Un pa¨ªs de ni?os perdidos
En el reino africano de Suazilandia, cerca de 70.000 hu¨¦rfanos se las ingenian para sobrevivir acosados por el sida, la pobreza extrema y las implacables sequ¨ªas. Algunos se convierten, con seis a?os, en padres y madres de sus hermanos. Numerosas ONG y hasta el Bar?a se han empe?ado en que estos ni?os no pierdan la esperanza.
Suazilandia suena a un pa¨ªs de dibujos animados; el nombre, como si se lo hubiera imaginado Herg¨¦, el autor de Tint¨ªn. Y, en cierto modo, Suazilandia s¨ª es una caricatura. Porque si uno quisiera crear un retrato te¨®rico de un lugar en el que se concentran los males t¨ªpicos de ?frica subsahariana, se inventar¨ªa cifras como las que en realidad posee este diminuto pa¨ªs: el 39% de la poblaci¨®n, infectada por el virus del sida; el 80%, procurando subsistir de la agricultura, y el 70%, viviendo en la pobreza absoluta. La esperanza de vida, 32 a?os; sequ¨ªas frecuentes, erosi¨®n cr¨®nica de la tierra, desesperada necesidad de agua potable; el poder y el dinero, concentrados en manos de una peque?a ¨¦lite despilfarradora.
En cinco a?os, la esperanza de vida en Suazilandia ha bajado de los 58 a?os a los 32 por el sida
En unos centros para hu¨¦rfanos reciben lo que quiz¨¢ m¨¢s necesitan: el cari?o de los mayores
Pero las cosas podr¨ªan estar peor. Suazilandia tiene la fortuna de haber sido colonizada por ONG de todo el mundo ?C¨¢ritas, CARE, Save the Children, OXFAM, PLAN, Actionaid, el Ej¨¦rcito de la Salvaci¨®n y muchas m¨¢s? que luchan en todos los frentes contra el sida, enfermedad que devora a la gente y la econom¨ªa del pa¨ªs como una plaga b¨ªblica. El sida ha creado un submundo de hu¨¦rfanos que o los cr¨ªan los abuelos o se cr¨ªan por s¨ª mismos. Pero las vidas de los hu¨¦rfanos ser¨ªan incluso mucho m¨¢s duras si no fuera por un programa de ayuda de la Unicef apoyado en parte por dinero del F¨²tbol Club Barcelona.
Los hu¨¦rfanos suazis tambi¨¦n tienen la suerte de contar con un fot¨®grafo como Pep Bonet, que viene de un pa¨ªs rico y lejano -tan desconocido para los ni?os como Suazilandia para los compatriotas de Bonet- e invierte su talento y su pasi¨®n en el esfuerzo simult¨¢neo de llamar la atenci¨®n hacia su sufrimiento y dignificar sus vidas, retratando su com¨²n humanidad.
Las fotos de Bonet nos permiten intuir, sin demasiado esfuerzo imaginativo, lo dura y triste que es la vida de Khanya, un ni?o seropositivo cuyos padres murieron de sida, cuya vida depende de los medicamentos antirretrovirales que debe administrarse rigurosamente todos los d¨ªas, que vive con sus abuelos junto a otros cuatro nietos. El abuelo tiene tuberculosis y no durar¨¢ mucho.
Sibusiso y sus dos hermanos, retratados con un sol poniente de fondo, han perdido a sus padres a lo largo de los ¨²ltimo cinco a?os, periodo en el que las cifras de esperanza de vida en Suazilandia han bajado de los 58 a los 32 a?os debido al sida. En las comunidades donde viven, mantener la higiene m¨¢s elemental es un desaf¨ªo permanente debido a la falta de agua y electricidad. Si tuvieran familiares que los cuidaran, la vida seguir¨ªa siendo dura. Pero ellos est¨¢n solos. Esto ha obligado a Sibusiso a convertirse en padre y madre de sus hermanitos, lo que ha incidido de manera negativa en sus estudios. Ha tenido que repetir quinto grado este a?o.
La madre de Velaphi, de 15 a?os, y de sus dos hermanos, de 13 y 10, sigue viva. Tras la muerte de su marido se volvi¨® a casar con otro se?or y se fue con ¨¦l. Les viene a ver dos veces al a?o y se encarga de comprarles los uniformes del colegio. Pero Velaphi es el que hace de pap¨¢ y mam¨¢.
Busisiwe lo ha tenido menos dif¨ªcil que otros ni?os y ni?as transformados de repente en cabezas de familia. Ella tuvo la oportunidad de ir a vivir con unos vecinos mientras acababa sus estudios de primaria. Eso hizo que la siguiente en edad de sus tres hermanas tuviera que cuidar a las m¨¢s peque?as durante un tiempo, pero ahora que Busisiwe ha conseguido su matr¨ªcula de escuela primaria, ha vuelto a encargarse de la familia.
