Sebreli invita a recuperar la fuerza cr¨ªtica del humanismo
El fil¨®sofo publica 'El olvido de la raz¨®n'
En El olvido de la raz¨®n (Debate), Juan Jos¨¦ Sebreli (Buenos Aires, 1930) saca el martillo, pero no para filosofar a martillazos, como quer¨ªa Nietzsche, sino para dar de martillazos a cuantos fil¨®sofos occidentales hayan coqueteado con distintas formas de irracionalismo, desde el romanticismo hasta nuestros d¨ªas. Da golpes a mansalva, sin piedad, escrutando cada comentario y machacando cualquier discurso que se aparte de los presupuestos racionales y haya quedado atrapado por las confusas redes del sue?o, la vida, la locura, el amor, la est¨¦tica, el instinto o parecidos terrenos pantanosos.
La posmodernidad, por ejemplo, le pone los pelos de punta. "Seguramente, el t¨¦rmino tuvo validez referido a la arquitectura, donde surgi¨® por primera vez como concepto para referirse a las propuestas que mezclaban distintos estilos. Pero luego se extrapol¨® a otras disciplinas para certificar que la modernidad estaba muerta, que ya no hab¨ªa historia, que val¨ªa todo. La posmodernidad ha reivindicado el instinto o el impulso, y se ha servido de entidades indefinibles como la vida. Pero la modernidad sigue ah¨ª, a¨²n no ha cumplido sus promesas".
Sebreli machaca cualquier discurso que se aparte de los presupuestos racionales
Sebreli no tarda en afinar y dispara contra los autores que, en su opini¨®n, han contaminado radicalmente el pensamiento occidental reciente, incluso el de los progresistas. Sus nombres son Schopenhauer, Nietzsche y Heidegger. Pero aclara que su libro "no es una historia de la filosof¨ªa, sino que se centra en seguir el hilo conductor de la irracionalidad". No es nada nuevo en su obra, explica, y cita los otros dos t¨ªtulos que, con ¨¦ste, configuran una trilog¨ªa: El asedio a la modernidad (Ariel, 1991) y Las aventuras de la vanguardia (Sudamericana, 2000). En el primer caso, analiz¨® la emergencia de lo irracional en la historia social, y, en el otro, en la est¨¦tica. "Cuando vuelvo a mi primer libro, Mart¨ªnez Estrada, una rebeli¨®n in¨²til, veo que estas preocupaciones ya estaban all¨ª".
Todav¨ªa a Nietzsche le puede perdonar algunos excesos -"la suya era una escritura afor¨ªstica, que siempre puede tener muchas lecturas"-, pero critica los elementos de su filosof¨ªa, que fueron utilizados por los nazis (el superhombre, la voluntad de situarse m¨¢s all¨¢ del bien y del mal) y sus posturas antisemitas. Con Heidegger se irrita: "Se adhiri¨® al nazismo y nunca se desdijo, y adem¨¢s facilit¨® el mayor argumento de los totalitarismos: que el individuo no es nada si no forma parte de una colectividad".
?Y qu¨¦ dice Sebreli del estalinismo? "El marxismo es heredero directo de la Ilustraci¨®n, y Lenin y Trotski pertenecen a¨²n a esa tradici¨®n, pero Stalin es otra cosa. Viene de Georgia y hay mucho de asi¨¢tico en su formaci¨®n. No tiene nada que ver con la Ilustraci¨®n; est¨¢ m¨¢s cerca de Iv¨¢n El Terrible, que de Marx".
En El olvido de la raz¨®n, Sebreli empieza d¨¢ndoles algunos martillazos a los rom¨¢nticos, machaca a Schopenhauer y a Dostoievski, se mete con Nietzsche, arremete con sa?a contra Heidegger y cuestiona la voluntad cient¨ªfica del psicoan¨¢lisis ("Freud fue, como Proust o Goethe, un magn¨ªfico escritor que descubri¨® aspectos poco conocidos del ser humano, pero como pensador no va muy lejos"). Luego ataca a L¨¦vi-Strauss y al estructuralismo, cuestiona a Bataille, Deleuze, Barthes, Althusser o Derrida, taladra a Lacan y critica a Foucault. De la quema se salvan algunos pensadores de la escuela anglosajona, los fil¨®sofos de Francfort y Sartre. De lo que se trata es de recobrar el humanismo, de dar de nuevo vida a conceptos como historia, sujeto y universalidad que pasaron a mejor vida tras los embates del estructuralismo. Sebreli lo tiene claro: "Hay algunos valores, como la libertad y la igualdad, que est¨¢n por encima de otros".
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