El relevo japon¨¦s
Jap¨®n quema primeros ministros a una velocidad inusual en las democracias consolidadas, excepci¨®n hecha de Junichiro Koizumi, el gran showman y jefe de Gobierno reformista que dej¨® el terreno preparado, entre 2001 y 2006, para que Shinzo Abe llegase a su breve magistratura. Abe ha dejado el cargo al a?o de asumirlo, superado por la cadena de esc¨¢ndalos y corrupci¨®n del incompetente Gobierno que ha presidido, que ha culminado con la p¨¦rdida a finales de julio de la mayor¨ªa en la C¨¢mara alta de su insumergible partido, el Liberal Democr¨¢tico, PLD.
La elecci¨®n esta semana de Yasuo Fukuda como nuevo premier por la C¨¢mara baja de la Dieta, donde la coalici¨®n gobernante dispone todav¨ªa de una c¨®moda mayor¨ªa, no anticipa nada revolucionario. Pese a su aceptaci¨®n mayoritaria por los votantes, seg¨²n las encuestas, Fukuda, hijo a su vez de otro primer ministro, garantiza con su edad, 71 a?os, y su historial m¨¢s de lo mismo en un panorama pol¨ªtico esclerotizado y burocr¨¢tico. Representa el tipo de salvador veterano y competente al que acude el partido que gobierna inmemorialmente Jap¨®n cuando se trata de navegar con mar gruesa.
A Fukuda, un hist¨®rico con fama de conciliador tanto en lo dom¨¦stico como lo internacional, le espera una agenda muy definida. Por un lado, recuperar para el PLD la credibilidad perdida con Abe al frente. Por otro, profundizar en la austeridad y las reformas estructurales imprescindibles para aumentar la productividad de la segunda econom¨ªa mundial, un pa¨ªs envejecido y declinante. No va a ayudarle mucho un Parlamento potencialmente estancado, que reanuda sus sesiones la semana entrante y cuya C¨¢mara alta est¨¢ en manos del opositor Partido Democr¨¢tico de Jap¨®n, una heter¨®clita alianza, nacida en 1998, en la que participan, entre otros, ex miembros del PLD y antiguos socialistas.
Su temperamental l¨ªder desde el a?o pasado, Ichiro Ozawa, que fuera hombre fuerte del PLD, tiene como objetivo inmediato forzar unas elecciones anticipadas. Y cuenta como argumento fundamental con el espinoso debate sobre si Tokio debe renovar las medidas de excepci¨®n que permiten a su flota reabastecer de combustible en el ?ndico a los buques que participan en las operaciones militares que Estados Unidos dirige en Afganist¨¢n.
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