Cedza y sus dos hermanos viven en una casa de adobe de dos habitaciones; una para dormir, la otra para cocinar. El techo est¨¢ muy da?ado y cuando llueve se mojan. Cuando hace fr¨ªo (en ?frica no siempre hace calor; Suazilandia es un pa¨ªs monta?oso, y en invierno de noche hay que abrigarse), pasan fr¨ªo. Y cuando no pasan fr¨ªo, pasan miedo ?solos, de noche, en comunidades donde los caminos de tierra no tienen luz el¨¦ctrica.
?C¨®mo es que estos ni?os sobreviven? ?Y c¨®mo logran mantener, a trav¨¦s de la ense?anza que reciben (por escasa que sea), un atisbo de esperanza de que alg¨²n d¨ªa sus vidas mejoren? En gran medida porque las ONG m¨¢s experimentadas y organismos internacionales como Unicef han desplegado su energ¨ªa y sus considerables conocimientos para buscar soluciones que minimicen el impacto de la cat¨¢strofe cotidiana que padecen.
La clave del programa de Unicef en Suazilandia consiste en la creaci¨®n de una serie de puntos de atenci¨®n comunitarios (PAC), centros a los que los hu¨¦rfanos acuden para que se les brinde ayuda en todos los terrenos posibles. En los PAC reciben agua potable, o incluso ayuda para la instalaci¨®n de sistemas de agua y letrinas; se les da de comer con productos que distribuye otro organismo de la ONU, el Programa Mundial de Alimentos; y, quiz¨¢ lo que m¨¢s necesiten, el cari?o de los mayores. Como complemento al trabajo de los PAC, equipos de cuidadores visitan a los ni?os con regularidad para asegurarse de que tengan la ropa y la comida suficientes para sobrevivir, y para ver si tienen necesidad de atenci¨®n m¨¦dica.
El papel del FC Barcelona consiste en aportar 1,5 millones de euros al a?o (durante cinco a?os) a los programas de Unicef en Suazilandia. Tal cantidad llega muy lejos en ese pa¨ªs, pero no dej¨® de ser una decepci¨®n para muchos de los hu¨¦rfanos que se cancelara una visita del club planeada hac¨ªa tiempo a la comunidad donde Pep Bonet hizo las fotos. Se program¨® para coincidir con un partido de pretemporada en Sur¨¢frica, pero tuvo que ser cancelada en el ¨²ltimo momento debido a que el club dej¨® de considerar prioritaria esta visita.
El Gobierno de Suazilandia tambi¨¦n aporta ayuda a los hu¨¦rfanos. El programa m¨¢s importante radica en un sistema de becas para los hu¨¦rfanos de edad colegial. Pero, seg¨²n algunas de las ONG radicadas en el pa¨ªs, el Gobierno podr¨ªa hacer m¨¢s. A veces, dicen, se detecta una contradicci¨®n entre el compromiso que el Gobierno pretende tener y el escaso esmero con el que se esfuerza para dar ayuda pr¨¢ctica donde m¨¢s se necesita.
En algunos casos, los problemas del Gobierno son casi inevitables -end¨¦micos en pa¨ªses pobres-. La infraestructura m¨¦dica del pa¨ªs, por ejemplo, es fr¨¢gil y dificulta la tarea de distribuir los medicamentos antirretrovirales que han contribuido en los pa¨ªses desarrollados a que el virus del sida haya dejado de ser hace tiempo una condena de muerte. Los problemas provienen de lo rudimentarios que son los equipos y los aparatos m¨¦dicos, y, m¨¢s que nada, de la falta de personal. Podr¨ªa haber m¨¦dicos y enfermeras y enfermeros de nacionalidad suazi suficientes. El problema es que emigran a pa¨ªses donde los sueldos son mejores y las condiciones de trabajo no son tan desmoralizadoras; donde no hay que ver morir a ni?os y mayores de sida sabiendo que no hay nada que hacer para aliviar su sufrimiento. Seg¨²n un estudio patrocinado por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, Suazilandia tiene un d¨¦ficit de m¨¦dicos del 44%, y de enfermeras y enfermeros, del 19%.
En el terreno de la prevenci¨®n del sida, el Gobierno intenta propagar la informaci¨®n necesaria a trav¨¦s del sistema escolar, pero hay un problema de fondo que tiende a minar los mejores esfuerzos de los educadores sexuales. Es un problema estructural, del que provienen otros males en Suazilandia, y es el hecho de que el pa¨ªs es la ¨²ltima monarqu¨ªa absoluta del continente africano.
M¨¢s all¨¢ de que en una democracia representativa los gobiernos tienden a ser m¨¢s sensibles a las necesidades de los votantes, hay dos aspectos del feudalismo suazi que han ocasionado cr¨ªticas tanto dentro del pa¨ªs, de los sindicatos y de los partidos pol¨ªticos ilegalizados como fuera.
