Acento tejano

"A m¨ª me gu¨ªa un sentido hist¨®rico de la responsabilidad, igual que a ti". Esta frase del presidente Bush al entonces jefe del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ilustra el clima de tr¨¢gica enso?aci¨®n en el que se desarroll¨® una de las conversaciones previas al que, tal vez, constituya el m¨¢s grave error de la pol¨ªtica exterior norteamericana de las ¨²ltimas d¨¦cadas. En aquella reuni¨®n celebrada en el rancho de Tejas, en febrero de 2003, no parec¨ªan estar entrevist¨¢ndose dos gobernantes democr¨¢ticos, obligados a defender y respetar las instituciones nacionales e internacionales y a ganarse la adhesi¨®n de sus opiniones p¨²blicas a trav¨¦s de argumentos razonados y no de argucias a cuatro manos. Antes por el contrario, lo que muestran las actas de las conversaciones son dos l¨ªderes acariciando sus respectivos sue?os de posteridad mientras, al tiempo, fijan sin escr¨²pulos ni restricciones pol¨ªticas ni morales los pasos que llevar¨¢n a la invasi¨®n de Irak.

Resulta innecesario reiterar el reproche a los gobernantes que, como Bush y Aznar, adem¨¢s de Blair, patrocinaron una aventura militar que se ha cobrado miles de vidas y ha incendiado la regi¨®n de Oriente Pr¨®ximo: el tr¨¢gico balance de sus devaneos con la historia pesar¨¢ siempre sobre ellos. Pero el contraste entre la insensata desenvoltura con la que adoptaron la decisi¨®n de invadir Irak y sus escalofriantes consecuencias permite extraer lecciones relevantes para un mundo tan inestable, y tan inseguro, como el que han dejado tras de s¨ª. A diferencia de lo que sucedi¨® en el rancho de Tejas, los l¨ªderes democr¨¢ticos no se proponen hacer el bien, sino impedir el mal: ¨¦sa es la diferencia entre el mesianismo y la pol¨ªtica. Si los patrocinadores de la guerra de Irak hablaron de armas de destrucci¨®n masiva, si se emplearon a fondo para propagar el miedo, aun al precio de mentir acerca de los supuestos peligros que acechaban a todos, fue para fingir que actuaban como pol¨ªticos cuando, en realidad, se dispon¨ªan a comportarse como mes¨ªas.

Muchos de los da?os que provocaron son irreparables, en particular entre la poblaci¨®n iraqu¨ª y entre los soldados norteamericanos y de otras nacionalidades enviados a combatir en una guerra injusta e innecesaria. Pero junto a esos da?os humanos, los contertulios en Tejas provocaron, adem¨¢s, estragos pol¨ªticos, pretendiendo convertir Naciones Unidas en un instrumento al servicio exclusivo de su pol¨ªtica. La manipulaci¨®n de los procedimientos de la Carta, la presi¨®n sobre los miembros del Consejo de Seguridad, el desprecio de sus decisiones, son la triste herencia que dejaron; una herencia de la que habr¨ªa que deshacerse cuanto antes para evitar que la crisis que provocaron no se precipite a la cat¨¢strofe.