Los delitos son siempre odiosos
Los delitos son siempre odiosos. Algunos, nos hieren particularmente a todos: los que tienen que ver con las agresiones a menores, los que se producen con ensa?amiento hacia las victimas, los de la sinraz¨®n del terrorismo...
La ley castiga a quien se desv¨ªa, le lleva a prisi¨®n durante un tiempo, pero no condiciona el final de cumplimiento de la condena a que el asesino se arrepienta, a que el drogadicto se cure, a que el machista aborrezca de esa mentalidad, a que quien hizo da?o a otro lo repare... El cumplimiento ¨ªntegro de la pena es una realidad desde la reforma del C¨®digo penal del 95, aunque quienes cumplen por el C¨®digo anterior sigan bajo la norma anterior. Buen tema para debate, pero no ahora.
Alargar el tiempo que alguien est¨¢ en prisi¨®n es contrario a nuestro derecho y, aunque quisi¨¦ramos, no tenemos legitimidad alguna para hacerlo. Tampoco es leg¨ªtimo imponer nuevas penas a quienes ya cumplieron la que se les impuso. Pero, adem¨¢s, no servir¨ªa de nada a los efectos de protegernos de nuevos delitos. No puede cuestionarse la eficacia del sistema ante cada fracaso, sobre todo si el fracaso es noticia porque es un caso excepcional.
La reeducaci¨®n y el tratamiento, adem¨¢s de formar parte de nuestros valores, son la ¨²nica alternativa real para conseguir una reinserci¨®n social futura. No es una tarea f¨¢cil la que se encomienda al sistema penitenciario, ni tiene un resultado garantizado siempre. Pero, sin duda, es el camino. Un camino al que deben preceder y seguir otros.
El debate que estos d¨ªas se ha desarrollado en los medios de comunicaci¨®n y en la sociedad ante la salida de prisi¨®n de una persona que cumpli¨® su condena por m¨²ltiples violaciones, pero que, al parecer, mantiene un alto riesgo de reincidir, nos permite acercarnos a un problema real, y nos obliga a hacerlo sin demagogia y con honestidad. Alguien que ataca sexualmente a un ni?o o a una persona adulta ?tiene remedio? Y, si lo tiene, ?cu¨¢l es? ?Puede ser aceptado de nuevo en la sociedad o hay que aislarlo f¨ªsica o fisiol¨®gicamente de ella de una manera definitiva? Son preguntas que no tienen una respuesta simple.
Se ha puesto sobre la mesa la posibilidad incluso de obligar a una castraci¨®n qu¨ªmica a alguien con un deseo sexual al parecer irreprimible que puede derivar en nuevas agresiones.
Algunos sistemas pol¨ªticos han optado por adoptar medidas que entend¨ªan rotundas y definitivas frente a determinados delitos: cortar la mano al que roba o aplicar la pena de muerte a quien asesina, o provocar electroshock en el cerebro de alguien agresivo para anular su capacidad de reacci¨®n y convertirle en un vegetal... A quienes creemos en valores de respeto a los derechos humanos, nos repugna moral y ¨¦ticamente vivir en un mundo que haya de funcionar as¨ª. Pero, adem¨¢s, todas estas medidas aparentemente en¨¦rgicas se han revelado como in¨²tiles. Son m¨¢s una expresi¨®n de la venganza social y de la impotencia frente a ciertas cosas que medidas eficaces para prevenir nuevos delitos, nuevas aberraciones cometidas por estas u otras personas.
Las conductas desviadas, las actitudes irracionales y depravadas no tienen su base en disfunciones hormonales o de los circuitos reguladores de la producci¨®n de adrenalina. Son expresi¨®n de problemas psicol¨®gicos y mentales profundos, arrastrados durante mucho tiempo y alimentados por muchas cosas: la marginalidad, la incultura, la b¨²squeda de placeres f¨¢ciles e inmediatos, el machismo, la falta de valores de respeto hacia s¨ª mismo y a los dem¨¢s... y de la desatenci¨®n de la sociedad hacia quienes padecen esos problemas
Hay demasiados s¨ªntomas de que tenemos algunos males sociales sin resolver. La atenci¨®n a los enfermos mentales, a quienes tienen problemas psicol¨®gicos y conductuales profundos, a quienes necesitan alguna droga o alg¨²n est¨ªmulo b¨¢rbaro para realizarse, no puede ser residual, ni estar en manos de la beneficencia o del sacrificio de las familias, y tenemos que ponernos todos manos a la obra para construir una sociedad segura y tranquila. Dedicar medios humanos y materiales a prevenir estas conductas. Tener un sistema penitenciario volcado en su recuperaci¨®n y la reinserci¨®n. Y establecer medidas de seguridad complementarias para controlar a quienes por la raz¨®n que sea son impermeables al tratamiento psicol¨®gico y a la reeducaci¨®n. Entre estas medidas, cabe estudiar todo lo que, con respeto escrupuloso de los derechos humanos, se muestre como m¨¢s ¨²til. Cuando se dejan los muros de una prisi¨®n, debe funcionar un sistema de apoyo y control social adecuado. Y una asistencia m¨¦dica y psiqui¨¢trica eficiente. Pero no como un a?adido a la pena que ya se cumpli¨®, ni como una justificaci¨®n inaceptable del fracaso de la ley, sino como una alternativa m¨¢s razonable, m¨¢s cient¨ªfica, m¨¢s proporcionada y m¨¢s justa a la mera reclusi¨®n de quien tiene un problema que le da?a a ¨¦l mismo y que produce un da?o irreparable a otros.
Mercedes Gallizo es directora general de Instituciones Penitenciarias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.