El primero es que el rey Mswati III no da se?ales de renunciar a la antigua tradici¨®n pol¨ªgama de la l¨ªnea real suazi, a pesar de que, como mucho se ha comentado, el ejemplo que da a los hombres de su reino no ha ayudado a evitar que hoy sea el pa¨ªs con el porcentaje m¨¢s elevado de gente infectada con sida en todo el mundo. El rey, de 39 a?os, tiene 13 esposas y est¨¢ en v¨ªas de conseguirse la decimocuarta. Este mes se llev¨® a cabo en el palacio real de Ludzidzini una ceremonia anual en la que decenas de miles de doncellas, todas de menos de 22 a?os, bailan con los pechos descubiertos ante el monarca, cuya ardua tarea consiste en elegir entre ellas otra esposa. Por ley, a la elegida no se le permite decir que no. Lo cual no suele ser un gran problema, ya que Mswati III le da a cada esposa una casa y un Mercedes Benz o BMW con ch¨®fer. En tales condiciones, en un pa¨ªs tan pobre, los celos no tienen tanto peso.
Hubo dos invitados de honor a la ceremonia de este a?o, el presidente de Zambia, Levy Patrick Mwanawasa, y el ex vicepresidente de Sur¨¢frica Jacob Zuma. Zuma, que tambi¨¦n es pol¨ªgamo, fue destituido de su cargo hace un par de a?os despu¨¦s de que se le acusara, entre otras cosas, de violar a la hija de un viejo amigo suyo. Un tribunal lo absolvi¨®, pero no antes de que ¨¦l declarara que la precauci¨®n que tom¨® contra el sida tras tener relaciones sexuales no protegidas con la chica (seg¨²n ¨¦l, consensuadas) fue ducharse despu¨¦s (esto, del ex n¨²mero dos del Gobierno de Sur¨¢frica, un pa¨ªs donde hay cinco millones y medio de personas infectadas con el virus del sida).
En cuanto al presidente Mwanawasa, se disculp¨® p¨²blicamente ante el rey por no haber permitido que su hija participara en el gran baile y se descubriera los pechos ante ¨¦l: "En mi cultura, esto no se hace". De todos modos, el presidente Mwanawasa, en cuyo pa¨ªs las cifras del sida tambi¨¦n est¨¢n entre las m¨¢s altas del mundo, se vio obligado a declarar: "La cultura que usted tiene aqu¨ª, majestad, es africana. No deje que el hombre blanco argumente que es una cultura primitiva y se la quite".
Fue precisamente con motivo de defender la cultura africana contra influencias ajenas por lo que el rey cancel¨® el a?o pasado las ceremonias planeadas para conmemorar el D¨ªa Mundial del Sida. Resultaba que la fecha coincid¨ªa con la de un festejo real que ten¨ªa mayor prioridad.
El segundo aspecto de la monarqu¨ªa suazi que tanto los africanos como los hombres blancos han llegado a considerar ofensivo (la diferencia consiste en Suazilandia en que los africanos que lo dicen tienden a acabar en la c¨¢rcel) es el hecho de que Mswati III sea un hombre tan rico. Seg¨²n la revista norteamericana Forbes, el rey Mswati es el decimoquinto monarca m¨¢s rico del mundo, con una fortuna que asciende a los 200 millones de d¨®lares. Esto significa, seg¨²n Forbes, que el rey de Suazilandia tiene m¨¢s dinero que el rey de Espa?a y el emperador de Jap¨®n. Su fiesta de cumplea?os m¨¢s reciente, contaba la revista, cost¨® un mill¨®n de d¨®lares ?lo mismo que el Bar?a desembolsar¨¢ cada seis meses de aqu¨ª al a?o 2012 para sus s¨²bditos m¨¢s desafortunados.
?Qu¨¦ opinar¨¢n Khanya, Velaphi, Busisiwe, Sibusiso y Cedza al respecto? Seguramente no mucho. No se habr¨¢n enterado. De lo que s¨ª se enteran es de la suerte que tienen de que los hombres y mujeres blancos y negros que los vienen a cuidar y querer, que crean centros de atenci¨®n en sus comunidades donde les arropan y les dan de comer y beber, hayan aparecido en sus vidas. Porque la tragedia a la que est¨¢n condenados, igual que el cuento de hadas que se ha inventado el rey Mswati, es de verdad; porque Suazilandia, desafortunadamente, no es un pa¨ªs ficticio de un cuento de Tint¨ªn. ?D¨®nde est¨¢ exactamente? Podr¨ªa estar en cualquier lugar del sur de ?frica, la zona donde est¨¢ concentrada la mayor parte de los casos de sida que afligen el continente. Pero ¨¦stos son los datos: Suazilandia es un pa¨ªs de poco m¨¢s de un mill¨®n de habitantes, 70.000 de ellos hu¨¦rfanos, que est¨¢ colocado entre Sur¨¢frica y Mozambique y no tiene acceso al mar. Es peque?o: el doble del tama?o del Pa¨ªs Vasco. Pero tiene problemas de verdad.
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