El Dios de las fil¨®sofas
Victoria Camps y Amelia Valc¨¢rcel se hablan de Dios por carta, que no dirigen al Olimpo sino al lector. Las dos saben de qu¨¦ va la cosa. Reconocen haber sufrido los rigores de aquella Espa?a cat¨®lica y, sobre todo, hacen gala de muchos conocimientos sobre el hecho religioso. Su mirada, que ellas califican de agn¨®stica, es distanciada y emp¨¢tica, de ah¨ª que puedan criticar los atracos al hombre en nombre de Dios y tambi¨¦n reconocer las contribuciones de la religi¨®n a la humanizaci¨®n del hombre.
Victoria Camps toma la iniciativa del di¨¢logo sobre el papel de la religi¨®n en campos tan diversos como el conocimiento del hombre y del mundo, la moral y la pol¨ªtica. Defienden la laicidad, arrancada con mucho sufrimiento a una pol¨ªtica dominada por la religi¨®n, aunque reconocen, sobre todo Amelia Valc¨¢rcel, que no hay que cantar victoria porque muchos de los contenidos de la laicidad son secularizaciones del cristianismo. Vivir¨ªamos a¨²n en un mundo marcado por la religi¨®n. Tambi¨¦n se extienden sobre el significado del mal en el mundo, un asunto del que, si Dios ha muerto, tendr¨¢ que hacerse cargo el hombre. Fin de la Teodicea, dir¨¢ Camps; y no hay que exagerar con lo del mal, apostillar¨¢ Valc¨¢rcel en un arranque nietzscheano, sugiriendo que hay males que forman parte del decorado del mundo. Las dos autoras, conocidas y reconocidas cultivadoras de la filosof¨ªa moral, pasan revista al papel de la ¨¦tica, una vez que se ha emancipado de la religi¨®n, al tiempo que denuncian las inmoralidades de las religiones en el pasado y de los fundamentalismos en el presente. El ocaso de la religi¨®n coloca a la ¨¦tica en primera l¨ªnea de fuego. No hay m¨¢s que ver el celo de los obispos espa?oles cuando se habla de la familia, la sexualidad, la investigaci¨®n biogen¨¦tica o la educaci¨®n para la ciudadan¨ªa, para entender lo que ha dolido esta emancipaci¨®n de la ¨¦tica.
HABLEMOS DE DIOS
Victoria Camps y Amelia Valc¨¢rcel
Taurus. Madrid, 2007
272 p¨¢ginas. 19 euros
Aunque el talante del discurso es respetuoso con la religi¨®n y muy consciente de su importancia presente, el resultado es demoledor: "Las ventajas del monote¨ªsmo son cognitivamente escasas, ¨¦ticamente dudosas y pol¨ªticamente peligrosas", dicen hacia el final del libro Camps y Valc¨¢rcel. Y como las autoras no comparten las modas polite¨ªstas del ¨²ltimo posmodernismo, la conclusi¨®n es que la religi¨®n lo tiene dif¨ªcil, sobre todo a la hora de responder a la pregunta que Victoria Camps plantea de principio a fin: ?qu¨¦ futuro tiene la religi¨®n?, ?qu¨¦ podemos esperar de ella?
Ella responde expresando tres deseos: que las religiones, que tantas guerras han provocado con sus pretensiones absolutistas, no echen gasolina al choque de civilizaciones; que se sumen a la b¨²squeda de una ¨¦tica universal (renunciando a exigencias maximalistas); y que promuevan una cultura de la espiritualidad, alternativa al consumismo enloquecido que nos domina. Amelia Valc¨¢rcel a?ade otros dos m¨¢s: que los monote¨ªsmos pasen por la Ilustraci¨®n y que desarrollen un n¨²cleo religioso tan original como olvidado llamado compasi¨®n o caridad.
El libro, escrito con mucha chispa y poderosa argumentaci¨®n, cautiva. Dif¨ªcil sustraerse a sus tesis. Por fortuna para el lector, estas cartas van a ¨¦l dirigidas con lo que le est¨¢n invitando o provocando a que coloque sus experiencias o sus conocimientos en la rejilla interpretativa que ellas desarrollan. Y no todo encaja.
Las dos autoras hablan des
de un universo conceptual, que en un debate centroeuropeo se llamar¨ªa "teolog¨ªa liberal", entendiendo por tal un tratamiento de las religiones desde las exigencias del humanismo moderno, de la subjetividad kantiana o desde la racionalidad ilustrada. Se juzgar¨ªa a la religi¨®n pasada en funci¨®n de esos par¨¢metros y se esperar¨ªa de la misma en el futuro que echara el resto. Si despu¨¦s queda algo, pues bien, y si no, pues nada.
El problema que tiene ese planteamiento es doble: primero, aclarar si los valores que celebra se los ha inventado la modernidad y, segundo, si son tan insuperables que no cabe esperar nada mejor. Es evidente, respecto a lo primero, que la vieja relaci¨®n entre mitos y logos ha funcionado en la construcci¨®n de la modernidad. El nuevo logos debe mucho a viejas tradiciones y si eso se olvida hasta el mismo logos se convierte en un mito (tesis de Dial¨¦ctica de la Ilustraci¨®n). ?Y sobre la bondad de la modernidad? Sin negar sus ¨¦xitos, Auschwitz, un producto de esa f¨¢brica, da que pensar: ?pueden entonces los viejos monote¨ªsmos decir algo que no haya dicho el gran Kant? Quiz¨¢ sea de ayuda invocar a Walter Benjamin, tan agn¨®stico y fil¨®sofo como ellas. Despu¨¦s de reconocer que muchos de nuestros valores son secularizaciones del monote¨ªsmo, a?ade que ha llegado el momento de "devolverles su rostro mesi¨¢nico y esto en provecho de la pol¨ªtica". Como si la libertad, la igualdad o la fraternidad se hubieran deste?ido y hubiera que darles brillo cepill¨¢ndoles a contrapelo de las convenciones o filosof¨ªas dominantes. Tal y como desean las autoras, todav¨ªa hay partido.
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