Incre¨ªble oficio de tinieblas
Autor de culto, el jud¨ªo polaco Bruno Schulz (Drohobycz, 18921942) es conocido y valorado por su obra literaria. Apenas dos ciclos de relatos, inquietantes e hipn¨®ticos -Las tiendas de canela fina y Sanatorio bajo la clepsidra-, sobre todo a partir de su reedici¨®n y difusi¨®n en los a?os sesenta, bastar¨¢n para consagrarlo. Pero hay tambi¨¦n otro Schulz, el de la pintura, rescatado m¨¢s tard¨ªamente y, tal vez por ello, no tan estimado. Sin embargo, la vertiente pl¨¢stica de Schulz dista mucho de ser anecd¨®tica. Vocaci¨®n, de hecho, anterior a la de la escritura, y sostenida hasta el final de sus d¨ªas, fuente de un tan oscuro e intenso universo visionario como el que nos revela su narrativa. Y de ello da cuenta esta excelente exposici¨®n que abre la temporada en el C¨ªrculo de Bellas Artes.
BRUNO SCHULZ
'El pa¨ªs tenebroso'
C¨ªrculo de Bellas Artes
Alcal¨¢, 41. Madrid
Hasta el 11 de noviembre
Pese a su apariencia relativamente limitada, es una muestra muy importante sobre su obra pl¨¢stica, pues re¨²ne medio centenar de trabajos suyos, de los apenas doscientos de los que hoy se tiene certeza que se conservan. Una secuencia que se abre con dos espl¨¦ndidos autorretratos, p¨®rtico de esa pasi¨®n por la propia efigie que aflora en m¨²ltiples composiciones. Y que recorre toda la trayectoria del artista, desde la gestaci¨®n del c¨¦lebre ciclo de estampas de El libro del id¨®latra, cuyo expl¨ªcito ritual fetichista pervivir¨¢, apenas soterrado, en las series ulteriores, asociadas ya al universo de sus relatos. Junto a ello, incluye adem¨¢s el interesante Encuentro, ¨®leo sobre cart¨®n de 1920, ¨²nico ejemplo de su pintura que ha llegado hasta nosotros; aparte, claro, de los fragmentarios y deteriorados vestigios rescatados del que fuera su testamento pl¨¢stico, el mural con escenas de cuentos que realiz¨® para el dormitorio del hijo del Hauptscharf¨¹hrer F¨¦lix Landau, miembro de la Gestapo y protector del artista durante ese aciago tiempo prestado que precede a su asesinato, en plena calle, un destino que se dir¨ªa prefigurado por los autorretratos de rasgos caninos que nos acechan en tantos de sus dibujos.
Am¨¦n de por un oportuno apartado documental, que incorpora las ediciones originales de sus dos ciclos de relatos y las colaboraciones en revistas, as¨ª como una selecci¨®n de su correspondencia, entre ella un ejemplo de las cartas cruzadas con Gombrowicz, en esta exposici¨®n comisariada por M¨®nica Poliwka, el n¨²cleo de obra schulziana queda asimismo arropada por otro conjunto de pinturas, dibujos y estampas que sit¨²an la estirpe ic¨®nica en la que su invenci¨®n visionaria se inscribe.
Un horizonte contextual que dibuja en la muestra dos c¨ªrculos conc¨¦ntricos. Uno que establece la confluencia con la pintura polaca de la ¨¦poca: primero los espl¨¦ndidos antecedentes de la obra Wojtkiewicz y Weiss, luego, la coincidencia generacional y complicidad efectiva, en el caso de Witkiewicz. Otro, m¨¢s amplio, que remonta esa filiaci¨®n hacia una bien precisa deriva negra, desgarrada y procaz, del arte europeo. All¨ª nos topamos con la presencia ineludible de Goya, representado por los caprichos y disparates, referente seminal que, al igual que los de F¨¦licien Rops o Beardsley, ya desde las m¨¢s tempranas lecturas de la gr¨¢fica de Schulz, vienen asoci¨¢ndose a la ra¨ªz de su imaginario. Y, junto a estos, obras de Klinger y Grosz, como sombras tutelares.
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