados p¨²blicos, m¨¢s de mill¨®n y medio, que cuesta a los contribuyentes cinco mil millones de euros anuales, o la necesidad de refundar la Administraci¨®n del Estado. Una hipertrofiada nebulosa que emplea a m¨¢s de cinco millones de franceses y absorbe el 44% del presupuesto.
Pero una cosa son tan ambiciosos enunciados y otra que el populista e hiperactivo presidente consiga cuartear seriamente un modelo socioecon¨®mico tan asentado como progresivamente ineficaz. Sarkozy se ha caracterizado durante sus cuatro meses en el El¨ªseo por imprimir un ritmo vertiginoso a su acci¨®n pol¨ªtica, tanto interna como internacional. Adora el protagonismo. El presidente conservador, como critican sus languidecientes y desmembrados adversarios socialistas, est¨¢ en todas partes y en todo interviene. Sus propuestas concretadas estos d¨ªas para acabar con un modelo obsoleto, aunque avanzadas desde el mismo momento en que lleg¨® al poder, han sorprendido desagradablemente a los sindicatos del sector p¨²blico, la mayor fuerza en Francia contra la modernizaci¨®n, por la urgencia de su tono y la contundencia de su formulaci¨®n.
Sarkozy, sin embargo, se ha abstenido de batir tambores de guerra. Las iniciativas reformistas que van m¨¢s all¨¢ de lo cosm¨¦tico suelen tener en Francia un elevado coste pol¨ªtico. La formidable reacci¨®n en la calle orquestada por los sindicatos contra medidas m¨¢s tibias, en 1995, obligaron a otro conservador, Chirac, a apearse en marcha, entregar la cabeza de su primer ministro Jupp¨¦ y sufrir dos a?os despu¨¦s una humillante derrota electoral que le forz¨® a cohabitar con los socialistas. Han pasado 12 a?os y, de creer a los sondeos de opini¨®n, los franceses, escarmentados por su estancamiento econ¨®mico y su precaria creaci¨®n de empleo, parecen haber asumido lo insostenible de su modelo. Pero la batalla que ha de decidir el rumbo y la misma sustancia de la presidencia de Sarkozy ni siquiera ha comenzado. Est¨¢ por verse en ella si el l¨ªder franc¨¦s es capaz de pasar con la misma facilidad avasalladora de las palabras a los hechos.
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