Alguien deber¨ªa advertir a Comercio
Todo el esfuerzo que est¨¢ realizando Espa?a en ?frica, el nuevo plan de Cooperaci¨®n, las reiteradas visitas de los ministros de Trabajo y Exteriores, las reuniones con mujeres africanas, los pactos de Interior para impedir la salida de cayucos, todo, absolutamente todo, puede quedar contaminado en pocas semanas si el Gobierno no modifica la incoherente posici¨®n que est¨¢ manteniendo en lo que de verdad le importa a ?frica: los nuevos Acuerdos de Partenariado Econ¨®mico (APE) con la Uni¨®n Europea. Es decir, las reglas que van a regir el comercio entre Europa y los llamados pa¨ªses ACP (76 Estados de ?frica, Caribe y Pacifico, la mitad de los cuales figuran entre los m¨¢s pobres de la Tierra) y que son los que verdaderamente marcar¨¢n su futuro.
Las negociaciones deben terminar antes de fin de a?o e, incomprensiblemente, Espa?a, hasta ahora, ha apoyado en m¨¢s ocasiones al grupo que quiere imponer condiciones m¨¢s estrictas que a quienes luchan por mejorarlas. Pretendimos, sin ¨¦xito, que Sur¨¢frica no entrara en el APE de su zona, porque pod¨ªa hacernos sombra con su vino. Defendimos que se suprimiera el p¨¢rrafo seg¨²n el cual la UE aceptar¨ªa que los pa¨ªses ACP protegieran sus productos m¨¢s sensibles con periodos de transici¨®n de m¨¢s de 20 a?os. En relaci¨®n con los servicios (sector energ¨¦tico, comunicaciones, etc.), propusimos, afortunadamente sin ¨¦xito, que se suprimieran todas las referencias en el sentido de que la UE no tiene inter¨¦s en batallar por esos mercados. "No deber¨ªamos dar una se?al equivocada en este sentido, ya que s¨ª existen nuevas oportunidades de acceso a esos mercados para nuestras empresas de servicios", aseguraba el documento que entreg¨® Espa?a al Consejo Europeo el pasado mes de abril.
Todo ello sin contar la ya cl¨¢sica batalla del pl¨¢tano. Una vez m¨¢s, el Gobierno ha amenazado con no firmar nada, si previamente no se incluye al pl¨¢tano entre los productos (az¨²car y arroz) que tradicionalmente la UE no permite que los africanos exporten libremente. Se trata de una posici¨®n muy discutible, puesto que la protecci¨®n del pl¨¢tano canario tendr¨¢ que desaparecer, se quiera o no, igual que las otras dos, dentro de ocho a?os, porque no est¨¢ nada claro que esa sea la mejor manera de proteger a los agricultores de las islas y porque, mientras tanto vamos a perjudicar seriamente a Camer¨²n y a Costa de Marfil, dos pa¨ªses en los que la esperanza de vida no supera los 46 a?os.
Al parecer, existe una batalla soterrada entre los expertos de Comercio, habituados a ser los interlocutores en este tipo de negociaciones, y siempre atentos a las repercusiones indirectas que todo acuerdo internacional pueda tener respecto a nuestros intereses en Am¨¦rica Latina (muy grandes), y los especialistas de la Secretar¨ªa de Estado de Cooperaci¨®n, que luchan por imponer sus criterios sobre pol¨ªticas de desarrollo y que se desesperan ante las incoherencias de sus colegas. Aunque Cooperaci¨®n ha conseguido limar algunas de las posiciones m¨¢s intransigentes, la opini¨®n m¨¢s generalizada entre quienes contemplan la pelea desde fuera (sobre todo ONG) es que el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, de Joan Clos, est¨¢ consiguiendo marcar el paso.
Lo m¨¢s lamentable de todo esto es que los acuerdos de Partenariado fueron concebidos, precisamente, como instrumentos para favorecer la reducci¨®n de la pobreza, y que el Consejo Europeo ha dicho, expresamente, que no son acuerdos comerciales al uso, sino que forman parte de sus estrategias de cooperaci¨®n internacional. En Espa?a da la impresi¨®n de que Comercio no se ha enterado de ello y, peor todav¨ªa, que nadie (el Ministerio de Asuntos Exteriores, por ejemplo) les ha dicho que deben subordinarse a sus colegas de Cooperaci¨®n, y no al contrario. De nada vale que Espa?a destine 10,3 millones de euros a Mauritania como ayuda oficial al desarrollo, si luego se limitan sus exportaciones a la Uni¨®n Europea (534 millones de euros). De nada, si se le obliga a abrir sus mercados, incluso en sus productos m¨¢s sensibles, y se provoca un hundimiento de precios que desanime cualquier cultivo. De nada, si se les exige que se abran a la competencia en todo tipo de servicios y se destroza su incipiente mundo empresarial o industrial. Y eso lo saben perfectamente en ?frica. solg@elpais.es
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