Los muertos acusan a Putin
Como en el pasado de siniestro recuerdo, los personajes inc¨®modos para el poder ruso muestran una alarmante tendencia a desaparecer de la faz de la tierra y a que sus muertes generen toda suerte de especulaciones pero pocos culpables entre rejas. En el caso de la periodista Anna Politk¨®vskaya (asesinada el 7 de octubre de 2006) y del ex agente del KGB Alexander Litvinenko (que sufri¨® el mismo destino tr¨¢gico el 23 de noviembre de 2006), las esperanzas de que se haga la luz, pese a algunas detenciones en el primero de los casos, son cuando menos inciertas.
La venganza de las v¨ªctimas, o una cierta forma de justicia, llega, sin embargo, de la mano de libros p¨®stumos que, en el fondo, no son sino alegatos contra la deriva totalitaria del r¨¦gimen encarnado en Vlad¨ªmir Putin. No es que exista el m¨¢s m¨ªnimo indicio (o sospecha de que vaya a haberlo) que apunte al l¨ªder del Kremlin, pero cada vez se extiende m¨¢s la idea de que estas muertes s¨®lo han sido posibles por la existencia de un clima pol¨ªtico que no da cabida a la disidencia y de una ¨¦lite dirigente en la que es abrumador el peso de los antiguos agentes del KGB (Putin fue uno de ellos) que no se detienen ante nada para conseguir sus fines.
Occidente no va a romper
nunca con una Rusia cuyo peso internacional ha crecido en los ¨²ltimos a?os al mismo ritmo que aumentaba el precio del barril de petr¨®leo. Sin embargo, el deterioro de la nunca asentada del todo democracia rusa, y casos como los de Litvinenko y Politk¨®vskaya, quiebran toda posibilidad de un di¨¢logo entre interlocutores que comparten los mismos valores democr¨¢ticos.
Si un sicario no hubiese abatido a Anna Politk¨®vskaya, sus denuncias, reiteradas en Diario ruso, de violaciones de los derechos humanos, desigualdades sociales flagrantes, abusos en el Ej¨¦rcito, atrocidades en Chechenia y desprecio del poder por el bienestar y la vida de los ciudadanos habr¨ªan tenido una limitada repercusi¨®n medi¨¢tica, pese a que su voz era cada vez m¨¢s escuchada en el extranjero, donde hab¨ªa cosechado premios relevantes. Despu¨¦s de todo, no trabajaba en televisi¨®n, sino en un bisemanal de mucho prestigio, pero escasa tirada (Novaya Gazeta). Sin embargo, su muerte la convirti¨® en una m¨¢rtir de la cada vez m¨¢s quebradiza y amenazada libertad de expresi¨®n.
Diario ruso es la obra que acababa de terminar cuando fue tiroteada. Recoge, de forma cronol¨®gica, y a manera de apuntes no siempre elaborados, la evoluci¨®n de Rusia entre las elecciones parlamentarias de 2003 y finales de 2005. Su materia prima es la misma de sus otros libros y de sus m¨²ltiples art¨ªculos: la denuncia del autoritarismo. Su principal inter¨¦s: que puede leerse como su testamento.
Si un misterioso envenenamiento con un raro is¨®topo radiactivo no hubiera convertido su muerte en una noticia mundial, Rusia dinamitada, el libro que el ex agente Alexander Litvinenko escribi¨® en 2003 en colaboraci¨®n con Yuri Felshtinski (y que ahora se publica en Espa?a) habr¨ªa pasado casi inadvertido, sepultado entre muchas obras de contenido similar. El polonio-210 le ha dado nueva vida. El libro es un ajuste de cuentas con la antigua casa madre de Litvinenko e intenta demostrar c¨®mo los renacidos servicios secretos, y en concreto el FSB (la rama interna y la m¨¢s poderosa de las cuatro en las que se desgaj¨® el KGB sovi¨¦tico), conspiraron para allanar el camino de uno de los suyos hacia el Kremlin, derribaron cuantos obst¨¢culos se encontraron en el camino y fueron consolidando su poder en torno a Putin.
Por ¨²ltimo, Muerte de un di-
sidente, del periodista ruso Alex Goldfarth, escrito en colaboraci¨®n con la viuda de Litvinenko, Marina, abunda en esa l¨ªnea, con la particularidad de que, adem¨¢s de la trayectoria del antiguo agente, recoge con detalle y cercan¨ªa su agon¨ªa y muerte, que le alcanz¨® convencido, al parecer, de que Alexander Lugov¨®i (el sospechoso que Londres reclama y Mosc¨² no extradita) ten¨ªa que ver con su envenenamiento. Por lo dem¨¢s, el relato de la evoluci¨®n personal de Litvinenko dentro del FSB se convierte igualmente en un dedo acusador que apunta a Vlad¨ªmir Putin. Y deja en la atm¨®sfera la pregunta de si el d¨ªa que comenz¨® la agon¨ªa del antiguo agente no fue en realidad aqu¨¦l en que, seg¨²n ¨¦l, se neg¨® a cumplir una orden del FSB; eliminar a Bor¨ªs Berezovski, el gran enemigo del presidente, exiliado en la capital brit¨¢nica y que luego hab¨ªa de convertirse en su protector.
?Qu¨¦ magn¨ªfico material para una serie de novelas y pel¨ªculas de esp¨ªas como las de antes!
Diario ruso. Anna Politk¨®vskaya. Traducci¨®n de Fernando Gar¨ª Puig. Debate. Barcelona, 2007. 396 p¨¢ginas. 21 euros. Rusia dinamitada. Alexander Litvinenko y Yuri Felshtinski. Traducci¨®n de Carlos Milla e Isabel Ferrer. Alba. Barcelona, 2007. 406 p¨¢ginas. 16 euros. Muerte de un disidente. Alex Goldfarth y Marina Litvinenko. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo y Miguel Mart¨ªnez-Lage. Taurus. Madrid, 2007. 468 p¨¢ginas. 20 euros.
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